Pedro Sánchez y Carles Puigdemont protagonizan hoy una batalla política que no puede ser más insólita. Son aliados, pero son también rivales; se necesitan mutuamente, pero el éxito de uno es la derrota del otro y después del combate, sea cual sea el resultado, tendrán que seguir hablando, porque es mucho lo que está en juego. Nunca unas elecciones en el Parlament de Catalunya han tenido tanta trascendencia más allá del Principat como las que se disputan hoy. Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno de España, ha tenido que implicarse como si fuera candidato precisamente porque el resultado marcará una inflexión no solo en la política sino en el rumbo de la democracia española.

Una reedición de la mayoría independentista, liderada nuevamente por Carles Puigdemont y en condiciones de determinar la legislatura española, es una ecuación nunca prevista por nadie, de consecuencias imprevisibles. Constataría una vez más que el pleito de Catalunya con el Estado sigue vivo y que no se puede resolver a base de represión y persecución. Es obvio que el éxito o fracaso de Carles Puigdemont marcará una inflexión en la relación Espanya-Catalunya que determinará el futuro a medio plazo de Catalunya como nación o como comunidad autónoma.

Son aliados, pero son también rivales; se necesitan mutuamente, pero el éxito de uno es la derrota del otro y después del combate, sea cual sea el resultado, Sánchez y Puigdemont tendrán que seguir hablando

Precisamente, Pedro Sánchez ha irrumpido en la campaña de Salvador Illa porque necesita abanderar la derrota democrática del independentismo. Es la única manera con que puede justificar al resto de España toda la estrategia seguida hasta ahora en la gestión del conflicto catalán y especialmente la amnistía. Si en vez de eso, Carles Puigdemont, hasta hace poco el enemigo público número 1 del Estado, vuelve vencedor de su exilio, en Catalunya habrá una fiesta, pero en Madrid se producirá un terremoto político sin precedentes y Sánchez afrontará las inmediatas elecciones europeas señalado por la caverna política e institucional como el gran cómplice de la traición en el Estado. No hay que decir que los poderes y la máquina del fango se ensañarían con él con más virulencia que hasta ahora.

Así que a partir de hoy se abren tres escenarios posibles. Govern Puigdemont con mayoría independentista; gobierno Illa tripartito con ERC y Comuns, o repetición de elecciones y cualquiera de los tres escenarios supondrá una grave amenaza a la continuidad de la legislatura española y la permanencia de Pedro Sánchez en la Moncloa.

La mayoría independentista no está asegurada, pero el ascenso progresivo de Junts que han registrado los sondeos en el último tramo de la campaña permite avistar que todo es posible. La incógnita sería como gestionaría Pedro Sánchez el cataclismo madrileño, aunque ni Junts ni ERC tendrían motivos para retirar el apoyo al Gobierno Sánchez, al menos hasta la negociación de presupuestos.

Una nueva mayoría independentista liderada por Puigdemont provocaría un terremoto en Madrid, pero sería el único escenario en que Junts y ERC tendrían más incentivos para mantener el apoyo al Gobierno Sánchez

Las encuestas no auguran un buen resultado a Esquerra Republicana, pero es el único partido imprescindible para articular cualquier mayoría de gobierno. Su concurso será necesario para hacer presidente a Puigdemont, pero también para hacer presidente a Salvador Illa de un gobierno tripartito con los Comuns que es el escenario más probable según los sondeos. La incógnita en este caso sería qué haría Junts per Catalunya en el Congreso de los Diputados sin ningún otro incentivo para mantener la estabilidad del Gobierno Sánchez que esperar la aprobación de la ley de amnistía. Resulta, sin embargo, que los plazos para aprobarla los decidirá la presidenta del Congreso, la socialista mallorquina Francina Armengol, y si se disuelven las Cortes, la ley decaería.

Esquerra Republicana tendrá que decidir si participa activamente en el reagrupamiento del movimiento soberanista en torno al liderazgo de Puigdemont o prefiere garantizar la cuota catalanista de las izquierdas autonomistas. Es una decisión difícil que no se tomará antes de las elecciones europeas y quizás mucho más allá. Los republicanos también tendrían la llave para forzar la repetición de elecciones, pero los riesgos serían considerables, especialmente para los partidos soberanistas.

Sin acuerdo de gobierno, la repetición electoral sería en octubre, justo cuando el gobierno de Pedro Sánchez tendría que terminar el proyecto de presupuestos generales del Estado para el próximo año, dado que políticamente sería difícil sostener una nueva prórroga. Y si en alguna cosa están de acuerdo Junts y ERC es que el apoyo a las cuentas del Estado debe llevar implícito un cambio estructural en el sistema de financiación que equipare Catalunya con el País Vasco y Navarra, algo difícil de tragar para los barones socialistas.

La repetición electoral solo la puede forzar Esquerra Republicana y supondría un riesgo enorme para las candidaturas soberanistas porque Pedro Sánchez podría convocar elecciones españolas al mismo tiempo e incluso podría hacer decaer la ley de amnistía

De hecho, en Madrid ya se da por sentado que Sánchez piensa convocar elecciones antes de acabar el año. Quizá solo se trate de una amenaza que se pone en circulación para advertir a los independentistas de que si no se portan bien igual se quedan sin amnistía. Si la legislatura cae, la amnistía, también.

Y para añadir emoción, travieso como es Sánchez, no encontraría mejor fecha para convocar elecciones generales que hacerlas coincidir con las catalanas en un mismo día del mes de octubre. Sánchez lideraría la gran batalla democrática para que el independentismo no volviera a tener poder decisorio ni en Madrid ni en Catalunya. En tales circunstancias, en Catalunya los socialistas ganarían, con toda seguridad, por mayoría absoluta.