Compiègne (Francia), 11 de noviembre de 1918. Hace 105 años. Los mandos militares de los ejércitos francés, británico y alemán que habían combatido en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) firmaban el armisticio. Según Memoire des Hommes, la base de datos del Ministerio de Defensa francés, en este conflicto combatieron 21.000 soldados de leva originarios de la Catalunya Nord y murieron 6.800; el 30% de aquel contingente, que era la tasa más alta de todo el territorio de la República. Algunas voces, como la del profesor e investigador rosellonés Ramon Gual, afirman que el mando francés situó a los soldados catalanes, vascos y corsos en primera fila. Aquellos soldados roselloneses que solo hablaban catalán fueron, también, los que pagaron los efectos de aquella guerra con más rigor.
Los primeros intentos de francesización de la Catalunya Nord
La francesización de la Catalunya Nord empieza al día siguiente de la Paz de los Pirineos (1659), la sucia claudicación del rey hispánico Felipe IV y de sus negociadores, que consintieron la amputación de los territorios catalanes ultrapirenaicos, haciendo ostentación de la política punitiva contra Catalunya que imperaba en la corte de Madrid. Pocos años después, el rey Luis XIV de Francia prohibiría el uso público del catalán en la "province du Roussillon" (1700) y proclamaría que "la lengua catalana repugna y es contraria a la dignidad de la nación francesa". No obstante, durante la vigencia del régimen borbónico francés (1659-1793), la francesización del territorio solo afectaría a las clases privilegiadas. Al principio del siglo XIX, el francés era la lengua del 1% de la población norcatalana y su conocimiento abarcaba, tan solo, a un 10% de aquella sociedad.
La "nationalisation" y la imposición del francés y de la instrucción militar en la escuela
A finales del siglo XIX, las cosas no habían cambiado nada. Solo el 20% de la población de la República tenía el francés como lengua propia. Y en este punto es donde entraría en juego la figura de Jules Ferry, presidente del gobierno (1880-1882). Ferry creó la primera ley que consagraba la universalización y la gratuidad de la enseñanza elemental (1882). Pero aquella ley imponía el francés en todos los ámbitos de la escuela. Y proscribía el catalán, el occitano, el corso, el vasco, el bretón, el alsaciano, el valón, el galón y el arpitano, que eran los sistemas lingüísticos del 80% de la población francesa. Ferry proclamaría que esta medida era en aras de la "nacionalización" de la sociedad republicana francesa. Y en este sentido, resulta muy reveladora la segunda medida de aquella ley: la instrucción militar obligatoria para los chicos en aquellas escuelas elementales francesas.
Una ley fracasada
La ley Ferry tuvo cierto éxito en los territorios periféricos del norte (Alsacia, Valonia) y en el centro (País de Lyon), que tenían un paisaje socioeconómico más urbano e industrial. Pero, en cambio, en el oeste (Bretaña, Gascuña, País Vasco Norte) y en el sur (Provenza, Languedoc, Catalunya Nord, Córcega), que presentaban un escenario más rural y agrario, la ley Ferry fue un fracaso absoluto. El profesor Joan Pere Le Bihan, uno de los fundadores de la red de escuelas catalanas Bressola, confirma que al inicio del conflicto mundial (1914) la mayoría de los soldados norcatalanes tenían un conocimiento muy precario del francés, sobre todo los del medio rural. Aquellos soldados norcatalanes emplazados en el frente de guerra, principalmente en Verdún, solo hablaban catalán entre ellos.
Los norcatalanes, extranjeros en Francia
Este fenómeno provocó un rechazo muy fuerte hacia los soldados norcatalanes por parte de los oficiales y del resto de soldados del ejército francés. El mismo profesor Le Bihan explica que los soldados norcatalanes fueron menospreciados, por "poco franceses", es decir, casi "extranjeros". Y esta sería una de las causas que podrían explicar por qué los soldados norcatalanes, vascos del norte y corsos fueron emplazados a primera línea de fuego. Las estadísticas son muy reveladoras. Las tasas de bajas de los soldados de estos tres territorios triplican las del resto de territorios franceses. Y en algunos pueblos de la Catalunya Nord casi la cuadruplican. Según el Memoire des Hommes, en aquel conflicto murieron, por ejemplo, 149 chicos de Tuir (Rosselló), 122 de Sant Llorenç de Cerdans (Vallespir), 102 de Cotlliure (Rosselló) o 72 de Bages (Rosselló).
La tragedia de Orellà
Según el profesor e historiador Ramon Sala, de la Universidad de Perpinyà, estas bajas representarían entre 25% y un 30% de la leva local, muy superior a las tasas generales del 10-12% del conjunto del territorio francés. El profesor Sala afirma que aquella mortandad tuvo consecuencias muy graves —a nivel demográfico y económico y de proyección demográfica y económica— para aquellas comunidades, que sufrieron la desaparición de una cuarta parte de la población masculina del segmento de edad 20 a 40 años. Incluso, el mismo profesor Sala revela que Orellà, un pequeño pueblo de la comarca del Conflent, sería el municipio francés que presentaría la tasa más elevada de mortalidad en aquel conflicto: casi el 100% de la leva que representaba la desaparición del 35% de la población de aquella comunidad.