El eurodiputado Alvise cobró en metálico, a tocateja, 100.000 euros de un profeta de las criptomonedas que hacía soñar a sus clientes con enormes ganancias. Como suele pasar, la codicia es uno de los pecados más irresistibles y comunes. Solo había que ganarse la confianza de unos cuantos incautos. A ciencia cierta que no fueron pocos los que tuvieron confianza con el reclamo de unas ganancias espectaculares. Dinero fácil… para el Alvise de turno. Después, como suele pasar, a llorar. Es como jugar a la bolsa o ir al Casino a asaltar la banca queriendo desconocer que esta siempre gana. Precisamente por eso es un negocio tan lucrativo.
Al fin y al cabo se ha sabido justo ahora —los tejemanejes de Alvise— cuando los intereses vuelven a decaer y una buena oferta de un banco no llega al 2% de interés por un depósito fijo a plazo. Y siempre que se tenga una cantidad considerable. Tentador cuando alguien promete intereses desorbitados por el dinero ajeno si el banco ofrece un interés por debajo de la inflación. Si es que lo ofrece y no pasa de que te cobran por un servicio u otro. Por no hablar de las comisiones abusivas de los cajeros automáticos.
El caso es que el rey de las criptomonedas adelantó 100.000 euros en Alvise. De una tacada. Alvise sí que cobra por adelantado, este sí. A cambio de futuras gestiones que lo beneficiaran si en un futuro PP y VOX necesitaban los hipotéticos votos de Alvise para hacer mayoría. A la derecha que alimenta el discurso más derechista le pasa que acaba viendo cómo le crecen los enanos amparados en este discurso al cual esta derecha da cobertura. A menudo porque se deja arrastrar por el populismo cuando promete soluciones fáciles a problemas complejos si no insolubles. O para responder a una izquierda que a menudo —todo sea dicho de paso— se pasa de frenada.
El Rey de las Criptomonedas pagó en mano 100.000 euros. Más que un sobre debió ser un maletín. Posiblemente en billetes de 100 o 50. Porque los billetes de 200 no circulan y los de 500 no los quiere nadie. Ni el banco que exige explicaciones si alguien pretende ingresar más de un billete de 500. Ya no digamos 200 billetes de 500. De dónde los has sacado es la primera pregunta que te harán. Si fue en billetes de 50 debió ser laborioso el recuento. Son 2.000 billetes de 50 hasta sumar 100.000 euros. Es todo un botín de fajos de billetes, como los de las películas de gánsteres.
Es fácil imaginar a Alvise contándolos con frenesí, lamiéndose los dedos y haciendo fajos de 1.000 euros. Hasta sumar 100, empapados por la pulsera con la bandera española que está tan de moda y que Alvise, como tantos otros patriotas, luce en la muñeca. A saber si su mecenas también se prepara con la bandera de España. Como el jefe de Desokupa. Un oneroso juego de patriotas. ¿¡Quién decía que banderas no se come!?
Entretenidos uno y otro con el intercambio, debían ir contando billetes, apuntando en una libreta las cantidades para no descontarse a medida que se van haciendo pequeños fajos al estilo arreglado de los bancos. O bien en fajos más voluminosos, asfixiados por gomas elásticas como antaño los vendedores ambulantes.
Alvise es un caradura sin escrúpulos de ningún tipo. Un vendedor de ungüentos que ha sabido aprovechar el discurso de la antipolítica, un discurso que prospera en las redes sociales y que defienden youtubers que se han hecho de oro y que trasladan su residencia en Andorra, o implícitamente deportistas de élite u otro tipo de millonarios que cotizan fuera de España
Es dinero opaco que a menudo o bien se hace circular en pequeñas cantidades o se hace ir de mano en mano, sin dejar rastro, precisamente para seguir evitando el fisco. Para pagar servicios u obras sin declarar. Es un círculo vicioso. Pero no a pequeña escala, al por mayor.
Alvise es un caradura sin escrúpulos de ningún tipo. Nada más. Un vendedor de ungüentos que ha sabido aprovechar el discurso de la antipolítica, un discurso que prospera en las redes sociales y que defienden youtubers que se han hecho de oro y que trasladan su residencia en Andorra (o a dondequiera que se lo monten bien), o implícitamente deportistas de élite u otro tipo de millonarios que cotizan fuera de España. Claro que cuando vives en un país donde el primer evasor fiscal es el Rey y sus sórdidos tratos de faldas, ya está todo dicho. Especulan que los 100.000 euros percibidos por Alvise (el chocolate del loro al lado de los faustos reales) podrían ser constitutivos de un delito de financiación ilegal de su partido. Cuando con toda probabilidad era única y exclusivamente para su bolsillo. Gastarlo en campaña habría sido más noble.
El eurodiputado Alvise ha pretendido resolver la cuestión soberbia mientras llama a seguir su ejemplo. A hacer todo lo posible para no pagar a Hacienda. Se vanagloria de declararse culpable una vez lo han pillado y lo disfraza todo de un discurso patriótico y liberal. Alvise no es tanto el problema como la consecuencia de un discurso que la derecha ha acentuado y que consiste en no pagar impuestos. Como en Madrid, que hacen ostentación de sortear el pago. Pagar es de pringados nos vienen a decir.
Es notable en la derecha española la desazón para suprimir impuestos como el de Sucesiones o Patrimonio. Sobre todo si son impuestos selectivos que solo gravan a los que más tienen o heredan. La derecha hace bandera de ello, como abandera rebajar otros a cargo del dumping fiscal contra la economía productiva de otras comunidades. Se recurre incluso a aquella leyenda fiscal que defiende que lo mejor para el conjunto de la sociedad es que los millonarios no paguen impuestos. Porque después pueden ser más desprendidos gastando a carretadas. Es una burla. Pero tiene predicamento en algunos ámbitos.
De rebote se farda de que se han suprimido en nombre de la libertad mientras se denuncia el "terrorismo fiscal". El "infierno fiscal" que denunciaba Margaret Thatcher, escoltada por Ronald Reagan. Una política que ha rebrotado con más fuerza que nunca en una era de derecha populista que ha eclosionado y que se extiende como una mancha de aceite. Desde Argentina a Austria. Y que tiene en Donald Trump un icono batallando para volver a coronarse. Tampoco es que la izquierda ayude mucho cuando incrementa la presión fiscal a las clases medias o las deja fuera de ayudas o prestaciones con cortes arbitrarios que son una fuente de agravios y de conflictos. ¡Que le pregunten a una familia de clase media que tiene que llevar a tres niños a la guardería! Pero esa es otra cuestión.
La cuestión es que hay Alvises y tienen éxito porque antes muchos han sembrado para hacerlo posible.