En múltiples ocasiones he dado mi opinión sobre la excesiva importancia que ha adquirido el sector turístico en Catalunya (la última vez, en este diario hace unas semanas refiriéndome al turismo de masas). Es cierto que el turismo, entendido como un todo, tiene una gran importancia económica (12% del PIB catalán y 13% del total de empleo), pero, al mismo tiempo, se trata de una actividad que presenta problemas cuando ha crecido demasiado, como está pasando en Catalunya y en muchos lugares del estado español, agravados este 2024, que parece que será un año con registros históricos en términos de visitantes, ingresos y de saturación de los lugares con más reclamo.

Las voces que claman y denuncian que quizás el sector se ha sobredimensionado hasta generar más desventajas que ventajas, se están extendiendo. Una revista tan poco sospechosa (por la orientación, el contenido y la calidad) como Descubrir Catalunya, hace ni más ni menos que cuatro años que lanzó un manifiesto por un turismo al servicio del país, en el que denunciaba "el crecimiento ilimitado, la hipermovilidad y la sobreexplotación del turismo internacional de sol y playa".

Las consecuencias del crecimiento turístico desorbitado son múltiples: afectan al acceso a la vivienda a residentes habituales, invaden los espacios públicos, generan oferta comercial y de todo tipo específica para visitantes y no necesaria para residentes, expulsan población de las zonas ocupadas por turistas, generan contaminación atmosférica (sobre todo aviones y cruceros), saturan infraestructuras viales, despersonalizan las ciudades (invitamos al lector a pasearse por la Rambla de Barcelona, la plaza Reial, por la calle Ferran, por el paseo de Gràcia o por la Sagrada Familia)... Eso por no hablar del plus de servicios públicos que requiere el fenómeno (agua, limpieza, seguridad, etcétera) o de los comportamientos incívicos inimaginables en los países de origen de los mercados emisores.

El empresariado que ha propiciado el crecimiento exponencial del turismo de masas ha caído del burro, se ha dado cuenta del error de la estrategia de crecimiento y apuesta por rectificar

Últimamente, parece que se está llegando al punto de saturación con respecto a la dimensión del sector. Son muestras de ello, aplicadas por ejemplo a la ciudad de Barcelona, las actuaciones que se hacen en materia de la tasa turística (que aumenta hasta el máximo permitido de 7,5 euros al día y persona) o el anuncio de la intención de eliminar todos los pisos turísticos. También resulta sintomático el hecho de que hoy mismo en Barcelona se celebrará una manifestación por la tarde con el lema "¡Basta! Pongamos límites al turismo" con el ojo puesto sobre el turismo de masas. En la capital de Catalunya han ayudado estos días manifestaciones varias que no hacen otra cosa que alimentar el problema: el desfile de Louis Vuitton en el Parc Güell, el revolcón de la F1 en el paseo de Gràcia y el arranque de la celebración de la Copa América, por no citar acontecimientos de gran reclamo internacional como el reciente Primavera Sound.

La conciencia con respecto al hecho de que el sector seguramente está sobredimensionado y se ha salido de madre no ha llegado solo a la Administración pública, sino, lo que es más sorprendente, al propio sector empresarial, un sector que hasta ahora no ha tenido ningún respeto a nada que no sea el bolsillo: ni externalidades negativas ni extracción de rentas derivadas del aprovechamiento privado de recursos naturales, culturales, medioambientales o paisajísticos, ni sobrecostes de servicios públicos. Esta semana la conciencia sobre el problema cuenta con un nuevo aliado, Exceltur, un lobby de 30 empresas relacionadas con el turismo que busca el reconocimiento socioeconómico del sector y el crecimiento turístico. En conjunto tienen 220.000 empleados y entre los asociados hay American Express, Iberia, Balearia, Viajes El Corte Inglés, Hertz y grandes cadenas hoteleras, entre otros. Su presidente, Gabriel Escarrer (Melià Hotels International) acaba de sincerarse públicamente para entonar una especie de "mea culpa" del sector: la saturación turística no es ningún invento, es real, ha habido un crecimiento descontrolado de viviendas turísticas y se entiende que haya cada vez más una sensación de rechazo por parte de la población. En línea de lo que hace pocas semanas ya hizo la asociación Barcelona Global en el sentido de frenar los cruceros y el turismo masivo. En este caso se planteó incluso un concepto satanizado hasta ahora, como hablar de decrecimiento turístico,

El empresariado ve en el horizonte la contestación social con respecto a un turismo sobrepasado y que solo le genera problemas y costes sin sacar ningún beneficio. El empresariado que ha propiciado el crecimiento exponencial del turismo de masas ha caído del burro, se ha dado cuenta del error de la estrategia de crecimiento y apuesta, al menos en apariencia, por rectificar. A ver si eso se hace notar también en el ámbito político a la hora de decidir proyectos que no harían sino alimentar más el turismo de masas como son la ampliación del aeropuerto de El Prat propuesta por Aena y el Hard Rock, dos proyectos empresariales en lista de espera.

Bienvenidos al club de la sensatez y de la calidad de vida, si es que resulta cierta la caída del burro.