En el momento de las emociones radicales, profundas, de las que te invaden en un asombro indescriptible, escribir el adiós a un maestro, un amigo y un compañero es una tarea difícil y de dudoso éxito.
Ayer miércoles, a media tarde, fruto de la conjunción de varias enfermedades crónicas e irreversibles, en las que la Covid-19 poco o nada seguramente ha tenido que ver, Santiago Mir nos ha dejado. No haré aquí la glosa de su trayectoria personal o académica; sus amigos y discípulos la conocemos lo bastante bien y, en todo caso, viene recogida en el libro homenaje que por su 70 aniversario, el fatum de la jubilación, le hicimos un grupo largo de amigos de dos continentes.
Haber sido y perdurado como uno de los abanderados del derecho del sistema penal en España y en Europa es algo que pocos, sólo los elegidos por la inteligencia y el trabajo, son capaces de hacer, pueden disfrutar y hacernos llegar.
Santiago Mir cambió el Derecho penal español, todavía en la dictadura franquista, de arriba abajo. La genialidad de su obra, Introducción a las bases del derecho penal, una obra sin la cual no se entiende la evolución jurídica contemporánea, no hace más que brotar y rebrotar. Es la lectura obligada de todos aquellos que se quieren dedicar al derecho penal, ya sea académica o profesionalmente.
La revolución del derecho penal español no podía hacerse sin cambiar la política. Activista antifranquista en su primera juventud universitaria, para él el derecho penal español o era democrático o tenía que serlo, y sino, no sería más que temarios de oposiciones para oscuros funcionarios. No hay penalista —y juristas, pocos— que no haya estudiado y reestudiado la obra de Mir Puig, que sistematizó en su Derecho penal español, una obra universitaria nada anquilosada que ha ido evolucionando con el paso del tiempo, pues Santiago iba revisando siempre críticamente tesis anteriores y renovando tomas de posición.
Santiago Mir cambió el derecho penal español, todavía en la dictadura franquista, de arriba abajo
Pero la obra fundamental de Mir, conjunción con la más pulcra dogmática jurídico-penal pensable y la política criminal que fuera también un planteamiento político profundamente democrático, se manifiesta en la imprescindible Función de la pena y teoría del delito en el Estado social y democrático de derecho, libro corto, pero intenso, que reformularía más tarde en El Derecho penal en el Estado social y democrático de derecho.
Esta dualidad de jurista insobornable con el canon jurídico riguroso y sistemático con el compromiso social de la contribución a un sistema penal democrático, propio del Estado de derecho social, es la aportación inestimable de Mir Puig.
Pero no se limitó al pensamiento radical jurídico-penal. Fue maestro de generaciones de penalistas, generaciones a las primeras de las cuales pertenezco. Fue un docente brillante y entregado. Su tarea docente y su talante crítico, renovador, atento, se plasmaron en una obra no escrita que ha dejado una huella que ha abierto una vía que durará: su máster de derecho penal en la Universidad de Barcelona, en colaboración con la Pompeu Fabra, un máster que lleva XXX ediciones, y que lidera la enseñanza de posgrado en España y Latinoamérica en materia de derecho penal o, mejor dicho, del derecho de sistema penal.
Decir ahora adiós a mi maestro, compañero y amigo entrañable no es decir adiós. Es decir hasta luego. Tu imagen, tus palabras, tus consejos, la veo, las siento, los sigo. Gracias, amigo.