Estoy totalmente en contra de la OPA que el BBVA ha presentado al Banc Sabadell. Mis criterios de oposición se pueden agrupar en dos ejes principales. Primero, por cómo lo veo como país; segundo, por el modelo económico que más me gusta y defiendo.

A nivel de país, aunque el Banco Sabadell trasladó su sede social fuera de Catalunya en 2017 —me referiré a ello después—, significaría la desaparición de un banco arraigado en Catalunya. Una entidad histórica con buena implantación en el territorio. Existe el riesgo de deslocalización de oficinas y pérdida de puestos de trabajo, sobre todo en Catalunya. Así como el de un cambio de prioridades que ponga en peligro una larga trayectoria de apoyo a la PIME y que conoce el tejido económico catalán. En clave de país también se debe ver que reforzaría aún más la concentración de poder económico en Madrid, lugar donde tiene el centro de poder el BBVA, un banco vinculado al establishment, a las grandes élites políticas y económicas del Estado.

Económicamente, la OPA significaría la reducción de la competencia en el sector bancario, lo cual perjudica mucho a los consumidores y a las empresas, ya que con menos competencia se reduce la presión para ofrecer mejores servicios, reducir comisiones o innovar. Poca competencia es un ataque a nuestra libertad para poder elegir. Una falta de opciones reales para poder elegir puede acabar en la uniformización de condiciones por parte de las pocas entidades restantes y empeorar las condiciones para los usuarios. En clave de modelo económico también se debe ver que un sistema bancario formado por entidades muy grandes y sistémicas genera una dependencia excesiva de pocos actores e incorpora más riesgos al sistema financiero, que, si falla, acaba pagando la gente.

La campaña de publicidad que han lanzado los dos bancos inmersos en esta pugna probablemente se estudiará en algunas facultades. Por parte del Sabadell se podrían haber puesto algunos argumentos más de los expuestos hasta ahora, pero en 2017 se fueron. No es ningún reproche, es una constatación: hay mucho interés, pero poco afecto. En un momento clave algo se rompió y parece que la distancia emocional es grande. Pocos dejaron de ser clientes y nadie quiere la OPA. A pesar de ello, hay frialdad. Por eso, argumentos más catalanistas como la pérdida de soberanía económica de Catalunya, la defensa de estructuras económicas propias y fuertes, los activos estratégicos o la resistencia de un banco catalán frente a Madrid, no están circulando. Frialdad.

También estoy en contra de las políticas de vivienda que propone el presidente Illa. De nuevo, mis criterios de oposición se agrupan en dos ejes principales. Primero, por cómo lo veo como país; segundo, por el modelo económico que más me gusta y defiendo. No entraré en detalle, ya que los argumentos coinciden bastante con la fuerte crítica que hace Foment del Treball y que ayer explicaba Marta Lasalas en este periódico: "El mayor ataque en democracia contra la propiedad privada", decía el titular. La entidad que preside Josep Sánchez Llibre pide sumas al Parlament que "ayuden la economía productiva y no la frenen o la reduzcan como hasta ahora" y "restablecer el respeto al derecho fundamental de la propiedad y el derecho de empresa". Estoy totalmente de acuerdo. Aunque resulta que quien está llevando a cabo todas estas medidas contra las que se quiere rebelar la patronal catalana es el presidente Illa. Aquel que según muchos empresarios representaba la moderación y la buena gestión.

La patronal vallesana CECOT fue suspendida de Foment por el trasfondo independentista

En 2017 el presidente era Joaquim Gay de Montellà. En esa época, a pesar de la constante demanda de diálogo y las llamadas para que las empresas no trasladaran las sedes sociales fuera de Catalunya, la entidad se manifestó contra el 1 de octubre. En 2018, la patronal vallesana CECOT —que participó en la Mesa por la Democracia y apoyó las paradas de país del 3 de octubre— fue suspendida de Foment por el trasfondo independentista, aunque se adujeron normas internas. No es ningún reproche, es una constatación: hay interés, pero poco afecto. Consciente de esto, el nuevo presidente, Josep Sánchez Llibre, ha visitado al presidente en el exilio y ha intentado reconstruir puentes con el independentismo y reconectar con una parte. De una forma justificada o no, una buena parte de la clase media catalana se sintió de nuevo alejada, si no de los empresarios, sí de la patronal. Muchos de ellos están de acuerdo con lo que ahora denuncian y proponen, pero hay frialdad. ¡Etcétera!

Bancos y patronales tomaron decisiones estratégicas de gran trascendencia durante el proceso de independencia. Siempre expresando preocupación por las consecuencias económicas del proceso soberanista. Ahora reciben OPAs y ataques al derecho de empresa. Estoy en contra, pero entiendo la frialdad.