Suiza ha celebrado este fin de semana una cumbre por la paz en Ucrania, donde no ha sido invitada Rusia. Noventa países han confirmado su presencia, mediante la participación de sus representantes. Pero la noticia, sobre todo, se centra en los grandes ausentes. Alguno, como Gustavo Petro, presidente de Colombia, se ha descolgado a última hora y ha anunciado que no acudiría. Más adelante explicaremos sus razones.
Es la primera vez en 28 meses en la que casi un centenar de países se sentarán para hablar, a las claras, de la imperiosa necesidad de terminar con un conflicto que, dicho sea de paso, buena parte de ellos han alimentado y de la que, para más vergüenza, se han beneficiado.
El objetivo de la reunión es sentar las bases para dar los primeros pasos en una negociación. Resulta sorprendente cómo en esta guerra todos le dicen a Zelenski lo que tiene que hacer. Incluso cuando, casi al comenzar el conflicto, se intentó promover un acuerdo (aquella vez sí hubo interlocución directa entre los dos países principales, Rusia y Ucrania, con la intervención de Turquía), y fue Boris Johnson quien lo hizo saltar por los aires.
Entonces no tocaba. Había muchas armas que vender, terreno que repartir, obras que planificar y demasiado dinero en juego. Ahora, sin embargo, todo esto ya está más que repartido, estructurado y en marcha. Ya toca la paz, porque es tiempo de reconstruir, y repartir. Por el camino han quedado cientos de miles de vidas, familias destrozadas, pueblos enteros. Ni uno solo tenía que haber muerto, pero ha resultado evidente que no era esa la prioridad de nuestros representantes, como tampoco lo está siendo en Gaza.
Como decía, uno de los grandes ausentes, además de Rusia, ha sido China. Ha oscurecido con su falta a la reunión una agenda que, sin ella, queda absolutamente coja. A pesar de que Putin no ha sido invitado, como hiciera Maléfica en el bautizo, se ha encargado de hacer llegar su mensaje: Ucrania deberá renunciar a los territorios que Rusia dice ya haber anexionado a sus fronteras para empezar a hablar. Pero hay más.
Cabe recordar, porque tiene miga, que esta semana, en el contexto de una reunión preparatoria de la que tendrá lugar en Washington este verano, el Secretario General de la OTAN lanzó la manzana de la discordia: soltó en una rueda de prensa en Bruselas que, si Ucrania quería ser un miembro de la Alianza, debería antes salir viva de la guerra contra Rusia. “Prevalecer” decía, para ser exactos. O sea, “ganar”. Y si no fuera porque es terriblemente peligroso, y absurdo, arrancaría carcajadas la “broma” de Stoltenberg.
En el G7 reunido en Italia se acordó enviar miles de millones de euros, 46 concretamente, procedentes de los fondos rusos activos en el banco central ruso congelados para la UE. En Moscú consideran que esto es, lo llamen como lo llamen, robar y han anunciado medidas de respuesta.
No está de más recordar que, cada vez que hemos sancionado a Rusia, se nos ha vuelto en contra y ellos han salido reforzados y beneficiados. Un pequeño detalle que alguien debería tener en cuenta más pronto que tarde. Pues, las sanciones no solo no funcionan, sino que tienen un efecto boomerang que en nada nos beneficia.
La cumbre de este fin de semana ha costado unos 15 millones de euros, aproximadamente. Y para garantizar la seguridad de los allí presentes, se han destinado varios miles de soldados (4.000 militares han sido desplegados al efecto). No se esperan grandes conclusiones de esta reunión. Lo importante, han anunciado, es el mero hecho de que se celebre y se retraten los presentes, pero sobre todo, los ausentes.
La reunión de Suiza, salvo que haya alguna sorpresa de última hora, parece más bien una muestra de apoyos a Zelenski, sin el valor suficiente para plantear soluciones
El anfitrión, Suiza, hizo saber su voluntad de que Rusia estuviera presente. Sobre todo para cumplir con su legislación aplicable en materia de neutralidad. Pero a Zelenski ha debido no gustarle la idea. Sin embargo, Putin, como decía antes, se ha encargado de hacer llegar su mensaje. Unas condiciones que Zelenski ya ha rechazado al considerar que se trata de un ultimátum, donde lo que se plantea es “inaceptable” para el presidente y actor.
Putin ha establecido la necesidad de reconocer los cuatro territorios que decidieron unirse a Rusia de manera oficial, garantizar la no entrada en la OTAN por parte de Ucrania, y la desnazificación de sus vecinos.
El presidente colombiano considera que la conferencia está alineada con la guerra, no con la paz, y que tiene ya unas conclusiones predeterminadas, sin abrirse de ningún modo al diálogo real
Ya lo anunciaba Petro al explicar su ausencia: el presidente colombiano considera que la conferencia está alineada con la guerra, no con la paz, y que tiene ya unas conclusiones predeterminadas, sin abrirse de ningún modo al diálogo real. “América Latina no quiere más guerra”, ha dicho al razonar por qué ha tomado la decisión de volver a Colombia tras su visita a Suecia. Lula, de Brasil, tampoco ha querido acudir, y la razón se fundamenta en que Rusia no fuera invitada.
Señalaba El País que en la cita se va a consensuar un documento de 10 puntos presentado por el gobierno de Ucrania que propone la retirada total de las tropas rusas, la liberación de los prisioneros de guerra y el control de las actividades nucleares en la región. El evento supone un respaldo tácito a Zelenski, que días atrás firmó un acuerdo bilateral de defensa con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, con el que buscan garantizar la capacidad defensiva de Ucrania y aproximar un poco más a Kyiv a su meta, que es la incorporación a la OTAN.
Las palabras de Petro no deberían caer en el olvido. Me parecen muy relevantes. Como las de Stotelberg. El colombiano está trabajando muy en serio la negociación con las FARC, y es consciente de lo que le ha dicho precisamente Moni a Zelenski en la cumbre del G7: la paz se puede alcanzar mediante diálogo y diplomacia.
Para ello, es necesario que haya quien quiera hacerlo, obviamente. Y a la vista está que la reunión de Suiza, salvo que haya alguna sorpresa de última hora, parece más bien una muestra de apoyos a Zelenski, sin el valor suficiente para plantear soluciones. El no a todo lo que proponga Rusia, y el portazo por respuesta. Pero en esta ocasión, de manera diferente. Porque el tiempo a Zelenski se le acaba.