Que Àngels Barceló hace de mensajera cuando dice que las reclamaciones independentistas no deberían condicionar las "mejoras para la gente" al interés de "alguien que huyó en el maletero de un coche", es de una evidencia total. ¿Mensajera de quién? De los intereses de su grupo mediático, sí, pero creo que también con total claridad hace de mediadora de la parte negociadora que encarna el PSOE. Barceló opina, claro que sí, opina con crueldad y con falsedad incluidas, pero también está indicando que hay una parte negociadora que está dispuesta a levantarse de la mesa. Que hasta aquí podíamos llegar, que ya basta, que a alguien se le acaba la paciencia y que ahora, si queremos, ya podemos recurrir al insulto personal. Lo que no sé es de quién hacen de mensajeros los opinadores independentistas que aplauden la referencia de Barceló al maletero y a la supuesta traición del president Puigdemont: sí sé, sin embargo, a qué lado de la negociación favorecen. Al mismo lado que, pocos días después, se ha rodeado de empresarios catalanes y patronales para poner unas condiciones que el propio PSOE no se debe atrever a exponer en público. El último caso, el Cercle d’Economia: amnistía sí, pero para hacer un nuevo Estatut, y sin que aparezca como un simple intercambio de votos, y en todo caso con renuncia explícita a ninguna vía unilateral. Menos mal que no se han ofrecido de mediadores, porque parecería una propuesta hecha directamente por Miquel Iceta.

Más allá de lo que diga o deje de decir el PSOE, directamente o a través de sus mensajeros, el mensaje global que España todavía está dando ante el conflicto político es el siguiente: “un referéndum de autodeterminación acordado es implanteable, porque es anticonstitucional y ya sabéis que cuando decimos que es anticonstitucional es que no nos da la gana, como ya se ha demostrado con la amnistía. Ahora bien, ¿qué salida os damos? ¿La unilateralidad? No, no, me temo que nada de eso tampoco: lo que os estamos diciendo, por boca de Àngels Barceló y del Cercle d’Economia y de Foment del Treball y de Felipe González y de Iván Redondo y de Maruja Torres y de Joan Manuel Serrat, si algún día es necesario que intervenga, es que nunca tendréis un referéndum. Ni acordado, ni no acordado. Tendréis una autonomía, tendréis un aeropuerto Josep Tarradellas, tendréis quizás un Estatut mejorado. Y tendréis algo que creemos que no valoráis lo suficiente: os dejaremos existir, os dejaremos hablar catalán en el Congreso y en el Senado y podréis pensar libremente todo lo que os dé la gana. Si vais más allá, ya sabéis que aplicaremos el 155 y que esta vez ya haremos lo posible para que los jueces no nos vuelvan a hacer quedar como unos animales”. Esta es la oferta. Y este es el único mensaje de los mensajeros.

Lo que os estamos diciendo, por boca de Àngels Barceló y del Cercle d’Economia y de Foment del Treball y de Felipe González y de Iván Redondo y de Maruja Torres y de Joan Manuel Serrat, si algún día es necesario que intervenga, es que nunca tendréis un referéndum

Al independentismo no se le ofrece ninguna salida, y se le quiere dejar claro que no la tiene: excepto, claro, la de dejar de serlo. Todas las demás opciones quedan abiertas y, si se trata de pactar el traspaso de las becas universitarias o de algunos viales interiores de Rodalies, seréis más que bienvenidos. Ante esta oferta tan provocadora, el independentismo no tiene que dejarse provocar. Si de esta negociación no sale un "compromiso histórico", ya saldrá alguno en una negociación futura. Pedro Sánchez no tiene por qué ser ahora presidente, y Carles Puigdemont podría no necesitar ninguna amnistía para volver (hay ganas de hacer sentencias esclarecedoras). Lo que sí podemos saber es que en Europa están esperando ver si se quiere y se puede resolver el conflicto, y resolver no significa ignorar. Una forma interesante de hablar de ello, lo admito, es darle vueltas al término de “nación”. Esta vía del reconocimiento sí que me parece interesante, porque hace que abandonemos por un segundo nuestra fijación por el referéndum: obtener jurídicamente el grado de nación, saber qué comporta, qué derechos otorga (tanto los de “minoría nacional” dentro de un Estado, como los de una nación por sí sola) y sobre todo cuándo podré contar, en consecuencia, con mi DNI catalán. Todo lo que no sea esto, en este debate, interesa poco.

El enésimo enviado de estos mensajeros me decía recientemente en una tertulia televisiva que “si no hay pacto, el culpable será el president Puigdemont”. La presión y el chantaje ya no van dirigidos hacia Junts o ERC, sino, directamente, hacia una sola persona. No pasa nada, yo diría que esto al president le condiciona poco. Sí que sé algo, de interés más general: si puede haber alguien culpable de que no haya pacto, también puede haber alguien culpable de que lo haya. Los encargados de trasladar mensajes y amenazas, quédense con este de mi parte: a este lado, la que más preocupa de estas dos posibilidades es la segunda.