Conoceréis seguramente el proverbio latino Si vis pacem, para bellum, atribuido erróneamente a Julio César. ChatGPT os dará muchas más acepciones, pero a mí me interesa especialmente que nos detengamos, cómo no, en Tucídides. Cualquier idea, o casi, sobre geoestrategia que os podáis imaginar, seguramente la encontraréis muy bien fundamentada en su única e irrepetible obra La historia de la guerra del Peloponeso. Y en concreto, sobre esta cuestión, Tucídides, en el capítulo LXXI del primer libro, cuando analiza las causas de la guerra, nos dice textualmente, según la traducción de la Bernat Metge: "el pueblo que asegura por más tiempo la paz es aquel que toma justas medidas militares, pero que da a entender que, si se lo atropella, piensa no dejar hacer".
Justamente, estos días que se habla en Europa del aumento del gasto militar, nos conviene plantear el debate. Y soy de la opinión de que los clásicos ayudan. Recojamos, pues, la idea de Tucídides sobre cómo defender la paz. Hay que tomar —nos dice— "justas medidas militares". Al gran clásico se le ha echado en cara que era un precursor de la realpolitik. Es decir, que no dudaba en defender racionalmente lo que había que hacer para lograr los objetivos políticos planteados, al margen de las derivadas éticas que se vieran afectadas. Y nada más lejos de la realidad. Tucídides intenta analizar qué sucede para extraer reglas. En este caso, nos viene a decir que si no se toman medidas militares "justas", es decir, las adecuadas a nuestras circunstancias, lo más probable es que comprometamos la paz. No es que lo defienda, lo constata.
Y en este dilema estamos ahora los europeos. Nos da mucha pereza hablar de guerra. Nos hemos convencido de que somos gente de paz, evolutivamente hablando. Es decir, que somos mejores que el resto del mundo porque no nos gusta hablar de cosas feas y asquerosas como la guerra, porque nosotros ya lo hemos superado. La guerra es para los locos de los americanos, o para cuatro fanáticos religiosos, o para viejos conflictos tribales. También tenemos una cierta tolerancia por los brutos de los rusos, que ya se sabe, la lían de vez en cuando. No tenemos ganas ni de hablar de ella, y todavía menos de asumir un gasto militar relevante. Si miramos el gasto militar mundial aproximado de 2024 en todo el mundo, estamos hablando de 2.400.000 millones de dólares. De este total, un 35% —unos 800.000 M$— lo pagan EE.UU. Y los españoles nos habremos acercado a los 20.000 M$. Es decir, que EE.UU., con siete veces más población que España, tiene cuarenta veces más gasto militar. Hasta aquí los datos.
Imaginaos un mundo en el que solo tienen armas los locos y los malnacidos. Tendríamos un problema, me parece claro
Antes de continuar, debemos detenernos a reflexionar sobre cuántas escuelas y cuántos hospitales se pueden construir con todos estos recursos. Este es el debate más importante. Pero una vez analizado con desánimo que nadie quiere hablar seriamente del tema, debemos formularnos la siguiente pregunta: ¿qué pasa si no invertimos en armamento y solo lo hacen los países totalitarios? Imaginaos un mundo en el que solo tienen armas los locos y los malnacidos. No hay que ir a la geopolítica mundial. Imaginaos cómo viviríamos si solo utilizaran armas los ladrones y la mala gente. Tendríamos un problema, me parece claro. Las armas las debe tener el Estado para disuadir a quien no está dispuesto a convivir en paz. Pues lo que ocurre en el ámbito vecinal, ocurre también en el ámbito mundial. Para disuadir a quien no quiere vivir en paz y está dispuesto a utilizar la violencia, hacen falta medios para que se le pasen las ganas. Es muy delicado, lo entiendo. Pero desde que Tucídides nos lo dijo hace más de 2.500 años, los hombres y las mujeres no hemos dejado de darle la razón: o equilibramos las fuerzas militares con los países violentos, o nos invaden. Por desgracia, el armamento militar está en la punta de la innovación y, además, hay que estar a la última moda.
Da un poco de miedo que, al final, la guerra de Ucrania haya acabado como una vulgar guerra de trincheras, al más puro estilo de la Primera Guerra Mundial, solo que ahora hay drones y satélites, además de obuses. Con más de 1.000 km de línea de frente y casi un millón de soldados de cada parte, la guerra se ha convertido en un coste insostenible para ambos bandos. Y lo único que está en discusión realmente por ahora es quién pagará los platos rotos, especialmente en el futuro. Porque siguiendo las reglas de la historia de Tucídides, nos pasaremos unos cuantos años poniendo "justas medidas militares" para mantener la paz. Si los dirigentes hicieran más caso a Tucídides en todo, tendrían que ir al rincón de pensar. Mirad qué nos dice en el capítulo LXXVIII del primer libro: "Los hombres, cuando van a las guerras, empiezan por lo que tendrían que hacer lo último, actuar; pero cuando sienten los reveses, entonces se avienen a las razones". Esperemos que, en Ucrania, unos y otros no tarden mucho en hacerle caso, alcancen un acuerdo y detengan la guerra.