Es el amigo Josep Rull, tercero en la lista de Puigdemont, quien tiene que defender en campaña la postura —posibilista y pactista ahora, nada de la farsa insurreccional de los últimos años— en cada debate de los juntaires. La cuestión no es que no lo consiga, que no es el caso. Rull tiene tablas y transmite afabilidad sin tener que impostar. Que ya es mucho para templar una pulsión, la del president Puigdemont, que ha priorizado y acentuado la confrontación intestina, tanto táctica como estratégica. La cuestión es que Rull pone la cara porque el President Legítim rehúye ahora, todo lo que puede, confrontar, precisamente él, con todo lo que ha llegado a decir.
Pero resulta que no solo Puigdemont evita debatir. También evita que debata Anna Navarro, el fichaje estrella, negando este protagonismo a la segunda de la lista. ¿Por qué? Es obvio después de lo que le hemos visto. Con cuentagotas, pero debe haber bastado para el equipo de campaña juntaire. La puesta en escena de Navarro ha dejado desde el primer momento una impresión tan desconcertante, que la decisión de campaña ha sido, digamos, "preservarla". La duda surge: si la personalidad escogida para ser la segunda de un Govern Legítim, ahora sí, no puede intervenir, por si las moscas, ¿qué tipo de fichaje es? ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Cuál era la intención? ¿A qué obedecía? ¿Quién toma la decisión?
Todo hace pensar que es el resultado de un mesianismo que se ha acentuado en el exilio y de un electoralismo de efectos especiales que se ha derrumbado tan pronto como ha visto la luz. Explica, también, este jugadamestrisme de los últimos años, que ha sido esencialmente fachada al servicio de una causa que desde el día siguiente a la proclamación de la independencia dejó de ser una causa de país para ser una causa personal al servicio de un interés privativo, que a menudo se ha expresado con una virulencia devastadora. Este es el peor legado y lo que dificulta cualquier entente sincera.
Tras anunciar un fichaje estelar a bombo y platillo, ahora vemos atónitos cómo lo han borrado de un plumazo
Nada que decir de Rull, un hombre de país, que hace su papel con diligencia. Lo que es inverosímil es que deba hacerlo porque la persona que lo precede, a la hora de la verdad, no ofrece a Junts garantías de lograrlo. De modo que, tras anunciar un fichaje estelar a bombo y platillo, ahora vemos atónitos cómo lo han borrado de un plumazo. Todo, en el fondo, muy provinciano. Nos dijeron que llegaba de California y que era una eminencia en su ámbito empresarial. Como a un chino, ya estaba todo dicho. Y no será que no haya talento con facilidad de palabra y discurso. Avalado, si esta era la cuestión, por una trayectoria profesional exitosa. En el primer govern Aragonès quedó claro que había consellers lo bastante solventes. Giró llevaba Economia y al final se consolidó como el vicepresidente de facto. Por solvencia y por carácter. Hay que tener carácter para ejercer según qué responsabilidades.
La decisión personalísima de Puigdemont de romper el Govern —que nunca ha asimilado el resultado en las urnas de 2021— mandó a paseo el acuerdo y el trabajo solidario y mancomunado. Toda vez que siguió ampliando las discrepancias. Mientras unos defendían ampliar la base, los otros (Waterloo) lo que hacían era ensanchar la distancia con aquellos a quienes ahora reclama vehemente como socios de un gobierno presidido por Él, que es principio y fin de todo. Este fue el principal handicap del gobierno Aragonès, nació sin el aval de Puigdemont, que rápidamente se concretó en la negativa de las personas más próximas a Waterloo de participar en él. Era imposible que prosperara. Bastante recorrido tuvo aún, y seguramente por eso Puigdemont se tuvo que arremangar de lo lindo para conseguir que Junts abandonara el gobierno. Probablemente —visto ahora en perspectiva— la mejor decisión habría sido ir a unas segundas elecciones, que tal vez habrían clarificado la situación. Pero no fue así. En Catalunya, por algún motivo, nunca hasta ahora se han repetido las elecciones.
La paradoja es que ahora Puigdemont, que solo contempla su Presidencia, reclame el compromiso y el apoyo de aquellos (los republicanos) a los que no solo ha responsabilizado de todos los males, desde hace años, sino contra los que maniobró desde el primer momento para hacer caer el gobierno que presidía Aragonès. Harán bien en perdonar a los republicanos, si se diera el caso. Pero también harán bien en no olvidar quién conspiró para liquidar el primer gobierno presidido por ERC. Porque este y no otro era el verdadero problema. Aunque sea porque la desmemoria solo favorecería más de lo mismo.
Queda la duda de saber si la actuación reposada de Puigdemont en campaña responde, también, a un propósito de enmienda inconfesable o es puro electoralismo ante unos socios que necesita, si el principal propósito es recuperar la Presidència que perdió en 2021. Ojalá, a pesar de todo, fuera lo primero. Pero sabiendo cómo se las gasta, mal asunto.