Cuando la derecha no muestra compasión, no es derecha; es puro falangismo. El daño que está haciendo Ciudadanos a la convivencia es lo peor que le puede pasar a una democracia. Son los herederos del resentimiento y la nostalgia. Son los hijos de la reacción nacionalista que latía en una izquierda de tópicos y dogmas, de una especie de gente amargada, cargada de odio, que vivió el acuerdo de Pasqual Maragall con ERC como la consumación de una traición. Aquella carcasa de izquierda escogió un voraz cachorro de la derecha anticatalanista para liderar el resentimiento: la hiena, una bestia necrófaga.

Ciudadanos ha sacado lo peor del PP, la derecha sociológica hija del franquismo, porque lo ha empujado a una carrera fanática. Tanto Rajoy como Aznar pertenecen a la casta de opositores programados para vivir del Estado. Rajoy, del escalafón noble; Aznar, del plebeyo. También es verdad que Aznar pactó con Pujol cuando convino y que incluso procuró un pacto con ETA. Es un Aznar estropeado y después resentido el que acuña un nacionalismo de Estado de nuevo orden, con olor de naftalina, que encuentra en la hiena a su heredero directo. Eran el pan y el hambre. La conexión, el hilo conductor, era el resentimiento y un nacionalismo cargado de odio que encontró en una prensa de Madrid un rabioso y entusiasta acompañamiento.

El daño que está haciendo Ciudadanos a la convivencia es lo peor que le puede pasar a una democracia. Son los herederos del resentimiento y la nostalgia

Unamuno, al principio de siglo XX, ya decía: "Merecemos perder Cataluña. Esa cochina prensa madrileña está haciendo la misma labor que con Cuba. No se entera. Es la bárbara mentalidad castellana, su cerebro cojonudo (tiene testículos en vez de sesos en la mollera)". Hoy los cuatro diarios de la capital española están perfectamente alineados, solo discrepan en si es más conveniente el aznarismo de Ciudadanos o el PP de Rajoy, con el viejo diario de los progres (decadente y endeudado) entregado sin manías a las hienas. El único mensaje en prensa escrita que pueden leer los madrileños es un relato en que la derecha son las hienas y la izquierda, Rajoy.

La gran diferencia entre los grandes medios de papel de Barcelona y los de Madrid es que los de Madrid hicieron campaña desacomplejada a favor de Arrimadas el 21-D y que los de Barcelona hicieron una campaña acomplejada a favor de Iceta, una diferencia que tampoco es menor. A Albiol no le quiere nadie por mucho que el hombre se significara haciendo puntos animando a los uniformados del "Que nos dejen actuar". Sin embargo, hay diferencias entre Iceta y Albiol o Arrimadas, aunque con tanta estampa al lado de gaviotas y falangistas parezca uno más. "Dime con quién vas y te diré quién eres", dice el refranero.

Pero ni mucho menos todos los correligionarios de Iceta se sienten cómodos desfilando al grito de "Puigdemont a prisión" o el "Yo soy español, español, español". Quizás ni él. Núria Parlon, alcaldesa de Santa Coloma, se aguanta las arcadas cada vez que ve a Iceta enganchado a Arrimadas o Albiol. Pero Parlon, como Iceta, tiene un problema que no es menor. El grueso de su electorado no se siente interpelado por el movimiento independentista, justo al revés. Y sin embargo, no son calcos. El PSOE llegó a presentar una moción en el Congreso para reprobar a Saénz de Santamaría por la violencia policial el 1 de octubre, pero la congeló tan pronto salió el Rey, íntimo de las hienas, a aplaudir la mano dura.

Cuando la hiena olfatea la sangre se le activan los sentidos. La hiena es capaz de bramar "¡Golpistas!" por cualquier argumento y acto seguido abandonar indignado el Parlament si alguien cuestiona a Franco

Esta prensa sigue repitiendo el tótem contra el Govern fulminado por el 155 para empujar y justificar los excesos judiciales: "¡Golpistas!" Y saben mucho del género. Tanto es así que la cabecera decana fue germanófila la Primera Guerra Mundial, defendió la dictadura de Primo de Rivera en los años veinte, fue rabiosamente partidaria de Adolf Hitler i Mussolini en la Segunda Guerra Mundial y finalmente acompañó del principio a fin a Francisco Franco. Toda esta buena gente, que ejecutaron las mayores matanzas del siglo XX, merecieron su apoyo incondicional. Esta tradición explica que les pareciera tan adecuado que un ejército de uniformados repartiera estopa a la gente que fue a votar el 1 de octubre y que después se hicieran fuertes en la negación de la violencia y los heridos. Por eso no es extraño que pasen de puntillas sobre las agresiones de la extrema derecha en las calles de Barcelona. Si una pandilla de cobardes, en nombre de la unidad de España, te clava una paliza, harán la vista gorda. Aquí, la Hiena Alfa, sobresale. Interpreta de forma eficaz e implacable la propaganda anticatalanista, sin compasión. Cuando la hiena olfatea la sangre se le activan los sentidos. Si ve una herida que sangra, clavará veloz la dentellada. La hiena es capaz de bramar "¡Golpistas!" por cualquier argumento y acto seguido abandonar indignado el Parlament si alguien cuestiona a Franco. Cerca de ciento cincuenta agresiones, nos explicaba Jordi Borràs, a fecha del estudio publicado en el Anuario de Media.cat. Todas impunes, y así seguirán si depende de la hiena y su manada.

Estamos ante una involución sin precedentes que protege un entramado de intereses gigantescos y que ha encontrado en el anticatalanismo feroz la argamasa ideológica con que entretener a la parroquia. Estamos ante un recorte colosal de los derechos y libertades, y es en este punto que tenemos que reubicar el embate, tal como apuntaba el president del Parlament, Roger Torrent. Aquí hay camino para recorrer y espacio para crecer y tejer complicidades. El nuevo exilio (Rovira), los nuevos encarcelamientos (Turull, Rull, Bassa, Romeva y la presidenta del Parlament, Carme Forcadell) y la detención de Puigdemont en Alemania exigen este esfuerzo imprescindible si queremos salir adelante. No caigamos en ninguna provocación. Nos están buscando por aquí, nos quieren enrabiados y ofuscados, para provocar una deriva en un movimiento que siempre ha sido pacífico y democrático. Y así tiene que seguir siendo. O sumamos nuevos aliados y ensanchamos o nos harán pasar por el enderezador y los nuestros se pudrirán en la prisión o se harán viejos en el exilio.