Este que acabáis de leer es el lema con el que el Govern ha presentado su programa cultural para el próximo Sant Jordi. A mi entender, diría que una de las cosas por las que siempre adoré especialmente esta diada (a diferencia de la fastuosa celebración nacional-septembrina) es precisamente que el poder la había acostumbrado a dejar en manos de la sociedad civil. Esto que digo lo aplico a todas las administraciones de nuestra historia, las cuales recientemente se han dedicado a ensuciar Sant Jordi con unos programas culturales vomitivos, de equivalencia literaria bastante parecida a los events inframentales de La Vanguardia. A su vez, cuando era pequeño, esto de Sant Jordi tenía su cachondeo, debido al protagonismo de los escritores; sin embargo, desde hace lustros, nuestros plumillas tienen que convivir con aspirantes a estrellas televisivas e intentar asomar la nariz entre los horripilantes chiringuitos de los partidos.

Ahora el PSC nos dice que Sant Jordi será "de tothom". Y yo me pregunto; ¿hasta ahora, de quién coño era? Que yo sepa, los catalanes no habíamos negado la fiesta de la rosa y de los libros a ningún colectivo, por vulnerable que sea; el lector podrá corregirme, pero no he vivido ninguna diada donde se discriminaran a los transexuales, a los hindúes o a los fabricantes de automóviles. De hecho, fijaos si Sant Jordi ha sido y es un asunto cultural inclusivo (puaj), que incluso permitimos que los escritores españoles se paseen por Barcelona con aquella cara de los castellanos cuando fingen que se encuentran a gusto en nuestra capital "porque es la mar de europea". Por otra parte, hay que insistir en que nuestra celebración del libro y el amor es de una tolerancia tan alta que incluso permite que Ramon Gener o Toni Cruanyes nos den la tabarra con libros que comprará todo dios y no recordará nadie. ¿Existe sacrificio cultural más "de tothom" que este?

Que nadie apele a consensos ficticios cuando se está haciendo partidismo. Esta era una diada bonita; no había que ensuciarla con la tontería de siempre

Provocaciones aparte, me permitiréis recordar una cosa tan básica como la dirección descendiente de la lluvia; los rituales, las festividades (¡e incluso los países!) nunca son del total de la población, sino de aquella parte que los siente como propios. Eso también vale, a pesar de lo que piensen los cursis, para las instituciones o las cadenas de televisión públicas, que aquí (y en la China Popular) siempre cuentan con un sesgo político. Si el Govern pretende urdir un programa cultural un poco socialista, federalista o directamente españolizador de cara a Sant Jordi —visto que el lema de la diada se parece sospechosamente al "Govern de tothom" del que a menudo habla el president Illa— que tenga la bondad de salir del armario y no apelar al conjunto de la población. Visto que no nos podemos librar de las cabriolas políticas ni por la diada de la lengua y literatura nacionales, cuando menos que la propaganda se haga a cara bien descubierta.

Fijaos si Sant Jordi no acaba de ser "de tothom", que el president 133 ha decidido disfrazarse de podcaster y participar en uno de los actos del ciclo "Las voces de Sant Jordi" con Javier Cercas, un escritor republicano (pero amigui de Felipe VI), ateo (pero colega del papa argentino), y marcadamente beligerante contra el independentismo (aquí no hacen falta peros). Que la máxima instancia del país dialogue con un intelectual como Cercas no debe ser una elección casual, ni una conversación pensada para que este "tothom" al que se apela se sienta representado. A mí, insisto, me parece fantástico que el Molt Honorable se siente a la mesa a hablar con Cercas sobre sus libros o si hace falta con el mismo Satanás para reflexionar sobre los enigmas del mal moral; sin embargo, se lo ruego, que nadie apele a consensos ficticios cuando se está haciendo partidismo. Esta era una diada bonita; no había que ensuciarla con la tontería de siempre.

Yo entiendo perfectamente que, vista la evolución de Sant Jordi, la mayoría de gente que ama los libros y la literatura de calidad opte por quedarse en casa y evitar deprimirse con una diada cada vez más hortera, masificada y española. Porque así, como sabe de sobra nuestra tribu, acostumbran a ser las cosas que llevan el complemento "de tothom". Los responsables políticos ya tienen una festividad por ensuciar; que nos devuelvan la otra. No era "de tothom", quizás, pero era mucho mejor.