Leyendo este interesante artículo del Dr. Robert Malone, para Brownstone (que, por cierto, ya está empezando en España su andadura) reconozco que no daba crédito a lo que veían mis ojos. Resulta que ahora existe el concepto del “síndrome del trastorno de la información”, que consiste en haber repetido mil veces, a través de informes políticos, y en diferentes ámbitos, la idea de que “el intercambio o desarrollo de información falsa, con o sin la intención de hacer daño” sea considerado una enfermedad de salud mental. Como lo está usted leyendo. Nos explica Malone que el término “desorden de la información” fue acuñado en 2017 en un documento titulado “Information Disorder Toward, an interdisciplinary framework for research and policymaking” (“Desorden de la información: hacia un marco interdisciplinario para la investigación y la formulación de políticas”) que se redactó para el Consejo de Europa.
El informe en cuestión fue el pistoletazo de salida para que el concepto haya sido repetido como un mantra, sobre todo en esferas internacionales (aunque preparémonos para que en cualquier momento lo lance alguno por estos lares). Han sido Think Tanks, “expertos académicos”, ONG, gobiernos, quienes han repetido el término para conseguir que la gente se crea que está enferma por creerse eso que esos mismos (gobiernos, ONG, think thanks, “expertos”) consideran “desinformación”. Fue en 2020, año glorioso para la inventiva y la creatividad terrorífica de normas y documentos increíbles, cuando se publicó un documento “científico”, revisado por pares, para confirmar que sí, que efectivamente, se acuñaba el término como trastorno de la salud mental. El documento clasifica en tres los grados de gravedad del síndrome, no se lo pierda.
En el uno se señala “la forma más leve en la que el individuo comparte información falsa sin la intención de dañar a los demás”. En el grado dos, se encuentra el grado que describe la forma moderada “en la que el individuo desarrolla y comparte información falsa con la intención de ganar dinero y obtener beneficios políticos, pero no con la intención de dañar a las personas”. En el grado tres, o sea, el tope de la gravedad del síndrome, está aquella forma en la que “el individuo desarrolla y comparte información falsa con la intención de dañar a los demás”.
A continuación vienen las recomendaciones médicas para tratar a estos pacientes. Vamos con ello si todavía no se le han salido los ojos de las órbitas.
Se recomienda gestionar este trastorno con vigilancia hacia los rumores, los mensajes dirigidos y la participación de la comunidad en su conjunto. “Los pacientes reincidentes en el nivel de Grado 1, todos los pacientes de los niveles de Grado 2 y 3 necesitan asesoramiento psicosocial y, en ocasiones, requieren de regulaciones y medidas de control estrictas para controlar dicho trastorno de la información”. Y como recomendación médica, se señala textualmente en el documento médico de investigación que: “La intervención más importante es tener en cuenta que no todas las publicaciones en las redes sociales y las noticias son reales y deben interpretarse con cuidado”. Repito que esto forma parte de un texto científico para determinar un síndrome de salud mental.
Los “verificadores”, a través de la colaboración con las redes sociales y con medios de comunicación, se afanaron en catalogar al personal de manera indirecta como enfermos mentales, y dependiendo de cómo se comportasen, serían clasificados en grados
Ahora es cuando hago una parada, doy un sorbito al café y me quedo pensando en todo el macabro tinglado que montaron. De esto no me había enterado. Y sigo pensando que, evidentemente, había que establecer las noticias como falsas, o desinformación, etiquetándolas de alguna manera. Y para ello se sirvieron de los “verificadores” que a través de la colaboración con las redes sociales y con medios de comunicación, se afanaron en catalogar al personal de manera indirecta como enfermos mentales, y dependiendo de cómo se comportasen en redes sociales, serían clasificados en grados.
¿Pensaban hacer algún tipo de análisis clínico de los pacientes a través de sus comportamientos en redes y de las noticias que consumen y comparten? ¿Cómo pretendían hacerlo? Sigo pensando... y me imagino ese sistema tan tecnológico, donde todos estamos registrados, y conocen perfectamente nuestra ubicación, nuestro estado vacunal, y nuestras fuentes de información. Decía Sánchez que a él lo importante le parecían los votos, desdeñando los perfiles de redes sociales. Pero me temo que no decía realmente la verdad, sobre todo teniendo en cuenta que su gobierno está apostando por desmontar nuestra agricultura, ganadería y medio ambiente para esos proyectos de datos e inteligencia artificial... Igual apuesta por ello, porque no tiene ni idea de lo que está preparando en realidad, que también es posible. Vivimos en tiempos donde nos preocupa más la inteligencia artificial que la humana, y así nos va.
Doy otro sorbito al café y me río. Porque ahora es cuando me acuerdo de la confesión de Zuckerberg hace unos días, donde reconocía haber estado permitiendo que se censurara información cierta en sus redes, que se etiquetase como falsa o desinformación. Y que decide prescindir de los verificadores, porque estaban absolutamente politizados y no hacían lo que se supone que debían hacer. Después de Zuckerberg apareció Google para darle un corte de mangas a la Unión Europea, plantando cara a las medidas de censura que quería implementar. Vaya, que todo el sistema que tenían montado para ponernos una letra escarlata en la solapa, etiquetarnos como enfermos mentales y un peligro para la salud parece que no les está funcionando. Recuerdo también que, en su momento, se pretendió catalogar como terrorismo a los que no tragaban con el discurso oficial de la pandemia.
Quizás lo haya usted olvidado. Pero entre letra y letra del alfabeto griego, que después pasó a buscar los monstruos más terroríficos para bautizar a las variantes de un virus que cada vez asustaba menos al personal, llamaron terroristas a los que denunciaban lo que hoy ya se ha confirmado como cierto. Además de terroristas, enfermos mentales.
Nos cuenta Malone que la Asociación Estadounidense de Psicología está considerando en estos momentos cómo incluir el “trastorno de la información” o incluso el “síndrome del trastorno de la información” dentro de sus modalidades. Y para ello han elaborado un informe de declaración de consenso sobre la lucha “contra la desinformación sanitaria”. La Asociación ha recibido dos millones de dólares para desarrollar este proyecto, según afirma Malone. Malone se pregunta qué ocurrirá en el futuro cuando quede realmente acuñado este síndrome como enfermedad de salud mental de manera formal, reconocido en el sistema público de salud. Y de qué manera pondrán en marcha mecanismos terapéuticos. No sé si somos del todo conscientes de la magnitud que tiene este asunto.
Le invito hoy a pensar en ello. Pero si no está de acuerdo con algo, mejor no lo diga muy alto, no vaya a ser que alguien quiera ponerle en tratamiento.