La revista neoyorquina Newsweek ―segunda revista de publicación semanal con más difusión en los Estados Unidos por detrás de la revista Time― publica el ranking de los mejores hospitales del mundo. Una lista con dos mil centros de veinticinco países que destacan por la excelencia en los tratamientos médicos, por los cuidados de enfermería y por el uso de la tecnología en sus tratamientos. Entre las primeras cien posiciones encontramos dos hospitales catalanes: el Hospital Clínic, en la posición 38, y el Hospital Vall d'Hebron, en la 99. Que el sistema sanitario público catalán es potente y de calidad igual nos lo creemos poco y a veces hace falta que nos lo digan desde fuera para acabar de hacerlo.
Claro está que eso no es así por la gracia de Dios. Este ranking se elabora mediante la suma de encuestas de profesionales del sector, sobre los indicadores de satisfacción de los pacientes y con el análisis de los indicadores del rendimiento médico. Es decir, con la opinión de los profesionales, la de los usuarios y con la evaluación de los números. Es el resultado de la apuesta firme por un sistema sanitario público, por las inversiones, por las mejoras constantes y por la apuesta por unas políticas socialdemócratas y de izquierdas con la salud como el pilar del estado del bienestar. La antítesis de las políticas neoliberales que vivió Catalunya no hace tanto y donde, precisamente, de los recortes al sistema sanitario público hacían bandera.
Este es uno de los muchos ejemplos por los cuales urge formar gobierno. Cuando tendríamos que estar centrados en eso, cómo afrontar las prioridades y urgencias del país, en cambio, continuamos atascados en la eterna negociación que vive la política catalana. Es por todo eso que hay que tener un president, unos consellers y un ejecutivo que hagan frente al enorme reto que tenemos delante como sociedad. Sería un error gravísimo que alguien antepusiera los intereses propios a los de país en un momento en que la gente está sufriendo mucho. La pandemia y la crisis económica no esperan. Necesitamos respuestas urgentes y no nos podemos permitir perder más tiempo.
Si hoy no hay Govern, es sencillamente porque todavía escuecen los resultados del 14-F y porque algunos todavía están instalados en la incapacidad capciosa de asumirlos
Es del todo incomprensible que haga más de dos meses de las elecciones del 14 de febrero y que desde entonces asistamos a una ceremonia de confusión protagonizada por quien es incapaz de digerir y gestionar el resultado electoral. Hace más de dos meses que ponen en entredicho la amplia mayoría independentista y progresista. Hace más de dos meses del cuento de "si suman con el PSC, pactarán con el PSC", la punta del iceberg de un cúmulo de falsedades para sustituir la incapacidad de definir ningún tipo de estrategia plausible y de sumar para avanzar. El malo siempre piensa engaño.
Cuando has sustituido el rigor y la seriedad por las astracanadas y los fuegos artificiales; cuando vives como un drama el cambio de hegemonías dentro del movimiento independentista ―ahora, a la izquierda―; cuando profesas la fe del converso; cuando has hecho de la apelación a la unidad un arma arrojadiza y arbitraria a discreción; cuando extiendes la crispación y arremetes compulsivamente contra aquellos que hace años que estiran el carro; cuando te comportas como un egoísta que no tiene ninguna prioridad más que intereses de parte, entonces es normal que estés dispuesto a romper la baraja si no repartes tú las cartas.
Si hoy no hay Govern, es sencillamente porque todavía escuecen los resultados del 14-F y porque algunos todavía están instalados en la incapacidad capciosa de asumirlos. Lo que hacen y cómo actúan es la demostración diáfana que no tienen ninguna otra prioridad que no sea evitar al precio que sea la alternancia dentro del bloque independentista. Ni hacen, ni dejan hacer. Si no es que contemos con el carné de caucho.
¡Ya basta! Catalunya no se merece estar sometida a los pies del delirio. O caja o faja. O se hace gobierno ya con ellos dentro, o que hagan el favor de dejar gobernar a los republicanos en solitario. O que sean lo bastante honestos para decirnos que en ningún caso admiten el resultado y que nos quieren empujar a elecciones. Y aviso a navegantes. Lo que mal empieza, mal acaba. Y la actitud de Junts no puede ser más clara. Nos espera un devenir caótico y sometidos a los caprichos y arbitrariedades de aquellos que se niegan a aceptar el veredicto de las urnas.