En un artículo tan lejano en el tiempo como la galaxia de Luke Skywalker, escribí una frase que a menudo me dice Francisco, el psicólogo que me ayuda a llevar los lutos con cierta gratitud por la vida. La frase era la de "si quieres hacer reír a Dios, explícale tus planes", y me gustó tanto, que en aquel artículo pareció que le daba la autoría a mi confesor de los martes y un lector me riñó. "No se lo ha inventado tu psicólogo, imbécil" quiso venir a decirme el suscriptor del diario. Afligido por mi error, busqué la autoría y creo, sin quererme equivocar, que es de Woody Allen.
Recién saltado en paracaídas en este 2025, hace tiempo que he dejado de hacer planes a media y larga distancia. Y no lo hago por culpa del ojo inquisidor del Padre Nuestro —a los creyentes les confieso que los ateos nos pasamos la vida buscando a un Dios—, sino para no convertir mi vida en un baile de bastones. Si tienen que llegar las alegrías y las decepciones, ya llegarán sin pedir permiso.
Porque, mirándolo bien, las perspectivas para este 2025 son tan poco alentadoras, que en un plis plas tendremos a Donald Trump gobernando el mundo desde su Estrella de la muerte para capitanear el Senado Galáctico, un cuerpo legislativo que dirige las riendas de una República Galáctica que cada vez tiene más apariencia de una República Bananera. Y con el bueno de Elon Musk electrificando nuestras vidas, Trump se rodeará de la flor y nata del Senado Galáctico, empezando por su hacker preferido, Vladímir, y acabando con una hilera de siervos que de la tristor no en faran fum. Siento llevar la contraria al gran Jaume Sisa, pero no es cierto que cualquier noche puede salir el sol mientras gestores de la moralidad como Steve Bannon estén alimentando ideológicamente el movimiento nacionalpopulista galáctico con el permiso del pueblo, no siempre sabio y cada vez más burro.
Cuanta más información tenemos, más fáciles somos de manipular. Ante tanta información que nos llega, no tenemos demasiado tiempo de profundizar y nos quedamos con unos titulares que tienen un dueño
Todo aquello que aseguraban a principios de siglo los politólogos, sociólogos y compañía, ha sido una falacia. Porque afirmaban que, con la aparición de las nuevas redes sociales, sería mucho más difícil manipular al pueblo, pueblo como unidad de destino en lo universal, y nos harían más libres. Sin querer llevar la contraria a estos futurólogos, si una cosa han demostrado las redes sociales es que cuanta más información tenemos, más fáciles somos de manipular. Ante tanta información que nos llega, no tenemos demasiado tiempo de profundizar y nos quedamos, a menudo, con unos titulares que tienen, como todo en la viña del Señor, un dueño. Y puestos a utilizar un enunciado grandilocuente, podría decir, sin equivocarme, que las redes sociales son el opio del pueblo, mucho más que el fútbol o Torrente.
¿Alguien se acuerda de Manuel Luque? Era un publicista que se hizo popular en los años ochenta mediante un anuncio de la marca de jabones para la ropa Colono. Luque, crenchado como un niñito de sacristía con un Supermirafiori en la puerta de su casa adosada, hizo popular un eslogan publicitario que ha quedado en la memoria de muchas generaciones: "busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo". Un consejo que en este nuevo siglo de la información indiscriminada no predicamos por falta de tiempo, incluso, para cocinar en casa un fantástico fricandó, la receta de las recetas de un corpus culinario catalán menospreciado en los hogares, por cierto, por falta de tiempo. Cuando recibimos información tendríamos que buscar, comparar y si encontramos algo mejor, comprarla.
Este 2025 no pinta bien. O para seguir en el cuñadismo está cayendo una buena. Y lo siento por Raphael, jodido de salud, pero cuando a finales de 2024 supe que publicaba un disco homenaje a la canción francesa "por pura gozada", pensé que 2025 arrancaba trágicamente y que "la gozada" sería una tortura y que los cantantes franceses, desde Piaf hasta Bécaud, desde Montand hasta Brel, desde Ferré hasta Brassens, pasando por Gainsbourg, Trenet, Barbara, Greco o Hardy, se removerían en los nichos preguntándose un "por qué" de ultratumba. Haré un esfuerzo y compraré el disco titulado Ayer... Aún como deseo de la pronta recuperación del cantante de Linares, el responsable de canciones como Mi gran noche, Como yo te amo, Yo soy aquel o La canción del tamborilero. Maria Febrer, mi suegra, es una gran fan de Raphael y los Reyes podrían traerle Ayer... Aún para que lo escuche, ronpoponpon, en una estrictísima intimidad.
Y es que este 2025 hace un tufo insoportable a tragedia. Y mientras escucho el carrusel inacabable de noticias que anuncian guerras en todos los rincones de la galaxia, a cada nueva elección gana lo mejor de cada casa política, y empiezan a sonar en el horizonte los tam-tam de los tamborileros que anuncian una nueva recesión tan necesaria para los defensores del ultra neoliberalismo en su obsesión por la destrucción total del estado del bienestar. Y por si no quieres caldo, dos tazas, podemos amenizar el día despertándonos escuchando a los nuevos gurús del nuevo milenio, unos meteorólogos que no encuentran nunca una buena noticia en la galaxia. Soy consciente de que vivo en un mundo condenado por culpa del cambio climático, pero a veces me gustaría escuchar, aunque fuera mentira, que llueve y hace sol y las brujas se peinan, o que siempre nos quedará París a pesar de Víctor Laszlo o el capitán Renault.