TV3 es la cabeza de turco de la derecha. A veces, también de la izquierda o de determinada izquierda. Y a veces, también se la cargan actores políticos y sociales de nuestra casa. No por exceso sino por defecto, la letanía de quien no se siente bien tratado porque no lo llaman o no lo tienen presente cada día.
Las feroces campañas en su contra son una constante de hace años. Es, dicen los que la querrían cerrar, un instrumento al servicio de todas las maldades. Seguro que TV3 tiene aspectos a mejorar. Tan seguro como que, con una diferencia enorme, es la televisión generalista más plural que se puede sintonizar, en Catalunya. Sus informativos son, de largo, los más vistos. Y buena parte de su parrilla responde a una voluntad de innovación y de entretenimiento con mesura. Nunca ha caído en los reality shows, ni en estos programas del corazón soporíferos. A pesar de algún sesgo, a menudo comprensible, la Televisió de Catalunya es un oasis de aguas cristalinas en medio de tanta suciedad. A veces, delante de aguas fétidas.
TV3 sufre problemas de recursos, también problemas estructurales y tal vez de redefinición en un mundo que se va transformando a velocidad de vértigo. Nada es fácil, pero los resultados, a pesar de todo, son bastante notables. Los informativos son de un rigor y pluralismo abrumador en contraste con sus competidores. Mejorables, seguro; arrastrando algunas inercias del pasado, también; pero claramente a una distancia sideral de la chavacanería que satura las ondas. Y aun así vemos como reputados progres también se atreven a cuestionar TV3 mientras callan miserablemente ante la avalancha implacable que cae como una granizada en dirección contraria, cuando no participan en esta avalancha, que es eso de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio.
Hace unos días, Els matins de TV3 produjo un vídeo cuestionando a Gabriel Rufián. El vídeo venía a subrayar que el actual Rufián ya no es el que exhibía fotocopiadoras en el hemiciclo del Congreso. Era un vídeo insólito, nada amable y gratuito; gratuito en el sentido de que nunca se había hecho nada parecido contra ningún otro político si no era en un programa de humor o de sátira. Iba a la yugular. Tampoco era la primera vez que Rufián salía mal parado en este espacio. Antes por ser demasiado gamberro y ahora por no serlo. Cabe decir que cuando Rufián ganó, con permiso de Junqueras, las elecciones españolas, tampoco lo entrevistaron. De hecho, no lo han invitado nunca desde entonces. Ni una sola vez. Pero, en cambio, no es la primera vez que le atacan. Y no se ha quejado.
Gabriel Rufián se podría haber enfadado. Podría haber hecho como aquellos que a la mínima, porque no los invitan constantemente, porque no los entrevistan más a menudo, porque no los tienen en la casa, montan el número y reaccionan públicamente airados contra TV3, con el fin de exigir que se les preste más atención, con razón o sin, a menudo más sin que con. Y, a veces, les funciona. Y picando TV3 obtienen la cuota mediática que creen que les corresponde por ser quienes son, con independencia de si son o no son. O de si lo que dicen tiene más interés o menos. O de si tiene alguno. O de si lo que dicen ya lo dicen otros. TV3 es buena si mi cara suena.
Hace unos días entrevistaron a Gabriel Rufián en Eldiario.es y le preguntaron sobre el vídeo en cuestión. Y Rufián reaccionó de la mejor manera posible: con clase y generosidad. La respuesta fue: "Felicito a los servicios de hemeroteca de TV3 que son muy buenos. Soy un defensor de TV3, es una gran tele pública y que fiscalice a los políticos forma parte de su responsabilidad. Este vídeo es un torpedo en la línea de flotación de aquellos que vienen diciendo que TV3 es una maquinaria de propaganda independentista". Alto y claro, así siempre.