La mayoría de matrimonios que se separan no es por infidelidades, como nos quiere hacer creer Ashley Madison. El documental de Netflix es peor que cualquier sermón puritano. Os diré una verdad como un templo: la inmensa mayoría de los divorcios son por falta de corresponsabilidad en la pareja. Tengo amigas que se han separado por querer, al menos, un fin de semana libre al mes. Y lo confirmó Laura Baena en Malasmadres on tour. Para quien todavía no conozca este colectivo, os diré que es tan revolucionario que consigue cambios reales y en el ámbito político. Un 87% de las madres tienen que cambiar su trabajo porque no pueden llegar a todo. La conciliación le sale gratis al gobierno, a las empresas y a toda la sociedad, a costa de las madres de una generación de progenitoras agotadas que no podemos decir que estamos cansadas sin que nos digan eso de "pues no haber sido madre". Como nuestras madres y nuestras bisabuelas renunciaron a trabajar por los hijos e hijas, nos sentimos mal tanto por hacerlo como por no hacerlo. Y con el corazón en la mano, me sabe mal revelar que la conciliación no existe: son los abuelos. Una cosa es la baja de maternidad y la otra son los acontecimientos, las reuniones y las llamadas a deshora. Igualmente, son importantes mensajes como el de Ricard Ustrell en Instagram, que se ha cogido la baja paternal por segunda vez en uno de los momentos álgidos de su carrera.
El padre que ayuda no es la solución. "He ido a buscar a los niños y he hecho la cena", esto sí que se puede enumerar. ¿Pero quién está en el grupo de Whatsapp sino las madres? ¿Quién tiene la lista de la compra en la cabeza? Todo lo que no es cuantificable es invisible. Solo un 19% de las madres tienen flexibilidad horaria. 6 de cada 10 mujeres trabajan en empresas donde no se ofrece ninguna facilidad para la conciliación. ¿Sabéis cuántas veces me han llamado del colegio esta semana? Solo un 8% de los padres deja el trabajo para quedarse con el hijo enfermo.
Reconozco que tengo un trastorno. Es el de Tourette. Me pasa cuando veo a los ciclistas maduritos por Vallvidrera. No puedo evitar bajar la ventana y preguntar si han tenido tiempo de servir la comida. Perdonad por mi generalización, hombres con bastante inteligencia emocional que también hacéis deporte. Pero pienso en este prototipo de padre que no tiene tiempo para ir a buscar a los hijos o fuerza para poner una lavadora y está cuatro horas paladeando con sus amigos para ponerse fibrado. ¡Y pensar que a veces he ido al gimnasio solo para recordar la sensación de lo que era ducharme sola sin mis hijos!
Separarse o no, esta es la cuestión. Cásate con quien quieras, mientras no te separes de ti mismo o misma
He ido a ver C'è ancora domani y creo que tiene que ser de visionado obligatorio en las escuelas y, sobre todo, por los adultos. Sobre todo, por las hijas, las más crueles, muchas veces, con las madres. La imagen más brutal: no tanto ahorrar para un vestido y más para la educación, porque, si no, repetiremos la misma historia de impotencia y rabia generación tras generación. Soy la primera que pongo en uno y medio de velocidad los mensajes de mi madre porque son como un pódcast y me siento una cabrona. Los mismos que decimos "un momento, que acabo de hacer una cosita" antes de sentarnos a cenar, somos los primeros que tendríamos que bendecir a la madre que nos parió. Pero a menudo solo son parole, parole, como cantaba Mina. Y es que creemos que las madres tienen que querer por encima de todo y a pesar de todo.
El psicólogo Xavier Guix reflexiona en su último libro que ser demasiado bueno no hace que te quieran más, sino que te utilicen y te condenen al resentimiento perpetuo. La franja horaria que más estresa a una madre es la mañana. Cuando el mismo niño que anoche no pudo acabarse la tortilla porque encontró un resto diminuto de cebolla, no encuentra sus calcetines. Lo que más desinflama a una madre no es el omega-3, es cuando, en un avión, los de al lado te dicen que no te preocupes, que ellos también tienen hijos o nietos. A mis hijos tengo claro el regalo que les haré cuando se casen: un par de veces al año les quiero pagar un hotel para que vayan alimentando la llama o poniendo tiempo de calidad en la pareja. Sé que es mucho dinero, pero cuando falta tiempo o ganas, es cuando empiezan los bostezos, que son mucho más peligrosos que las peleas.
Volveréis de Jonás Trueba coge una idea que siempre he tenido. En vez de decir "siempre nos querremos", es mejor hacer una fiesta para celebrar cada año que nos hemos querido. Siempre nos quedará lo que construimos ayer. Pero no todas las copas son como las que mencionan los Rodríguez en su canción Sin documentos, “vamos a beber de esa copa, que no está tan rota”. Hay otras que cortan y hieren aunque ninguno de los dos quisiera este final. ¿La solución habría sido poner una bici estática en casa? ¿Ser peor madre si eso quería decir cuidarse de una misma? ¿Abrazar a la niña interior de las abuelas castradas? Con la corresponsabilidad bastaba y nos habríamos ahorrado muchísimas cosas. No siempre hay un mañana para rectificar. Separarse o no, esta es la cuestión. Cásate con quien quieras, mientras no te separes de ti mismo o misma, me gusta repetir. Como dice Alessandro Baricco en la dedicatoria de Océano mar: "Es mejor habernos dejado que no nos hubiéramos conocido nunca". Y esta frase ayuda a empezar a recordar el fracaso de una manera que no haga tanto daño.