Desde ya hace tiempo, no hay conversación que, como una ley a la cual todavía hay que encontrarle nombre, no derive en las series que estamos viendo. Y, desde hace tiempo, como una ley que todavía no ha encontrado nombre, me encuentro explicando que, cuanto más me gusta una serie, más tardo en verla. No porque la quiera saborear especialmente, sino porque me duermo. Me explico. Todos tenemos muchas cosas en la cabeza, nos cuesta desconectar. Y hacen años que se ha encontrado un método —tradicional, por otra parte—, consistente en dejar el móvil de lado a una cierta hora, poner en marcha la tele y esperar que el sueño te llegue. Siempre hay un momento en que te despiertas incómodo, vas hacia la cama, y, en mi caso, me pongo La competencia en la radio. No llego a escuchar ni 5 minutos.

¿Y por qué La competpència? ¿Y por qué me duermen las series que me gustan? Leo en el digital Catorce que el cineasta Joaquim Jordà decía que cuando una peli te hace venir sueño, es que vamos bien, porque significa que ha conseguido conectar con nuestra parte más íntima, sobre todo si finalmente te duermes. Y es eso. Si una serie o una película te gusta mucho, eres capaz de desconectar de todas las preocupaciones, de focalizarte. Y el cansancio hace que, entonces, te duermas de puro placer. A mí me pasa con El encargado. Me pasó con Succesion. Me pasó con The bear. Y me pasa con las buenas películas. La suerte es que antes eso me pasaba en el cine y tiraba el precio de la entrada. En cambio, ahora, al día siguiente por la noche, puedo buscar el punto que no me suena haber visto, descubrir que me dormí enseguida, y seguir con estos somníferos —no gratuitos del todo— que me pueden durar semanas. Ah, y con La compètencia de Rac1 me pasa lo mismo. Son tan buenos, Óscar Dalmau y Óscar Andreu —y compañía— que me hacen dormir…

La combinación de un partido del Barça de Flick con comentarios de Michael Robinson, sería letal

En cambio, es curioso, este fenómeno no es aplicable al fútbol. Me gusta mucho ver al Barça. Desde antes de la pandemia que no he vuelto a ver ningún partido en el campo. Primero por motivos obvios y, luego, porque no voy a ver un partido a Montjuïc ni que me paguen. Así que disfruto viéndolos en casa. Antes era la excusa de los hermanos para vernos en casa de mi padre. Ahora que hará un año que ya no está, todavía sigue siendo la excusa para vernos. Y allí, por decencia, no me duermo. También porque nos dedicamos a despotricar. Pero en casa tampoco. ¿Por qué? Puedo esgrimir algunas teorías. Una es que el fútbol se vive con pasión y nervios y eso hace difícil dormirse. Pero he visto partidos infumables, sentenciados o con nada en juego y no me he dormido. Pero aquí viene otra teoría. Quizás el Barça de los últimos años ha sido como una mala película, que de tan mala no te deja desconectar. Ahora, sin embargo, los de Hansi Flick han recuperado la estética y golean. Por lo tanto, ha llegado el momento de saber, en el próximo partido entre semana que pueda ver desde el sofá, si el entrenador alemán ha llegado para hacer un servicio público a favor del descanso de los catalanes y del mío en particular.

Lo que es una lástima es que en las retransmisiones de Movistar ya no esté Michael Robinson. Tenía una voz y transmitía una calma, que durante años fue el somnífero ideal para mi hijo pequeño. La combinación de un partido del Barça de Flick con comentarios de Michael Robinson, sería letal. Solo espero que usted se haya dormido antes de llegar al final de este artículo. Será una buena noticia para un servidor.