En Roger Mas y la Cobla Sant Jordi lo han vuelto a hacer: han parido un disco que es una bocanada de agua fresca. Enseguida recuerda a la Oda a Francesc Pujols, del primer disco con la Cobla Sant Jordi, y en ese verso volador: “en un moment d’inspiració, dona un respir a la nació”. La buena admiración lleva a mimetizarse por el lado de las virtudes, y parece que Mas ha logrado darnos el respiro que necesitábamos. De una manera simpática y juguetona, la sonoridad de la cobla lo hace todo ligero. Desde la premisa de no darle muchas vueltas, de no hacerse mala sangre y de priorizar las ganas de pasárselo bien, Roger Mas tiene el don de apuntalar la cultura catalana recordándonos que —precisamente porque es la nuestra— no hace falta mucho cálculo para aproximarse a ella.

Es una paradoja: a veces pensamos que lo que hacemos, todo lo que creamos y consumimos —sobre todo desde la vertiente artística—, debe tener un objetivo de servicio concreto para que tenga valor. Pasa, en cambio, que no hace mucha falta ir a ninguna parte, que no hace falta emprender una travesía para llegar a hacer algo "nuestro". Aún somos quienes somos. La bocanada de agua fresca y el "respiro nacional" se notan porque la catalanidad desvelada como medio, y no como fin, constata que lo que somos no es nada que haya que ir a buscar. Nuestra catalanidad no es ni alquímica, ni impostada: ya es una base firme desde la que crear y no hace falta llenarla de etiquetas ni hacer piruetas para legitimarla.

Roger Mas tiene el don de apuntalar la cultura catalana recordándonos que —precisamente porque es la nuestra— no hace falta mucho cálculo para aproximarse a ella

Escuchado el disco palmo a palmo, me ha venido a la cabeza la frase profética de un reportaje publicado hace unos meses: "Si él, el aedo de nuestra épica, metamorfosea, significa que el país también está a punto de hacerlo". El contexto político y la voluntad de afirmar determinados consensos sociales, de llegar adonde, en realidad, no nos querían, generó una artificialidad en torno al hecho nacional. El afán de naturalidad es siempre una ficción: lo que es natural existe antes del afán. No se trata de "ser catalán como si no costara", se trata de serlo en la medida en la que no nos cuesta nada: es un hecho, no una comezón. Y además, nos da la lengua desde donde acercarnos a otras lenguas, tal como hacen Mas y la Cobla Sant Jordi. Si la catalanidad no es alquímica, tampoco es performativa. Roger Mas no hace música con una cobla porque la cobla mole: hace música con cobla porque la cobla mola. La distancia entre la primera mitad de la oración y la segunda es la distancia entre hacer algo para desacomplejarte y hacerla porque estás tan desacomplejado que ya no eres ni consciente de los complejos.

En estos términos, Roger Mas y la Cobla Sant Jordi afianzan porque logran abstraer la catalanidad de sus condiciones, precisamente para que pueda sobreponerse a ellas y exponerse genuinamente. Sin pretensiones, casi como un automatismo. Tratarse con franqueza implica conseguir que lo que hemos racionalizado y lo que vivimos interiormente sean la misma cosa. En este encaje, supongo, es donde radica la sensación de reposo, de agua fresca, de respiro. "Aunque yo siempre intento que las cosas que hago tengan un valor cultural, no quiero perder de vista que sea un disco que haga pasar un buen rato y no poner responsabilidad sobre el público", explicaba Mas. La naturalidad sin ansia naturalizadora quita tensiones de encima y abona el ambiente para el disfrute. Y el disfrute siempre es apetecible, sobre todo cuando no sirve de excusa para hacerse el sueco.