Esta semana ha sucedido: un programa de televisión, llamado “Conspiranoicos” me ha “elegido” para ponerme en una diana pública. Para difamarme, pretender montar una especie de “caza de brujas”, un señalamiento público en toda regla que solamente se le pasaría por la cabeza a alguien con dificultades para entender en qué consiste el respeto, la honestidad, la legalidad y la pluralidad democrática.
Me presentan en el programa como una de las voces “pro-Putin” en España. Como si hubiera una especie de “ejército” de “mercenarios” que se dedican a trasladar los mensajes del Kremlin, a ser voceros de Putin, a “confundir a la opinión pública” y a generar desestabilización en las democracias europeas.
El programa presentó un burdo contenido. Seleccionaron a una serie de personas como la periodista Helena Villar, el abogado Guillermo Rocafort, el abogado Rubén Gisbert, el Coronel Pedro Baños, el periodista Josué Cárdenas, la periodista Inna Afinogenova, y por supuesto, al periodista Pablo González. Fue un esperpento. Sin rigor, sin ética, sin decencia.
Porque en primer lugar, lo mínimo debería haber sido dar la oportunidad a los que nos vimos en esa diana, de presentar nuestro punto de vista. Desmentir las burdas mentiras que se dijeron sobre nosotros, algunas de índole personal y graves. Pero ni el programa ni la cadena lo han hecho, a pesar de que en su código de conducta lo establecen como fundamental en su forma de “trabajar”. Nada. Han montado una picota, una suerte de tribunal inquisitorial donde, cada semana, irán pasando por la hoguera a quienes les parezca, sintiéndose impunes ante la más que posible comisión de ilícitos varios.
En mi caso, se lanzaron a la yugular etiquetándome como “pro-Putin” y “antivacunas”. Y se curaron un poco en salud, señalando que no me considero “pro-Putin”. El propio vídeo que sin mi consentimiento utilizaron, evidenciaba que mis intervenciones públicas, mi trabajo diario. no es “pro nadie”, sino analítico de unos hechos que se nos cuentan, sesgados, y que en mi opinión merecen presentarse ante la opinión pública de la manera más completa posible. A usted que me lee, que ya sabe lo que escribo, lo que hago cada día, todo esto le sonará tan vergonzoso como a mí. Pero a quienes no me conocen, a quienes no saben de mi trabajo diario, esa difamación podría distorsionar, y mucho, la imagen que sobre mí puedan tener.
En un lugar donde la gente se informa, y se preocupa por contrastar, no habría excesivo problema. Pero por desgracia, muchos trabajamos incansablemente para conseguir revertir esa ceguera imperante, esa manera de “nutrirse” de “información” que viene de una sola fuente, de un solo bando, y genera una opinión pública desinformada y manejable.
Evidentemente, no soy “pro-Putin”. Soy contraria a cualquier tipo de conflicto, y en el caso de Ucrania, he trabajado y lo sigo haciendo, analizando la información proveniente de todas las fuentes, de todos los “bandos”, desde todos los “intereses” conocidos. La he ofrecido siempre con fuentes, siempre desde la honestidad y el rigor. Y ahí queda para quien quiera comprobarlo.
Con las vacunas de la covid-19, exactamente igual. No soy “antivacunas”. Soy antimentiras, antimanipulación, y proprecaución. Lo que le han inyectado a millones de personas, siendo rigurosos, no puede llamarse “vacuna” en el sentido que siempre lo entendimos. Y soy contraria a inocular a la población con un producto que ni era seguro ni era eficaz. Y muchísimo menos cuando se ha hecho mediante el engaño y la coacción. Soy absolutamente contraria a la manipulación mediante el miedo, al sometimiento de las personas bajo amenazas, desconocedoras de los graves riesgos que asumen —sin saberlo— cuando deciden someterse a un dictado sin información.
Soy pro información abierta y plural. Estoy a favor de la libertad de pensamiento. De la libertad de expresión. De la toma de decisiones libres y conscientes para que cada persona pueda elegir. Soy antiseñalamientos, anti-difamaciones, anticampañas de acoso e intento de derribo. Soy alérgica a los trepas, lamebotas, y sicarios del poder
Soy pro información abierta y plural. Estoy a favor de la libertad de pensamiento. De la libertad de expresión. De la toma de decisiones libres y conscientes para que cada persona pueda elegir. Soy antiseñalamientos, antidifamaciones, anticampañas de acoso e intento de derribo. Soy alérgica a los trepas, lamebotas, y sicarios del poder.
Reconozco que el programa me generó enormes carcajadas al ver la enorme falta de rigor, de profesionalidad y de falta de capacidad para investigar, para trabajar como profesionales. Lógicamente, la audiencia no fue reseñable (a pesar de que se den autobombo en sus noticieros diciendo lo contrario). Y me consta que buena parte de los espectadores vieron el programa, precisamente, para constatar el nivel de manipulación al que pueden ser capaces de llegar.
En cierto punto puedo llegar a pensar que nos hicieron un favor: la gente que ya nos conoce sabe perfectamente quiénes somos, cómo trabajamos y lo que pensamos. Y muchas otras personas, que no nos conocían, se han acercado a nosotros ante semejante atropello. Cuando los ataques son tan burdos, pueden llegar a conseguir el efecto contrario al que pretendían: y ciertamente, así ha sido. Tenemos más seguidores, más visibilidad, en definitiva. Y sinceramente, cualquiera que haya podido prestar atención, se habrá dado cuenta de que, por ejemplo, mientras se me acusaba verbalmente de “negar la matanza de Bucha”, aparecía en pantalla un mensaje escrito por mí en el que yo, lo que pedía era una “investigación exhaustiva de la masacre cometida”. Eso, y no otra cosa, es lo que yo he dicho en todo momento: que esos crímenes debían ser investigados con luz y taquígrafos ante la vista de toda la comunidad internacional. Y no dejar un rincón sin inspeccionar.
Evidentemente, pedir paz en Ucrania, exigir que se investigue a fondo cada asesinato, sea donde sea, así como esclarecer hechos tan relevantes como el sabotaje al gasoducto NordStream, te coloca en una diana para ser difamada e intentar desprestigiarte. La única razón que hay para ello es obvia: a medida que los hechos salen a flote, que las evidencias van demostrando que el relato “occidental” (otanista), que es difundido por la propaganda de los “sicarios informativos” ya por todos conocidos, su “chiringuito” se desmonta. Por eso cada vez hay más gente que prefiere informarse siguiendo a Helena Villar, al Coronel Baños, o a una servidora. Lo digo con humildad, pero muy orgullosa de mi trabajo. Tanto sobre el conflicto en Ucrania, como sobre las mal llamadas vacunas. Así como mi trabajo sobre los últimos años en Catalunya.
Nunca, jamás, he dicho estar en posesión de la verdad. No creo que nadie la tenga. Pero sí puedo afirmar que trabajo para que, la verdad de quien me lea, o quien me escuche, pueda ser lo más completa posible. Ese sí es mi objetivo. Y cuando la opinión pública va cambiando, dudo que sea por lo que yo presente, o por el trabajo que hagan mis compañeros de diana. Más bien tiendo a pensar que la gente, por mucho que se la quiera idiotizar, termina dándose cuenta en buena medida de lo que ven sus ojos. No se puede tapar el sol con un dedo.
Y quién sabe si este señalamiento no es más que la desesperación de quienes no pueden sostener tantas mentiras difundidas continuamente en sus medios, oficiales y privados. Solamente alguien con un enorme conflicto de interés puede negar a estas alturas que las inoculaciones contra el covid-19 no han sido eficaces y han causado gravísimos daños. Solamente alguien con un enorme conflicto de interés puede seguir sosteniendo algún argumento para que Ucrania siga sufriendo.
Toda mi vida he defendido la paz y la justicia. Y pienso seguir haciéndolo. Por mucho macartista que se junte en un plató para quemar brujas.