¿Independencia? ¿Revolución? ¿O todo a la vez? Tal parece ser el triple dilema que preside el debate que se viene celebrando esta semana en las asambleas territoriales de la CUP y continuará hoy en el gran cónclave cupaire de Manresa. Continuará. Mientras tanto, como diría un marxista consciente, y a la espera de un nuevo cónclave al parecer "decisorio", la llamada legislatura de la ruptura sigue en el limbo, pasados ya dos meses desde las elecciones al Parlament del 27 de septiembre.
En realidad, el triple dilema de la CUP se reduce a una dicotomía tan simple como sangrante: (Artur) Mas sí o (Artur) Mas no, otro plebiscito, pero este, a la ruleta rusa. ¿Independencia? ¿Revolución? ¿Todo a la vez? Más bien nada de nada. Ni la independencia es posible a medio plazo, ni mucho menos parece que lo vaya a ser la “revolución”. Pero, ¿y la cabeza (política) de Mas? Ahí hay que responder “quizás”. ¿Por qué renunciar a la cabeza (política) de Mas cuando todo lo demás –no te engañes cupaire– sabemos que puede esperar?
Y, desde luego, eso es lo que se ha preguntado –y respondido– la minoría no intransigente sino ultrapragmática que rige con mano de hierro los destinos de la organización de izquierda anticapitalista (e independentista) y de su grupo parlamentario.
¿Independencia? ¿Revolución? ¿O todo a la vez? En realidad, el triple dilema de la CUP se reduce a una dicotomía tan simple como sangrante: Mas sí o Mas no, otro plebiscito pero a la ruleta rusa
Es cierto que la CUP no es monolítica e incluso que podría romperse, decida lo que decida. Lo ha radiografiado bien en El Nacional el periodista Quico Sallés. También es verdad que, como en El rapto de las sabinas de David, algunos hombres buenos (mujeres, en la gran tela del pintor neoclásico) buscan una vía intermedia. Los cupaires más conscientes, como Francesc Ribera, Titot, o Antonio Baños, han lanzado vía Twitter la muy hegeliana síntesis que se resume en lo de "sin independencia no hay revolución".
Pero, al final, mandan, y seguirán mandando los que mandan (los del Comité Invisible, como expliqué aquí). O sea, la minoría más organizada en una organización que se presume pura desorganización. Al president de la Generalitat, en funciones, pero aún president, y en pleno Palau, los cupaires se lo han llegado a decir a la cara: “Esto va de que no siempre vais a ganar vosotros”.
La única duda es si, contra lo que parece, los exasperantes dos meses transcurridos desde las últimas elecciones al Parlament, la CUP logrará pasar del “vamos lentos porque vamos lejos” de aquel exitoso vídeo de la campaña electoral al “corre, corre [con la investidura], no vaya a ser que [Mas] convoque [elecciones]”. Quizás.
Al final, en la CUP mandan y seguirán mandando los que mandan. O sea, la minoría más organizada en una organización que se presume como la pura desorganización
Quizás, quizás. Todo eso explica por qué todo parece haberse ido ya casi al carajo, como admiten hoy muchas gentes del entorno de CDC i/o de JxSí. Todo: la legislatura de 18 meses del pulso final con el Estado, la autoridad de Mas sobre el segmento central del soberanismo (de ahí la afirmación que hizo esta semana en un foro empresarial: "Debemos proteger la centralidad del país") y, ay, el proceso. Del proceso tal y como se ha planteado hasta ahora en su vertiente operativa, o sea política. Contra lo que suele decirse, un cierto fracaso no tanto desde el punto de vista de la mayoría social (un 48% de los votos es una casi mayoría por la independencia impensable hasta hace cuatro días que explica la desaforada reacción del Estado, bravo, Mariano), sino del liderazgo.
La cuestión del liderazgo, el modo de pilotar la nave hacia Ítaca, sigue siendo la gran asignatura pendiente, tanto desde el planteamiento puramente masista (el intento de lista del president, que llevó a un bloqueo de ocho largos meses por la pugna CDC-ERC) como del finalmente materializado 27S, el del armisticio CDC-ERC, el artefacto JxSí, con Mas y Junqueras separados pero muy juntos al frente de la nave y escoltados por capitanas y capitanes civiles del procés.
La estrategia planteada y corregida en julio con la lista unitaria por las fuerzas centrales del soberanismo, CDC, ERC y sus apoyos civiles, las Forcadell y las Casals, los Llach o los Reyes, se ha ido al carajo o está muy cerca de ello, porque la CUP manda o ha tomado el mando. Y porque algunos, desde luego en CDC, pero también en ERC y la ANC, cayeron en la cuenta cuando ya era demasiado tarde: cuando ya habían pedido el voto en el 27S para “todo” el independentismo. O sea, para JxSí y... la CUP, su competencia electoral directa.
Mas y JxSí necesitan a la CUP, pero mucho más la necesitan Rajoy y Rivera. ¿Para qué? Para rematar la faena con Mas, como los toreros, para darle la puntilla a la dirección del proceso soberanista
La CUP manda tras haber sabido aprovechar hábilmente el desconcierto de JxSí tras la noche electoral plebiscitaria (ese diputado que faltó para totalizar los 63 que habrían facilitado a Mas la segunda investidura) y la endiablada relación de fuerzas en el Parlament. También las contradicciones latentes o evidentes de todos los demás, empezando por JxSí y continuando por una supuesta “mayoría” antiMas abanderada en el Parlament ora por Arrimadas, ora por Iceta, ora por la extraparlamentaria Unió. Esa mayoría que tiene su líder "natural" en Rajoy, o al menos, el Rajoy que aspira a revalidar ese liderazgo aunque sea con la muleta del verdadero aspirante, Albert Rivera. (Soraya, procura tener cerca una farmacia).
La mayoría independentista en el plebiscito del 27S no era posible sin la CUP. Y Mas y JxSí necesitan a la CUP, pero mucho más la necesitan Rajoy y Rivera. ¿Para qué? Para rematar la faena con Mas, como los toreros, para darle la puntilla de una vez por todas a la dirección política del proceso soberanista. Y sin la CUP, de nuevo, imposible. (El siguiente será Junqueras, y, sin la CUP, de nuevo, imposible).
(IMAGEN: El rapto de las Sabinas, Jacques-Louis David, 1799, Louvre)