Hace tiempo que me ronda por la cabeza una pregunta: ¿seremos más felices con la IA? A simple vista os puede parecer una pregunta absurda, pero no lo es, y ahora os lo voy a demostrar. Como todos sabéis, en este mundo —no solamente en Catalunya— hay gente muy infeliz. ¿Y sabéis cuál es una de las primeras causas de esta infelicidad? La soledad. Hay más gente que nunca en el mundo y estamos más solos que nunca. ¿Cómo os lo explicáis? Es muy sencillo, la mayoría de la gente teme enfrentarse a sus fantasmas y los tapa haciendo diez mil actividades al día para no tener tiempo de mirarse en el espejo y ponerse a llorar. No les queda ni un segundo ni para pensar, ni para no hacer nada, ni para amar como Dios manda (ni a sí mismos ni a los demás). El resultado es que hay mucha gente mayor viviendo sola en las grandes ciudades; que, a pesar de tener hijos, están más solos que la una. En Japón se están dando casos de ancianos que roban para que los metan en la cárcel y así poder socializar y dejar de estar solos. Mucha gente tiene hijos para no quedarse solo, para asegurarse compañía en un futuro; pero tener hijos, en la actualidad, no te asegura nada. ¿Quién te dice que no se irán a vivir a la otra punta del mundo o que no estarán tan atareados con sus cosas que no tendrán ni tiempo para venir a verte? De hecho, tener hijos para asegurarse compañía también es un error, pero eso ya es harina de otro costal.

¿Qué ocurrirá cuando podamos comprar robots con inteligencia artificial a un precio razonable?

¿Qué papel juega la IA en este intríngulis? Es muy sencillo. Antes de la IA, la gente que se sentía sola solía apaciguar esta soledad con un animal de compañía (como muy bien indica el complemento del nombre). El animal predilecto para lograr este objetivo era el perro. Todo el mundo sabe que los perros hacen cualquier cosa por sus dueños, padres o como quieras llamarlos; se entregan al 100 %. Los gatos, en cambio, van más a la suya (y la gente no está para tantas estupideces). Sin embargo, también había mucha gente que escogía al gato porque, a pesar de ser más independiente, siempre acaba yendo a dormir a casa y es mucho más limpio que el perro. Pero tener animales de compañía es muy caro (los precios del veterinario son desorbitados, la comida carísima…) y es una gran responsabilidad, y cada vez más: las leyes se están radicalizando mucho en este sentido, porque ha habido muchos casos de maltrato animal (no voy a hablar de este tema porque me saldría fuego por los ojos de la rabia que siento). Y aquí es donde entra la IA. ¿Qué ocurrirá cuando podamos comprar robots con inteligencia artificial a un precio razonable? Robots que nos harán compañía en casa sin esperar nada a cambio, que satisfarán todos nuestros deseos sin hacernos sentir culpables por tenerlos, que harán todo lo que a nosotros nos da pereza hacer, que nos consolarán, que nos dirán todo lo que queremos oír, que nos escucharán siempre que lo necesitemos…, en definitiva, que estarán SIEMPRE. Esto es un caramelo muy goloso para un dictador narcisista, y muy peligroso.

Nos estaremos creando un talón de Aquiles sin darnos cuenta. Seremos absolutamente dependientes de una máquina. Esto significa que si alguien nos amenaza con quitarnos este tesoro, entregaremos incluso nuestra alma para que nos lo devuelvan y poder seguir disfrutando de él. De hecho, ahora que lo pienso, en el momento en el que decides ser absolutamente dependiente emocionalmente de alguien, ya dejas de tener alma y rozas la psicosis. Esta es la parte oscura, pero gracias a Dios todo tiene cosas buenas y malas, y la IA no es ninguna excepción. ¿Os imagináis llegar a casa y encontrarlo todo limpísimo y que un robot precioso (diseñado a vuestro gusto) con una sonrisa de oreja a oreja os esté esperando con una cena deliciosa recién hecha en la mesa? Yo sí que me lo imagino, y me gusta. Que acabes de cenar y te pregunte cómo has pasado el día, te abrace para reconfortarte y te diga que mañana será otro día y que para desayunar te ha preparado un pastel de manzana. Que te levantes por la mañana y notes el olor a café recién hecho. Que vayas a la cocina y te encuentres en la mesa un plato con dos tostadas untadas con mantequilla y mermelada de fresa y un café con leche recién ordeñada y te diga que hoy estás preciosa y que serás la envidia de todo el mundo. Definitivamente, sí, este es el camino para acabar con la soledad y el malestar humanos y ser más felices.