Marc Bosch de Doria era el alcalde de Dosrius el 1 de Octubre del 2017. Un ejército de guardia civiles irrumpió aquel día en este pueblo del Maresme, junto al Vallès Oriental, de poco más de 6.000 habitantes. Su entrada en el recinto de la escuela Castell, colegio electoral, la hicieron con pocos miramientos. Iban a aplastar cabezas, "metiendo la porra como si no hubiera un mañana", insultando a los vecinos, "¡perros"!, "¡ratas!", bramaban los uniformados. Se emplearon a fondo, con entusiasmo, salivando. Marc, el alcalde, acabó en el hospital de Mataró, después de ser golpeado por aquel ejército de mercenarios que llegaron a Catalunya gritando "¡a por ellos!". A Marc, el alcalde, lo quisieron doblar a golpes de porra, con ensañamiento, lo zurraron de lo lindo mientras defendía las urnas hasta el punto que necesitó un collar cervical. Más tarde, fue citado a declarar en el cuartel de la Guardia Civil de Sant Andreu de la Barca, por resistencia grave a la autoridad. También el presidente local de ERC en Dosrius y concejal de Promoció Econòmica, Eduard Garcia, tuvo que pasar por el mismo aprieto.
Marc ya no es alcalde de Dosrius. No lo es, a pesar de incrementar el apoyo electoral en los comicios municipales, porque el partido de Puigdemont decidió que Marc tenía que ser desalojado para entregar la alcaldía al PSC. Una más. Los votos de Junts per Catalunya fueron determinantes. En Dosrius, sí. De hecho, nunca el PSC había ocupado tantas presidencias y alcaldías, por esta vía. Pero el esfuerzo de Junts ha sido notable para ayudar a batir el récord. Y ahora, en este municipio del Maresme, manda el PSC y Junts gestiona algunas sillas. Como no tenían bastante, los de Puigdemont y Torra decidieron repetir la jugada en el Consell Comarcal del Maresme. También, para regalar la presidencia al PSC. Los republicanos eran, sin embargo, la formación más votada en el Maresme. Y así como en Dosrius entre PSC y Junts tenían bastante para impedir que Marc volviera a ser alcalde, en el conjunto del Maresme no era suficiente. Y entonces los patriotas de Junts hicieron lo imposible por conseguir el apoyo también del PP. Pero ni así sumaban. Incombustibles, no desistieron, #nosurrender. Como aquel que no quiere la cosa, el fin justifica los medios, intentaron incorporar a Ciudadanos. Cabe decir que estuvieron a un paso de salir adelante. Dios sabe qué se debieron prometer recíprocamente.
Al final un lío interno de la derecha extrema frustró el acuerdo que anhelaban PSC y Junts. ERC podía gobernar en solitario, no necesitaba ningún apoyo para la investidura comarcal. Marc tiene que ser un buen tío, se ve de largo. El viernes lo conocí, hay gente que, solo con una sonrisa, ya sabes que estás ante alguien a quien podrías dejar a tus hijos. Pues bien, Marc intervino y defendió contar con Junts para el Consell Comarcal. Se tiene que ser de una madera determinada, generoso y nada rencoroso. Otros hubiéramos dejado a los postconvergentes al lado de Ciudadanos, PSC y PP, que es donde la codicia los había llevado. Pero Marc no. Él alargó la mano a aquellos que lo habían golpeado por la espalda. Hay golpes que aún duelen más que los de los mercenarios uniformados. Y personas que les encajan con una serenidad y bondad admirables.
Hay golpes que aún duelen más que los de los mercenarios uniformados
El viernes, en Dosrius, se presentaba el libro de Oriol Junqueras. La plaza llena; entre los invitados, Maxi Calero de los Free Junqueras. Pep Picas, excelso trovador. Y Gabriel Rufián, el hijo del Fondo de Santako, que siempre es un reclamo. De hecho, habíamos escogido Dosrius para presentar en esta ocasión el libro precisamente para hacer llegar nuestro apoyo a Marc, que se lo merecía. El acto se hizo junto al Ayuntamiento, donde ya no hay ningún lazo amarillo. El gobierno del PSC y de Junts lo han eliminado. Buen ambiente, cálido, con una única salvedad, espuria. En un momento dado irrumpieron tres personas que decían ser independentistas pata negra, auténticos Joselitos, que pasan por ser muy exclusivos, los mejores pata negra del mercado. Y en Dosrius amagaron con boicotear el acto: afortunadamente, pasaron con más pena que gloria. Al acabar, después de besos, fotos y abrazos con los vecinos, por curiosidad pregunté si aquellos tres Joselitos, que se marcharon con un "¡Puigdemont, president"! , habían protagonizado algo semejante por el pacto de Junts con el PSC en Dosrius. Y obviamente, muy previsible, no habían movido un dedo. También pregunté si habían dicho algo por el intento de pacto en el Consell Comarcal con Ciudadanos y PP. Nada. ¿Y por el pacto de la Diputación de Barcelona que también regalaba al PSC la presidencia?, osé preguntar. Nada, nada de nada. Aquello que Waterloo ha bendecido que ningún pata negra lo contradiga.
Aquello que Waterloo ha bendecido, que ningún pata negra lo contradiga
Pero en cambio los patriotas pata negra sí que intentaron, este viernes, sabotear un acto sobre Oriol Junqueras, a quien piden 25 años de prisión y lleva cerca de dos en prisión provisional. Cabe decir que sólo en una ocasión, después de 134 presentaciones, habíamos sufrido otro intento de boicot grotesco y fue de un grupúsculo engalanado con la rojigualda. En aquella ocasión tuve que coger por el brazo a Maxi Calero que ya iba, con aquellas manos de proletario, de veterano militante comunista, a encararse. Y es que Maxi siempre reivindica su trayectoria comunista mientras otros maquillan su pasado. En Dosrius también tuve que aconsejar a Maxi que no se dejara provocar por los Joselitos, suerte que se marcharon. Alguno de estos patriotas pata negra cebados a toda prisa, no hace tanto tiempo, vivía complacido con los acuerdos de CiU y el PP, vigentes todavía en el 2012 en el Govern de Catalunya. Pero ahora, profesando la fe de los conversos, se creen con la autoridad moral no sólo de hacer como los fascistas sino de patrullar como guardianes de las esencias, de momento sin turbante ni barba. En fin, suerte tenemos de buenas personas como Marc Bosch, capaces de alargar la mano, aunque lo pongan difícil cuando algunas actitudes -cada vez más crispadas e iracundas- alimentan la tentación de pagar con la misma moneda. Quizás no tan patriótica pero a buen seguro más honesta y decente.