A lo largo de toda su trayectoria, tan cívica como política, Oriol Junqueras ha seguido un patrón muy similar: cohesionar el país así como superar el país dual de tres décadas y aguas pasadas, una línea de actuación que se acentuó desde el momento que hizo política municipal en Sant Vicenç dels Horts.
Es el único liderazgo que ha sido capaz de tumbar al PSC allí donde es más imprescindible hacerlo, en el Baix Llobregat. Si hay un reto gigantesco para el independentismo este es precisamente disputar al PSC su hegemonía metropolitana. De aquí, también, que toda estrategia que desde las filas del independentismo hace de muleta del PSC a la región metropolitana sea tan y tan contraproducente. Tanto, que invalida cualquier estrategia soberanista plausible. Al PSC se le tiene que disputar democráticamente su poder territorial, no acuñarlo.
Cuando alguien hace exactamente lo contrario, cuando alguien sale a socorrer al PSC metropolitano para impedir la alternancia, sobre todo aquello que hace es impedir que el independentismo consiga una homogeneidad territorial que hoy, en defecto, es su principal talón de Aquiles. Buena parte del neoindependentismo (sobre todo el que proviene de una tradición conservadora y nacionalista) se niega no sólo a verlo sino a admitirlo y en el colmo de los despropósitos enmienda a la totalidad una estrategia que Junqueras ha protagonizado y liderado siempre.
Así fue en Europa, con el tridente que formaban Junqueras, Romeva y Tremosa. Este tridente, precisamente este, fue el que descabalgó al PSC de la alcaldía de Sant Vicenç dels Horts. Un triunfo histórico que enseñaba el camino a recorrer. También respondió a este criterio el Parlamento, cuando envió una delegación de tres personas a Madrid para defender un referéndum acordado. Los protagonistas volvieron a responder a la misma alianza: Rovira, Turull y Herrera. Era una clara mayoría soberanista que propugnaba la celebración de un referéndum de autodeterminación pactado con el Estado.
Esta fórmula ha vuelto ahora a tener éxito en Tarragona y Lleida. Gracias a esta mayoría, tripartita reforzada con el concurso de la CUP, las alcaldías de estas dos capitales han cambiado de manos. El PSC ha pasado a engrosar las filas de la oposición y ahora las dos alcaldías son republicanas, con Pau Ricomà y Miquel Pueyo.
El PSC ha visto, los últimos años, cómo perdía sus dos capitales históricas en el Vallès Occidental: Sabadell y Terrassa. Nuevamente gracias a una política de alianzas, liderada por los republicanos, que ha dejado fuera al PSC de estas dos alcaldías, terceras y cuartas ciudades de Catalunya con el permiso de Badalona. Desdichadamente no se ha podido repetir esta alianza en Sabadell. Primero, porque los comunes optaron por volver a pactar con el PSC. Y en segundo lugar porque Junts per Catalunya ha consumado, también aquí, este sorprendente papel de muleta del PSC, el mismo que se ha extendido (como nunca) por toda la región metropolitana. Nadie se ha significado tanto, a la hora de regalar presidencias y alcaldías a los socialistas en la Catalunya metropolitana, como el mundo que lidera Puigdemont. Ha batido todos los récords, apuntalando al PSC allí donde iba cojo. Un dato rigurosamente objetivo que despachan con todo tipo de bagatelas y que contrasta con una gesticulación que encaja poco o nada con una estrategia diáfana, tan contradictoria como evidente.
Hoy volvemos a ver a Oriol Junqueras en una entrevista trepidante en TV3, conducida por Vicent Sanchis que quizás firma la entrevista con más ritmo desde que dirige TV3. Es la mejor versión de Junqueras. Y quizás también de Sanchis, un periodista con mucha personalidad, de probada solvencia y, al mismo tiempo, con una trayectoria casi a las antípodas de la que representa Junqueras.
La entrevista es una exhibición de dialéctica, de energía, de convicción, de fuerza y de coraje. Difícilmente volveremos a ver una similar. Y no es que Rull y Romeva no hicieran un buen papel en el Faqs. Hay que escuchar a Rull (un hombre honesto y leal) y vale la pena escuchar a Romeva, mil veces, por todo lo que representa y por la serenidad y objetividad con que mira el futuro y dibuja la manera de ganarlo. Su abrazo con Mireia Ingla, la valerosa alcaldesa de Sant Cugat del Vallès es la de un hombre que ha crecido, un gigante. Romeva es todo él un tipo de una integridad y racionalidad que deja en evidencia a todos los vendedores de humo. Y, por descontado, excelso Jordi Cuixart, clarividente, en clara sintonía estratégica con Romeva. Sus discursos se parecían como dos gotas de agua. No en vano, los dos son de luchas compartidas.
El PSC sólo teme a un adversario ante la eventualidad de perder o retener sus bastiones. Y es la de ERC de Junqueras. Pero es que de rebote el peor adversario de la República Catalana es el mantenimiento o retorno a la Catalunya dual que ha hecho reavivar la alianza entre una pareja que formalmente no se pueden ver pero que en la práctica cierran acuerdos a mansalva. ¡Qué paradoja! Los nacionalistas se pelean con todo el mundo, entre las diferentes fracciones internas sin tregua y con el resto del independentismo. En particular, con los republicanos. Excepto con el PSC, con quien pactan por todas partes.
En la medida en que Junqueras pueda estar presente en la calle el independentismo gana fortaleza, cohesión y credibilidad a ojos de la mayoría. Porque es capaz de abordar las debilidades y rehuir unos extremos que se retroalimentan y nos hacen retroceder en la medida en que nos condenan al empate infinito.