Aparte de la performance sentimental de Pedro Sánchez, que ha cambiado radicalmente la campaña del 12-M dejando a Carles Puigdemont casi desorientado, tiene cierta gracia que uno de los únicos titulares relevantes de estas elecciones haya sido el fichaje estelar de Josep Lluís Trapero por el PSC. Esta contratación sorpresa —que Salvador Illa anunció durante el tedioso debate de TV3, aduciendo que el major de los Mossos ocuparía un cargo hasta ahora de naturaleza estrictamente política; la Dirección General de la policía— denota que el líder socialista ha acabado aprendiendo el arte de la jugada maestra de su capataz en el PSOE. Hasta hace pocos años, Trapero fue un sex symbol del independentismo, gracias a la contundente actuación durante los atentados en la Rambla (hoy que votaréis vale la pena recordarlo; perpetrados por yihadistas más catalanes que la Moreneta) y la escasa intervención coactiva de los Mossos en el 1-O.

Todo eso empezó a cambiar cuando, para protegerse de la bilis que le tenía guardada la derecha judicial madrileña de la Audiencia Nacional, el mayor de los Mossos confesó que —durante los hechos del 2017— había diseñado un pacto para detener al president Puigdemont. Trapero fue de los primeros listillos en ver que los líderes del Procés jugaban de farol y trabajó su espacio con maña, erigiéndose en héroe indepe cuando, en el fondo, no dejaba de ser algo tan sencillo como un policía muy español.

Trapero muestra, en definitiva, que el Procés ha transformado la política catalana de los últimos años en una carrera para salvarse a cualquier precio. A Salvador Illa le importa un pimiento la experiencia policial del major, pero necesitaba fichar a un saltimbanqui de la Tercera Vía que —ya de paso— le asegurara una parte de convergentes tránsfugas como Santi Vila y Miquel Sàmper. Lo que todavía tiene más gracia de todo es la reacción de Esquerra que, en el último día de campaña electoral, aprovechaba para regalar la condición de major a Eduard Sallent (en una farsa de oposiciones contra la comisaria Alícia Moriana, que ha hecho santamente de llevarlas a los tribunales). La cuestión, nuevamente, no tiene nada que ver con los Mossos; la única pretensión de esta politiquilla es seguir chapuceando de corrupción el Govern.

A Salvador Illa le importa un pimiento la experiencia policial del major, pero necesitaba fichar a un saltimbanqui de la Tercera Vía que —ya de paso— le asegurara una parte de convergentes tránsfugas como Santi Vila y Miquel Sàmper

Aparte de politizar la bofia con tácticas de república bananera, hay que ver cómo el 12-M también nos ha regalado un panorama de políticos que actúan como la pasma más opaca, con el único objetivo de salvar su culo. Estos comicios no solo han sido los más españolizados de nuestra historia, sino que (quizás con la sola excepción de la CUP) el único argumento de los candidatos ha radicado en la propia supervivencia. Illa necesita ganar lo suficiente para asegurarse el virreinato con que Pedro Sánchez quiere controlar a los partidos procesistas, Carles Puigdemont ha resucitado a la momia de Jordi Pujol y el bronceado de Artur Mas para tapar todas las mentiras del 2017, poder volver al país y engordar la farsa, y el pobre Pere Aragonès ha intentado alzarse los mocasines para incrustar Esquerra en el bipartito o tripartito que salga. Todo es agonía, pasarela, y ganas de aferrarse a la cueva.

Fijaos si la cosa tiene cachondeo, que incluso el sector más españolista y radical del arco parlamentario ha vuelto a impostar una campaña autonómica para salvar los muebles; Sílvia Orriols todavía ha tenido bastante gracia para convencer a algunos ingenuos de que la Generalitat puede expulsar marroquíes del país y Vox ha acabado presentándose con un lema ridículamente robado a Jacint Verdaguer. En este panorama de salvavidas y trileros, es de justicia poética que la única figura política relevante del Procés que haya acabado restituida sea precisamente un caixacobri de manual como el major Trapero. Él fue de los primeros en ver la jugada y aplaudimos su perseverancia a la hora de mantenerse en el centro de este vodevil espléndido que mañana continuará con (espero) uno de sus últimos petardeos. Dicen que será un día de sol, ideal para hacer una excursión, andar por la playa, o alargar la siesta.

Dejar de salvarlos está en vuestras manos. Votar, ahora sí, tiene un precio.