Elon Musk se ha presentado en el Despacho Oval de la Casa Blanca con su hijo de cuatro años —Lil X, para más señas— mientras Donald Trump firmaba la orden ejecutiva para adelgazar la administración. El niño estuvo un rato sobre los hombros de su padre y su gorra de 'Make America Great Again', mientras jugaba con las orejas del hombre más rico del planeta, que no debía de poder pagar canguro. Sin embargo, no es la primera vez que un niño juega en el sanctasanctórum del poder mundial. Es célebre la foto bajo el escritorio, que después viviría momentos más sórdidos, de John-John Kennedy bajo las piernas de JFK.

La comparación no es menor, porque en ella se ve la evolución del poder en Estados Unidos. Si hasta ahora lo más parecido a una casa real que tenían los americanos del norte eran los Kennedy, ahora los Trump quieren coger el relevo. Eso sí, con otro estilo. Los trajes que Ivanka seleccionó para que su familia los llevara en el día de la investidura, con su conjunto monocromático haciendo juego con el conjunto color camello de su hija, fueron una inconfundible alusión a los duques de Cambridge.

La moda Trump quiere entroncar con sus votantes. Nada es gratuito. Un presidente con sus pesados ​​trajes Brioni con hombreras, sombreros de cowboy y gorras 'MAGA'. Se va el estilo patricio de los Biden y la sofisticación de los Obama y comienza una nueva era de peinados voluminosos, lemas vulgares y logos de marcas de lujo. Hollywood demuestra que a los americanos les gustan las mujeres con el pelo rubio y ondulado y las hamburguesas.

La moda Trump quiere entroncar con sus votantes; nada es gratuito

Una estética que vaya en contra de las reglas del establishment forma parte del juego de Trump, incluida la estética tradwife, esa tendencia en las redes sociales de la generación Z en la que las mujeres jóvenes hacen de amas de casa idealizadas, cocinando para sus niños de postal, antes muertas que sencillas. Y ellos, los Musk, pero también los Bezos o los Zuckerberg, con mucha camiseta, pero complementos carísimos.

Los ricos de toda la vida recurren a marcas elegantes, pero, sobre todo, a la discreción. De eso sabemos mucho en Catalunya. Que se sepa quizás sí, pero que no se note demasiado. En cambio, Trump representa al hombre hecho a sí mismo, de lo que también tenemos noticia por estos lares, que prefiere que se sepa y que, para que se sepa, tiene que notarse. Al final, lo que dice Trump con sus trajes, lo que dice su nueva corte, es que son como el pueblo y que con ellos vuelve el sueño americano y todo el mundo puede hacerse rico otra vez.