Cada vez más, la vida interna de las organizaciones políticas se ha reducido a una competición cotidiana de liderazgos entre personas con ambición de poder relegando la confrontación de proyectos y/o programas cuando, a pesar de aceptar la importancia de los liderazgos, resulta mucho más determinante en el éxito o el fracaso de una opción política el grado de credibilidad de su proyecto político.
El New Deal de Franklin Delano Roosevelt, la New Frontier de John F. Kennedy o el Yes, We Can de Barack Obama no fueron solo eslóganes publicitarios, sino elaborados programas constructivos. En Europa no se puede negar que Willy Brandt o Margaret Thatcher fueron liderazgos fundamentados en sólidos proyectos de transformación. Igual que en España lo fue en su momento el PSOE de Felipe González. En Catalunya, nos podríamos remontar a Prat de la Riba y, por supuesto, a Jordi Pujol y Pasqual Maragall, con sendos proyectos nacionales lo bastante definidos.
Cuando los proyectos se agotan y pierden credibilidad, los líderes caen, como les pasó prácticamente a todos los líderes mencionados hasta ahora. Hillary Clinton tenía madera de líder, pero en las elecciones de 2016 el proyecto del Partido Demócrata estaba ya caducado. Después de 14 años de gobierno, el programa modernizador de Felipe González aparecía a ojos de los ciudadanos como algo agotado, y lo mismo pasó, después de 23 años de Gobierno, con la Convergència de Jordi Pujol.
El libro de Núria Orriols, Convergència, pone en evidencia que todas las iniciativas pospujolistas no son fruto de ningún debate ideológico sino más bien improvisaciones de carácter meramente táctico determinadas por la inseguridad ante la posibilidad de perder el poder.
Acaban de publicarse tres libros que hablan de Pujol y de Convergència y que son complementarios. Leyéndolos los tres, los historiadores lo tendrán fácil, con mucho trabajo avanzado, para entender lo que ha pasado en Catalunya en este siglo XXI y por qué desde una posición puntera se ha retrocedido tan y tan rápidamente hasta que un Pujol de casi 93 años volvía la semana pasada a llamar nuevamente a la resistencia.
La semana pasada, se presentó la reedición de su libro Des dels turons a l’altra banda del riu, subtitulado Entre l’acció i l’esperança, con una oportuna edición e introducción de Joan Safont (Editorial Comanegra). El libro recopila escritos de Pujol del tiempo que pasó encarcelado en Zaragoza por su militancia antifranquista. Son textos de un Pujol joven que llama a la resistencia delante de lo que considera "el proceso de borrado de Catalunya". En el prólogo de esta nueva edición, Pujol recuerda ahora que "el ostracismo o el fracaso pueden destruir a una persona o arruinar una causa, pero quizás también fortalecen el temple, la energía y la esperanza". Un segundo libro es L’última conversa (Lapislázuli editorial), transcripción de un diálogo profundo y enriquecedor entre Jordi Pujol y el intelectual japonés Ko Tazawa. El encuentro fue en julio pasado en Queralbs, con ambos conscientes de que, por motivos de salud, no se volverían a ver.
Estos dos libros son principalmente de pensamiento. En el primero, Pujol dice que "Tengo hilvanado (mentalmente) un estudio sobre los hombres que en la literatura y la filosofía han conducido la moderna reacción espiritualista y antimediocre. Comprende Bergson, Boutroux, Péguy, Saint Exupéry, Nazim Hikmet, Faulkner, Kazantzaki, Van der Meersch, Steinbeck, Ernts Jünger, Malraux, Brecht, Hamsun, Fallo, Hemingway y, como contrapunto o como saludable advertencia, Sinclair Lewis". En la conversación con Tazawa se habla más de Catalunya y de Japón, de geoestrategia mundial, de las necesidades y el control de la energía y también mucho de lengua e identidad.
El tercero, pero no menos importante, es el libro que ha escrito la periodista Núria Orriols, titulado Convergència, con un significativo y discutible subtítulo, Metamorfosi o extinció (Ángulo Editorial). Orriols ha llevado a cabo un trabajo inmenso de recuperación de datos y de hechos para construir una meticulosa crónica política del pospujolismo dando las claves que explican la desarticulación del proyecto político que ha determinado la política catalana de los últimos 50 años.
Jordi Pujol: “En la situación actual es necesario que el estado mayor ordene un reagrupamiento. Un cerrar filas. No un retroceso general, pero sí quizás abandonar alguna posición muy avanzada. Demasiado avanzada porque quizás se ha ido más allá de lo previsto o de lo que el conjunto del ejército podía hacer sin dejar zonas descubiertas... Y la guerra puede acabar en derrota”.
Si en los dos primeros libros se perfilan las bases doctrinales que dieron lugar al proyecto político de Pujol, en la crónica de Núria Orriols se revela la ausencia absoluta de pensamiento y de proyecto. Desde que se plantea la sucesión del fundador del partido, el desarrollo del proyecto político de Convergència queda relegado ante la lucha por los liderazgos y el mantenimiento del poder. En el frente interno, la crónica de Orriols se convierte en una retransmisión de constantes conspiraciones internas, algunas que suenan grotescas, "turullistas contra rullistas" o las fantasías del llamado "pinyol", y en el frente externo, un cúmulo de decisiones poco calculadas, elecciones anticipadas en el 2012, el paso al lado de Artur Mas y pacto con la CUP para no perder el Gobierno y de otras ingenuas y peligrosas como la no-DUI del 2017. Y, tal como expone Orriols, todas las iniciativas pospujolistas, desde la reforma del Estatut hasta la reivindicación de la independencia, no son fruto de ningún debate ideológico y quedan lejos de las elaboraciones programáticas de cuando los eslóganes de CDC eran “Anem per feina” ('No perdemos el tiempo') o “Fem i farem” ('Hacemos y haremos'), sino más bien improvisaciones de carácter meramente táctico determinadas por la inseguridad ante la posibilidad de perder el poder, algunos el poder dentro del partido, y todos angustiados ante los desafíos del poder institucional. El trayecto que se inicia con la reforma del Estatuto continúa con la reivindicación del pacto fiscal, se transforma en reivindicación soberanista y acaba apostando con escasa convicción por la independencia, denota la pérdida de confianza en el proyecto original —quien pierde el origen, pierde identidad— y la incapacidad para desarrollarlo en las nuevas circunstancias de la política española y europea. De hecho, se gestionó desplazando inconscientemente el proyecto propio arrastrado hacia las posiciones verbalizadas por los adversarios, sin más convicción que forzar el descarrilamiento de la fuerza hegemónica. De hecho, para unos y otros, pasar de la reclamación del máximo autogobierno a reivindicar la independencia no es un cambio ideológico, sino una opción estratégica adoptada a la defensiva.
Y lo más paradójico de todo es la nostalgia que despierta todavía hoy el viejo proyecto pujolista. Xavier Trias lidera encuestas, la presentación de Des dels turons a l’altra banda del riu se convierte en un homenaje al presidente, y republicanos y socialistas postulan para asumir, cuando menos, una parte de la herencia dilapidada, todo sin que se pueda avistar un proyecto de país. Y, sin proyecto, no hay líder que pueda resistir.
En la conversación de este verano con Ko Tazawa, dice Pujol: "Ya no me toca a mí hacer nada, pero todavía puedo opinar. Sí que puedo comentar la situación de gran desbarajuste que se ha instalado en Catalunya y en la política catalana. Algunos pueden creer que tienen las ideas claras, y quizás sí... pero no lo parece. Y me inquieta. Ahora mismo no veo que como país haya unas prioridades definidas. Tenemos la línea del frente desordenada. (...) Haciendo un símil militar, en la situación actual hace falta que el estado mayor ordene un reagrupamiento. Un cerrar filas. No un retroceso general, pero sí quizás abandonar alguna posición muy avanzada. Demasiado avanzada porque quizás se ha ido más allá de lo previsto o de lo que el conjunto del ejército podía hacer sin dejar zonas descubiertas... Y la guerra puede acabar en derrota".