Robert Capa se enamoró de Gerda Taro cuando se conocieron en París. En septiembre de 1935, ella se instaló en un pequeño apartamento —el primero que tenía— cerca de la Torre Eiffel. Solo estuvo cuatro meses. En la primavera de 1936, se fueron a vivir juntos al Hotel de Blois, un establecimiento barato en el número 50 de la rue Vavin, en el corazón de Montparnasse, cerca de Le Select Café. Fue la última residencia de Gerda, que moriría en el verano de 1937 en la batalla de Brunete. El 3 de febrero de 1936, Capa le había escrito una carta a su madre Julia, explicándole las penurias que pasaban todavía, dieciocho meses después de llegar a París, para ganarse la vida como fotógrafos. En la carta, Robert Capa le dice a su madre que “el zapato de Gerda no tiene suela”. Y, más adelante, le escribe que, si al final va a visitarle, no le traiga nada si no tiene dinero, pero que si encuentra alguna prenda “barata y nueva” se la traiga a su “mal hijo” y, sobre todo, “tres pares de zapatos para Gerda”. Del 35.

En 1980, Bruce Springsteen publicó Drive all night. El punto de vista de un hombre que conduciría toda la noche solo para estar con la persona a la que ama, una metáfora del compromiso y la profundidad de su amor, pero también de la tristeza y del anhelo por reconectar después de una rotura. Una canción de vulnerabilidad que se sintetiza en “I'd drive all night just to buy you some shoes / and taste your tender charms”. Conduciría toda la noche para comprarte unos zapatos.

Mejor que sigamos regalando rosas y, a ser posible, con menos aglomeraciones

Cenicienta, después de acudir al baile con la ayuda de su hada madrina, tiene que marcharse antes de la medianoche, antes de que se rompa el hechizo. En su fuga, pierde el zapato de cristal, la clave para que el príncipe la encuentre de nuevo y uno de los símbolos más icónicos de los cuentos de hadas, que seguramente debe de ser políticamente incorrecto a estas alturas por aquello del príncipe azul que no existe y tal. Pero, vamos, que como el 35 de Gerda, el zapato solo encaja en el pie de Cenicienta. Es el símbolo de la búsqueda del verdadero amor. Y, en fin, también una crítica a las modas extravagantes de la aristocracia francesa, pero esta es otra historia.

Ayer regalamos millones de rosas. Y algunos pretendían que regaláramos coches. Si alguna marca de zapatos quiere una idea, pueden hacer una campaña el próximo año con la metáfora del zapato como relación saludable que ofrece confort, apoyo y estabilidad. Y caminar lejos. ¿Qué hay más romántico que, siendo pobre, querer que tu pareja no tenga un agujero en la suela del zapato? ¿O que conducir toda la noche para comprar unos zapatos a tu amor? ¿O que buscar el pie que encaja en un zapato perdido?

Pero parece que no. Que Capa, Springsteen y el príncipe se equivocan. Que regalar zapatos trae mala suerte. Y que el origen de esta superstición viene de Asia. Se ve que en Corea del Sur está mal visto, porque se cree que la pareja caminará lejos, sí, pero lejos de ti. Y algo parecido ocurre en China, Taiwán y Filipinas. Aunque en Filipinas quizá les tienen manía a los zapatos por Imelda Marcos, la esposa del dictador Ferdinand Marcos. Recordarán que cuando se exiliaron en 1986, se hallaron 1.200 pares de zapatos en su armario del palacio presidencial de Malacañan. Así que, no, mejor que sigamos regalando rosas y, a ser posible, con menos aglomeraciones.