Como bien sabéis, el catalán vive un momento extremamente crítico; sobre todo en las Islas Baleares, en la Comunidad Valenciana y en la capital de Catalunya, donde se habla un batiburrillo lingüístico que se aleja mucho del catalán de Pere Calders, Ramon Llull o Joanot Martorell. Van a por todas para hundir el catalán, y no se esconden. Los resultados de las últimas elecciones municipales son solo un presagio de lo que vendrá con las elecciones generales: la destrucción definitiva de la inmersión lingüística en los Països Catalans. Por eso he pensado que, esta semana, mi deber era aportar positivismo al asunto y, con el corazón lleno de alegría, he preparado un listado de cambios que podemos hacer todos (con ilusión) para revertir este futuro catastrófico. Como bien dice el dicho que acabo de inventarme: «Si con el catalán tienes esperanza, habrás la bienaventuranza».
El primer cambio que podemos hacer es hablar siempre —y, cuando digo siempre, quiero decir siempre— en catalán. Os puede parecer un consejo muy obvio, pero, incluso siendo tan obvio, poca gente es capaz de hablar únicamente en catalán. Y no me vengáis con la excusa de que hay cosas que no se pueden decir en catalán, porque os haré leer doscientas veces el Diccionario Alcover-Moll. Una forma sencilla de llevarlo a cabo es imaginando que solo sabéis hablar en catalán. Si sois capaces de hacerlo, pasaréis al segundo nivel del cambio y, en este nivel, aprenderéis tres cosas muy importantes (que os servirán para ser mejores personas): la primera es que tenéis que hacer un gran esfuerzo para no pasaros al castellano cuando alguien os habla en castellano (síntoma claro de una baja autoestima lingüística); la segunda, que hay gente que tiene alergia al catalán, y, la tercera, que, gracias a Dios, también hay gente que te agradece que le hables en catalán porque tiene ganas de aprenderlo.
El segundo cambio que os aconsejo que hagáis es que pidáis, en cualquier sitio donde vayáis, que os atiendan en catalán. Con autoestima, como si tuvierais un país detrás de vosotros que os apoya. Al principio, os parecerá que tenéis una actitud soberbiosa y supremacista, pero no os preocupéis, lo hacen todos los hablantes de lenguas con estado propio y nadie les abuchea. No tardaréis en acostumbraros y, cuando lo hagáis, es el momento de ejecutar el tercer cambio: pedir la hoja de reclamaciones en todos los locales donde no os hayan querido atender en catalán y dejarles claro que no volveréis a poner los pies en su local porque ya estáis hasta las narices.
Basta ya de sentirse culpable por hablar en catalán, disfrutad de vuestra lengua sin complejos
El cuarto cambio, tienen que llevarlo a cabo los empresarios. Os aviso de antemano: no todo el mundo tiene la fortaleza mental necesaria para emprender esta misión. Para realizar este cambio, se tiene que tener la autoestima bastante bien puesta, si no, abandonaréis el barco después de la primera crítica. Se trata de etiquetar, de publicitar, de vender el producto, de hacer las instrucciones, de hacer todo lo que tenga que ver con la empresa en catalán. Tenéis que estar muy preparados psicológicamente para hacer este cambio, porque os vendrán cientos de personas a deciros que el castellano vende mucho más que el catalán y que, si lo hacéis todo en castellano, conseguiréis muchos más clientes. La buena noticia es que, si no os dejáis torcer por ningún chantaje emocional, empezaréis a notar que vuestra autoestima lingüística empieza a mejorar y que ya no hay nada que os pueda parar. Esto significa que ya estáis preparados para llegar al clímax de los cambios que tienen que servir para salvar el catalán.
El quinto y último cambio, pues, es la transformación espiritual. Consiste en abrir los ojos de una maldita vez y daros cuenta de que habéis estado viviendo atrapados durante años en un síndrome de Estocolmo que os hacía bajar la cabeza cada vez que alguien os hablaba en castellano. Basta ya de sentirse culpable por hablar en catalán, disfrutad de vuestra lengua sin complejos, saboread los pronombres débiles, disfrutad de los dichos y refranes catalanes y proclamad a los cuatro vientos que sois catalanes. ¡Con ilusión!