Como su nombre indica, la principal obligación de un gobierno es gobernar. Si, por las razones que sean, no puede gobernar, lo que corresponde no es lamentarse, apalancarse y descargar las culpas en los demás, como ha hecho el Gobierno de Pedro Sánchez esta semana, cuando ha fracasado con el decreto ómnibus, sino ceder el paso a quien esté en condiciones de dirigir el país.

Gobernar conlleva muchas ventajas a los titulares del poder ejecutivo. Por ejemplo, con dinero que no es suyo, el Gobierno puede ejercer de generoso y subir las pensiones para satisfacer a los jubilados. Ahora bien, si no las sube, los jubilados no estarán tan satisfechos con este gobierno y cuando haya elecciones también actuarán en consecuencia. Y que no les vengan con puñetas, que el encargado de subir las pensiones es el gobierno, no la oposición.

Por su parte, la principal función de un grupo parlamentario es defender los intereses de la gente que representa. Si demuestra que su intervención les resulta útil, los ciudadanos se sentirán satisfechos y cuando lleguen nuevas elecciones también actuarán en consecuencia. Y viceversa.

La batallita del decreto ómnibus y las pensiones no pasa de ser un espectáculo de politiquería que nada tiene que ver con los intereses de los gobernados, sino que se sitúa en el ámbito particular de las estrategias partidistas de unos y otros, ajenas a las cuestiones de fondo

De acuerdo con estas premisas, ni el gobierno de Pedro Sánchez está en condiciones de seguir gobernando, ni la actuación de Junts per Catalunya en la votación del decreto ómnibus ha demostrado una utilidad directa a sus representados, sino más bien lo contrario, sobre todo sabiendo, como se podía saber, que el ejecutivo y todo su aparato de propaganda impondría el relato de presentar a la oposición como los malos de la película.

Y todo no pasa de ser un espectáculo de politiquería que no tiene nada que ver con los intereses de los gobernados, sino en el ámbito particular de las estrategias partidistas de unos y otros, ajenas a las cuestiones de fondo.

De todos modos, no hay que sufrir, de momento, por las pensiones. El Gobierno de Pedro Sánchez ya sufre sus propias debilidades como para pasar a la historia como el gobierno más progresista que bajó las pensiones a los jubilados. Tarde o temprano, el ejecutivo decretará el aumento de las pensiones en un 2,8% con el apoyo de Junts y probablemente del resto de grupos.

Nadie ha visto la importante derrota parlamentaria del Gobierno como una victoria de Junts per Catalunya, que no ha logrado que el PSOE cumpla sus compromisos y corre el riesgo de trasladar a su electorado una imagen de no hacer ni dejar hacer

El decreto ómnibus es una especie de cajón de sastre que incluye sesenta medidas en diversos ámbitos que el Gobierno utiliza para desplegar sus políticas, colocando en forma de zanahoria la revalorización de las pensiones y las bonificaciones al transporte público, para obligar al resto de grupos a dar su apoyo o quedar mal con los pensionistas y los usuarios de cercanías. Sánchez estaba convencido de que Junts per Catalunya no se atrevería a tumbar el decreto y aquí es donde ha cometido un error de cálculo muy grave, porque el resultado del espectáculo ha sido poner en evidencia su incapacidad de gobernar incluso en asuntos trascendentales. Y si no puede, la consecuencia lógica debería ser convocar elecciones para que gobierne quien sí lo pueda hacer. No parece que este sea el siguiente paso de Pedro Sánchez, que se vería abocado a una derrota electoral (y personal) segura, así que intentará por enésima vez, no sin penas y dificultades, recoger cable y resistir, obviamente en peores condiciones porque, como dice el refrán catalán, en cada colada se pierde una sábana.

Y esta nueva fase de la legislatura habrá que ver cómo es capaz de gestionarla Junts per Catalunya. Se mire como se mire, nadie ha visto la derrota del Gobierno como una victoria de Junts, sino más bien al contrario. No ha logrado que el PSOE cumpla sus compromisos y corre el riesgo de trasladar a su electorado, gracias también a la propaganda oficialista, una imagen de no hacer ni dejar hacer, es decir lo contrario de lo que hizo de Convergència un partido/ lobby tan potente bajo el slogan fem i farem. CiU tuvo mejores resultados electorales a medida que rentabilizaba cada una de las votaciones en el Congreso... Siempre a favor, casi nunca en contra, fuera con el PSOE o con el PP.

Obviamente, la situación política no es la misma y Junts per Catalunya, a pesar de los consejos que le dio Jordi Pujol esta Navidad en la Garriga, no es como Convergència y no está claro que quiera serlo. Ahora mismo lo que se llama el gen convergente solo lo reivindica públicamente el exconseller Germà Gordó, al frente de un partido minoritario de nombre inequívoco, Convergents, que no se cansa de expresar la sana envidia que le provocan los logros del PNV, que por cierto, más pronto que tarde, recuperará su palacete en París.

El malvivir de Sánchez y Puigdemont se ha convertido en el modus vivendi que les asegura su existencia política, porque hoy por hoy la legislatura española depende de ambos. Los demás no cuentan

Las vehementes intervenciones de la portavoz Míriam Nogueras en el Congreso responden a una lógica estrictamente independentista, y en este sentido lo coherente, como ha escrito Antonio Baños (ex CUP), sería utilizar su fuerza parlamentaria para desestabilizar sistemáticamente la política española hasta que el Estado se avenga a negociar la soberanía. Sin embargo, esta sería una estrategia radical de frutos tan inciertos y de apoyo electoral seguramente minoritario que Junts no se atreve a practicarla al 100%. Entre otros motivos porque JxCat puede infligir tantas derrotas como quiera al partido de Pedro Sánchez, pero nunca podrá derribarlo si no es apoyando una moción de censura imposible liderada por un Partido Popular que solo piensa Catalunya con criterios de persecución penal. Esto sitúa a Junts en un dilema que los instala en la amenaza permanente, avisando cada día de que viene el lobo, y mal cuando el lobo no llega y mal cuando, alguna vez, como esta semana, el lobo debe hacer acto de presencia para que no los confundan con el pastorcillo mentiroso.

Ciertamente, no es fácil diseñar una estrategia en política española desde el independentismo y el exilio. Huelga decir que es un malvivir, como es también un malvivir el sistema de gobernanza adoptado por Pedro Sánchez, un malvivir el de Sánchez y Puigdemont que se ha convertido en el modus vivendi que les asegura su existencia política porque, al fin y al cabo, hoy por hoy la legislatura española son ellos dos. Los demás no cuentan.