Algunas fuentes atribuyen a los pactos de investidura entre republicanos y el PSOE la defenestración del coronel de la Guardia Civil, Pérez de los Cobos. Sea como sea, su cese es un acto de reparación histórica, de justicia. Que haya sido o no una concesión a los republicanos que lidera Gabriel Rufián en Madrid, no lo sabremos nunca. Lo que es determinante es que el responsable del operativo policial que masacró a los ciudadanos el 1 de octubre ha caído, destituido fulminantemente por el ministro Marlaska.

La destitución del coronel del instituto armado de los del tricornio, la Benemérita, es una decisión que tendría que satisfacer ya no a los demócratas sino a toda la buena gente. Alguien que es capaz de negar ante el Tribunal Supremo que se produjeron cargas desproporcionadas aquel día y de afirmar, sin ruborizarse, que hicieron un uso proporcionado de la fuerza, incluso de elogiar la actuación policial, sólo puede ser considerado un cínico. Un cínico y un mentiroso, claro está.

Pérez de los Cobos fue el escogido para apalear a nuestra gente. Era él y sólo él. Detrás estaba toda la arquitectura del Estado con un único objetivo: criminalizar el independentismo y encerrar a sus líderes políticos y sociales. Un marco mental basado en la mentira, el engaño y la manipulación como herramienta. Informes sesgados, con tufo a podrido y untados con la vaselina de las togas y masas de los tribunales de excepción con el único objetivo de hacer realidad su sueño húmedo: “¡Por España!”. Del resto se encargaron los medios afines al régimen manipulando y difuminando la violencia del ejército de fieles mensajeros que del abuso y el falso testimonio hicieron sus principios de actuación. ¿Qué les tengo que explicar que no sepan?

Lo que nos tendría que sorprender es que Pérez de los Cobos no hubiera sido cesado el mismo 1 de octubre, ya no por la violencia policial contra los ciudadanos pacíficos, sino por el estrepitoso fracaso de aquel excepcional y masivo despliegue policial

El salvapatrias escogido para coordinar el operativo policial del 1 de octubre. Su misión, precisamente, era hacer todo lo contrario, descoordinarlo y acusar a la policía catalana de pasividad, mientras sus cachorros sedientos de rabia, rencor y venganza ejercían indiscriminadamente y con total impunidad el monopolio de la violencia.

De tal palo tal asilla. Hermano de quien fuera presidente del Tribunal Constitucional, el 23-F se cuadró con la camisa azul arremangada. Antes había prendido fuego a la Constitución. Las víctimas eran los verdugos, "nos miraban con cara de odio".

Nunca sabremos qué habría pasado si Marchena hubiera permitido el careo de Pérez de los Cobos para acreditar el falso testimonio. Lo que sí que quedó demostrado es que las evidentes contradicciones manifiestas de la Benemérita sirvieron para acreditar la sedición contra los líderes independentistas.

Lo que nos tendría que sorprender es que Pérez de los Cobos no hubiera sido cesado el mismo 1 de octubre, ya no por la violencia policial contra los ciudadanos pacíficos, sino por el estrepitoso fracaso de aquel excepcional y masivo despliegue policial. No sólo no detuvieron la votación sino que la espolearon al provocar centenares de heridos y al proyectar una pésima imagen internacional, tal como denunció en su día el hoy ministro Ábalos. Aunque después este PSOE miedoso y monárquico, hasta los tuétanos, volviera a hacer dejadez de sus convicciones democráticas y republicanas para acatar la intervención del rey Felipe VI, parapetado tras un barrote mientras justificaba la brutal violencia ejercida contra sus súbditos.

Lo que nos queda claro es que este PSOE es el mismo que preside la Diputación de Barcelona gracias al partido del president en el exilio, gracias al cual también gobierna y preside gran parte de los consejos comarcales metropolitanos. Instituciones donde reina una chocante fraternidad. ¿La pregunta es qué está pasando? ¿Cómo es posible que en todas las instituciones que presiden los socialistas de Iceta con el apoyo incondicional de Junts per Catalunya reine esta calma intensa, esta omertà?

Es una pregunta que tendrían que responder los dirigentes de la corriente independentista que más levanta la estelada y que con más furia la golpea contra otros independentistas mientras convive mansamente con el PSOE allí donde gobierna. La distancia entre la gesticulación y la política que se despliega es de tal magnitud que clama al cielo. El silencio es la respuesta que nos ofrecen mientras blanden consignas en el vacío.