No son los pueblos los que tienen que sacrificarse por los líderes, sino los líderes por los pueblos. O al menos eso nos ha hecho ver el imaginario épico desde la Ilíada. Sí, empiezo fuerte. Y no, no hablaré de épica. Hablaré de la cruda realidad de una oportunidad de oro que podemos volver a estropear por falta de visión holística de la política. Dejo el apunte de la visión holística para no empezar a emplear terminología más contundente.
Los hechos. Existe un pacto de investidura que permite a los catorce diputados independentistas plantear al PSOE una ley de amnistía. Es una ley de una complejidad inmensa, que tiene una dificultad real para ser aplicada, que no permite dejar claro ni a quién afectará, ni qué camino acabará transitando, ni cuándo permitirá volver a la normalidad. Es una ley que no podrá, gracias a la estimadísima división de poder, ser aplicada como querríamos. Deberán aplicarla e interpretarla algunos jueces que quizás —e incluso legítimamente— no tienen ganas de hacerlo. Parece que en España, el poder legislativo actual y algunos protagonistas del poder judicial conviven sin ponerse de acuerdo en muchas cosas. Mientras unos intentan hacer que vuelva a instalarse un clima de convivencia tranquila en Catalunya, persiguiendo legítimos réditos políticos, algunos de los otros quieren trascender y tergiversar no tan legítimamente su función judicial y convertirla en una herramienta política más. Esperemos que Europa ponga un poco de orden en todo este tema. Pero hace solo unos meses, si alguien nos hubiera dicho que el PSOE estaría pactando una ley de amnistía con los independentistas, lo habríamos tildado de loco. Ahora tenemos una ley muy cerca, suficiente para ERC y, aparentemente, insuficiente para Junts.
Entiendo que votando en contra de la ley, los de Junts sabían que no era un tie break y que tenían quince días más para seguir pactando. No sé cuántas veces más podemos ir demorando la presentación de la ley. Quince días me parecen razonables si se consigue una mejora que me la podrán vender como quieran a mí y a la mayoría, porque estamos hablando de cuestiones tan técnicas que todo "cola". Pero seguir alargando la aprobación de la ley de amnistía con la posibilidad de votar en contra genera una sensación de absurdo tan grande que no se entiende cómo alguien puede quererlo justificar con argumentos épicos. "O todos o nadie". ¿En serio? Son los líderes los que deben sacrificarse por los pueblos, y no al revés. 1.432 causas amnistiables —según Òmnium—, contra unas 200 menos, si —como dice Pepe Antich— los jueces hacen una aplicación muy restrictiva. Pongamos que 1.232 independentistas son amnistiables. ¿Alguien a estas alturas todavía duda de que no tiene ningún sentido dejar de lado a los 1.232 encausados independentistas que tienen la oportunidad de verse liberados si prospera la ley? Si yo fuera amigo o familiar de uno de ellos, lo tendría claro. Porque votando en contra de la ley no estamos votando en contra del PSOE. Para ello habría que votar a favor del PP en una moción de censura. Votando en contra de la ley de amnistía, votamos en contra de los 1.232, estamos votando en contra nuestra.
Marta Rovira acepta la ley que se somete a votación, aunque sabe que probablemente no servirá para detener la causa injusta que todavía tiene pendiente por terrorismo del Tsunami
Parece claro que 1.232 causas abiertas contra el independentismo pueden quedar amnistiadas, pero también que los imputados por el Tsunami podrían tener que esperar a ver si progresa la causa de terrorismo abierta. Y dentro de los imputados por el Tsunami están Marta Rovira, una líder de ERC, y Carles Puigdemont, un líder de Junts. Marta Rovira acepta la ley que se somete a votación, aunque sabe que probablemente no servirá para detener la causa injusta que todavía tiene pendiente por terrorismo del Tsunami. Los de Junts esgrimen el argumento épico de que o todos o nadie. Es decir, que si hace falta, sacrificamos a novecientos porque no queremos sacrificar al líder. Rovira acepta el sacrificio, y parece que Puigdemont no. ERC, que acaba de sacrificar la candidatura de Junqueras, ahora sacrifica el regreso de Marta Rovira. Hasta aquí los hechos.
Estoy seguro de que Junts aprovechará estos quince días para afinar la ley, para ayudar todavía más a los 1.232 encausados por el procés independentista. Estoy seguro de que Junts no puede de ningún modo sacrificar a los 1.232. Estoy seguro de que si Marta Rovira acepta el sacrificio, no hay ningún motivo para que Puigdemont no lo haga. Sé que los del relato pueden vender lo que haga falta para justificar un hipotético voto en contra de la ley. Pero no creo que se entendiera que puedan dejar tirados a los 1.232. Hay mil maneras de cuestionar al gobierno socialista y de marcarlo, incluso de tumbarlo. Pero no se entendería que fuera votando en contra de la ley de amnistía. No se entendería. Permitid que termine hablando de la capacidad de sacrificarse de los líderes, porque esta creo que es una de las claves. Sé que Marta Rovira acepta nuevamente el sacrificio, porque es lo mejor para la causa de los 1.232. Y no veo cómo, ni de qué forma, ni por qué motivo no tiene que sacrificarse Puigdemont y aprobar una mala ley para él, pero útil para los 1.232. Puedo dudar de muchas cosas sobre Puigdemont. Pero no de su capacidad de sacrificio.