Nahel M. tenía 17 años. Fue asesinado por un policía en Nanterre el martes 27 de junio. La primera versión que se conoció fue la de las fuentes policiales explicando que un vehículo había chocado contra dos policías motorizados. Pero acto seguido empezó a circular por las redes sociales un vídeo que daba una versión bien diferente: uno de los dos policías mantenía el conductor del vehículo parado a punta de pistola y después disparaba al adolescente a bocajarro, cuando el coche volvía a ponerse en marcha. Nahel murió a pocos metros y pocos minutos después. Este vídeo, que daba testimonio de la violencia policial, fue autenticado por varios medios, entre ellos Le Monde.
La muerte del adolescente y el intento de esconder la verdad de los hechos despertaron emoción y rabia en Nanterre, donde el chico vivía, en el oeste de París. Aquella misma noche estallaron tensiones entre los vecinos y la policía. La acción de protesta convocó a miles de personas y se derramó como la pólvora. Pocas horas después, desde el Ministerio del Interior se anunciaba que ya se habían realizado más de 1.300 detenciones durante la noche. Ahora ya, la indignación se ha extendido a toda Francia, a Bélgica y a Suiza.
La gran periodista Anna Bosch recordaba hace poco en un hilo de Twitter notable, que Macron —que ha tenido que suspender un viaje a Alemania por la revuelta en su país—, se encuentra ahora donde ya estuvieron antes los presidentes Mitterrand, Chirac, Sarkozy, Hollande que lo precedieron. Macron puede decir que no sabía nada del malestar creciente de los habitantes de las banlieues. Aunque la generación de Nahel es hija o incluso nieta de aquellos "hijos de la inmigración" de los 80-90 y son franceses de hecho, el vídeo de cómo murió Nahel les reafirma que no lo son de derecho.
Daba fe un reportaje de hace 25 o 30 años: unos maestros voluntariosos organizaron visitas a París con gente joven que había nacido y crecido en París, pero nunca habían visto Notre Dame, ni la Torre Eiffel ni los Campos Elíseos. Antes, los instruían sobre cómo comportarse y cómo vestir, apartándolos así de hecho de la Francia de la ilustración y la razón, de la libertad y la fraternidad, en la misma medida que los dirigentes políticos franceses también huían de los valores republicanos. No les dejaban hacerse suyos los grandes hitos del arte, la tecnología o el urbanismo francés. Tampoco les dejaban compartir la cultura del bienestar. Al contrario, presumían de la desigualdad rampante y de las grandes diferencias económicas y de estatus, mientras iban destruyendo los cimientos de unas instituciones que podían servir para parar el deterioro de una igualdad de oportunidades que quedaba como última señal de alarma antes de un hundimiento anunciado desde hace años y años.
Hace al menos tres décadas que el cine francés refleja la realidad y tensiones de banlieues como Nanterre, donde vivía Nahel. El primer gran impacto lo causó La haine (el odio), dirigida por Mathieu Kassovitz que se estrenó en 1995 explicando la historia de un joven negro, un judío y un árabe que vivían en la marginalidad en la década de los años 90.
En el caso de la revuelta actual, como reacción a la muerte de Nahel en Nanterre, el discurso político se ha escindido en dos bandos: Le Pen y Zemmour (derecha ultra y ultraderecha) con la derecha de Macron, apoyando a la policía, y los líderes de los Verdes que hacen un análisis demasiado plano denunciando una "americanización de la policía"
En el caso de la revuelta actual, como reacción a la muerte de Nahel en Nanterre, el discurso político se ha escindido en dos bandos: Le Pen y Zemmour (derecha ultra y ultraderecha) con la derecha de Macron, apoyando a la policía, y los líderes de los Verdes que hacen un análisis demasiado plano denunciando una "americanización de la policía".
Se podía leer ayer en ElNacional que un grupo en defensa de los derechos humanos en Francia, la Liga de los Derechos Humanos, ha vuelto a hacer un llamamiento para que se elimine la ley que permite a la policía francesa disparar contra los conductores que desobedecen las órdenes de paro. Y también Jean Luc Mélenchon, señalaba esta ley, hecha el año 2017, como una de las principales causas del asesinato del joven Nahel este martes. Y el dirigente de la France Insoumise, ha añadido que se tienen que señalar exactamente las causas, y que las causas son políticas. Y tiene razón. Pero la diana no tiene bastante nitidez si no se saben ver los condicionantes económicos que hay detrás y que acaban abriendo paso a esta ley que legaliza los tiros de la policía. Decía Berthold Brecht que una gran parte de la población civilizada —tal como van las cosas— podemos compartir el alarido por las acciones del fascismo, pero solamente una minoría ven en el capitalismo depredador la semilla de tanta violencia, desigualdad y autoritarismo.
Porque todo es mucho peor si "la americanización de la policía" que señalan los verdes franceses va acompañada de la derechización ultra de partidos y gobiernos que pertenecen a la UE. Y pueden juntar la casi completa desaparición de la equidad, la celebrada aceptación de la mentira, y el incremento de la violencia con el ataque a mujeres por ser mujeres, a adolescentes porque quieren un futuro, a personas mayores porque molestan, y a los grupos LGTBI+ (también hace cinco días, que era el día de su orgullo).
Porque todo cabe, y todo está, en el huevo de la serpiente.