"Si la lengua falla, fallará todo" es el título de la conferencia que el próximo 19 de febrero hará el MHP de la Generalitat Quim Torra en Riudoms (Baix Camp). Dado que, con toda probabilidad este título se refiere a la pervivencia de Catalunya como nación, puede pasar que más de uno piense que el mensaje tiene un aire demasiado apocalíptico, que en una cultura no todo es la lengua, como se demuestra en el País Vasco, donde la lengua es más minoritaria que en Catalunya y el sentimiento nacional no solo no se ha resentido de ello, sino todo lo contrario.

En Catalunya el inmigrante tiene como referente idiomático el castellano

Sea o no apocalíptico, y sin entrar en la relación de la lengua con el sentimiento nacional catalán, es una realidad que el catalán va, lamentablemente, a la baja. Solo hay que ir por la calle, ir a establecimientos comerciales, a los servicios de salud, a las escuelas, a los espectáculos, a los bares, a los restaurantes, a las empresas para poder constatar fácilmente que es así en entornos metropolitanos y, en menor medida, en el resto del país. Y lo que es más alarmante: por segmentos de edad también es constatable la pérdida del idioma entre la población más joven.

Recordando al eminente lingüista Joan Solà en un discurso en el Parlament de Catalunya en el año 2009: "[...] la lengua catalana no está bien de salud: ni de salud política [por el marco estatal de referencia] ni de salud social [catalán en las aulas, castellano en el patio] ni de salud filológica [degradación de sus estructuras, fonéticas, sintácticas, fraseológicas, léxicas]".  Desde entonces, la lengua no ha mejorado ni en cantidad (número absoluto de hablantes y su proporción respecto al conjunto de la población) ni tampoco en calidad (cada vez se habla peor).

A la espera de la publicación de la última encuesta de usos lingüísticos, daré cuatro datos para ilustrar los usos del catalán, extraídos de las encuestas sobre el tema entre 2003 y 2018. ¿En qué lengua se relaciona la población catalana con los demás? Con los miembros del hogar y con los vecinos se da un predominio del castellano (cerca de la mitad de la población), seguido del catalán (un tercio aproximadamente), y el resto de la población emplea ambas lenguas (catalán y castellano) u otras lenguas (en crecimiento). Entre compañeros de estudio, desde 2003 el catalán va a la baja, aunque todavía era la lengua predominante en 2018. En el gran comercio y en las entidades financieras el catalán, que era predominante en 2003, ha pasado a segunda posición. Con el personal médico, el catalán y el castellano están muy igualados, pero el primero ha perdido mucho peso respecto a 2003.

Los factores que explican la delicada situación de la lengua y la tendencia general que presenta ni son sencillos ni se pueden aportar en un artículo como este. Sin embargo, la experiencia y el sentido común hacen pensar en una combinación de cuatro ingredientes que podrían dar como resultado la explicación del punto en que nos encontramos y hacia dónde nos orientamos. El primer factor deriva del modelo económico: el principal motor del crecimiento de hace décadas son actividades que crean puestos de trabajo de baja productividad y de bajos salarios (desde el sector agrario a los mataderos, al personal de limpieza, al sector hotelero, a la restauración, entre otros), que no interesan a la población catalana. Oficios más clásicos como el de electricista, carpintero, instalador de redes, de aire acondicionado, etcétera, están en la misma situación. Mientras esto ocurre, Catalunya está batiendo récords de residentes en el extranjero: gente muy cualificada y formada aquí, pero que no encuentran trabajo o, si lo encuentran, está mal retribuido.

El segundo factor es demográfico, con una conexión económica directa: ante la baja natalidad y la alta necesidad de personal del sistema productivo, la salida que se encuentra para cubrir el déficit es la inmigración. En Alemania y en casi todos los países europeos también ocurre, con la diferencia de que allí la inmigración es neutra en términos de lengua. En Catalunya es diferente, el inmigrante tiene como referente idiomático el castellano. No hay ninguna necesidad de aprender el catalán si uno no tiene la voluntad o no ve ningún rendimiento al hacer el esfuerzo de aprenderlo. El hecho sintomático de que el catalán no es necesario, ni siquiera para tratar con las administraciones públicas, envía una señal clara de que el esfuerzo por aprenderlo quizás es innecesario.

El tercer factor es cultural, también con su raíz económica. El idioma castellano es predominante en Catalunya en redes sociales, espectáculos, televisión, series, música, etcétera.  Un idioma que lo hablan cerca de 600 millones de personas rivaliza desde una posición de fuerza, por volumen, con una cultura relativamente pequeña como la nuestra y hace difícil que sobreviva.

El cuarto factor, que no es económico, es la falta de autoestima de los catalanohablantes por su lengua, pero este lo dejo para los especialistas en lengua, que los hay, y de buenos. De ejemplos de infravaloración de la riqueza histórica que representa ser portadores de una lengua milenaria encontramos en la vida cotidiana, con las actitudes individuales relativas a la lengua, y también en la esfera política respecto a la oficialidad y la exigibilidad del catalán como lengua propia del país. No es ninguna excusa, pero el apoyo de la obligatoriedad del idioma propio del país, como ocurre en toda Europa, incluida Andorra, ayudaría a salvar una lengua seriamente amenazada.

Imperiosamente, a pesar de todo lo que no va a favor, la lengua es un patrimonio colectivo de la sociedad catalana que hay que preservar y potenciar, si no queremos desaparecer del mapa de las culturas y de las naciones.