La caída del muro de Berlín y la descomposición de la URSS y del Pacto de Varsovia hizo temblar a los lectores de novelas de espías. Sin Karla, ¿qué enemigo tendría George Smiley? Por suerte, la creatividad de autores como John le Carré se recuperó del estruendo histórico y se aventuró por nuevos territorios donde destinar a los espías al servicio del MI5 o de la CIA.

Quien no nos ha fallado nunca es James Bond, beneficiado por la existencia de una organización terrorífica llamada Spectre, una invención de Ian Fleming que se movió como pez en el agua en un planeta sometido a la confrontación oriente-occidente. Spectre, siglas de Special Executive for Counter-intelligence, Terrorism, Revenge and Extortion, era y es el símbolo del mal, un ejército de malignos obsesionados en controlar el mundo por las vías más rápidas y letales. Si hacemos una lista de los personajes famosos de Spectre, encontraremos al frente a un líder, Erns Stavro Blofeld, pero la retahíla de hombres y mujeres peores que la tiña se cuentan por docenas. Todo el mundo recuerda al Doctor No, a Goldfinger, a Emilio Largo, a Francisco Scaramanga y a una serie de miembros secundarios de inmortal crueldad. Rosa Kleeb, la agente soviética que se batía a patadas contra Bond en Desde Rusia con amor, fue descrita por Ian Fleming como la más siniestra de las mujeres. La organización de Blofeld era, en lenguaje coloquial, tan chunga que era capaz de fabricar enemigos como Lyutsifer Safin, un malvado y antiguo miembro que se dedicaba a vengarse del personal de Spectre utilizando licencias reservadas a James Bond. Me recuerda a Ciudadanos, la difunta formación de Cañas.

La ficción no existiría sin la realidad, pero puede alcanzar alturas inverosímiles gracias a la imaginación desbordada de los autores. A Ian Fleming le habría gustado ser como su personaje James Bond, pero le fallaba lo que tenía 007 y se limitó a manipularlo mediante las novelas. El cine, Connery, Craig, Moore y compañía hicieron el resto y prosiguieron huérfanos de padre el largo camino hacia la eternidad. Fleming murió en el año 1964, muy joven, pero con el cuerpo triturado por los excesos con el alcohol.

Colorín colorado, que la realidad ha decidido hacer de la ficción una realidad, y Spectre se ha transformado en carne y huesos como Pinocho, con un Gepetto y un hada madrina obsesionados en tomar el control del mundo. Este Gepetto y esta hada madrina ultraderechistas y expertos en geopolítica global tienen el cuerpo y el alma de Donald Trump y Steve Bannon: su Pinocho también es un fabricante de mentiras. Si estudias los discursos obscenos de Donald y Steve, ambos parecen extractos de Solo se vive dos veces. Creo, sin embargo, que el papel de Erns Stavro Blofeld le pega más al exjefe de comunicación del expresidente Donald Trump.

El ideario Bannon se extiende como un poder vírico silente, y los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo son la prueba

El gran diseñador mundial de la desestabilización es Steve Bannon. De su mente totalitaria ha surgido un plan para destruir la democracia tal como la entendemos después de la Segunda Guerra Mundial. El problema, no de Bannon, sino de los que sufrimos los estragos de este neofascismo creciente, es que nos encontramos ante un ser satánico con una inteligencia superdotada, capaz de convertir el planeta en un polvorín por una supuesta lucha contra las democracias corrompidas por la burocracia izquierdosa. Y todo en nombre de la libertad individual, del capitalismo desacomplejado y de un apartheid nacionalista con el migrante como problema. Blanquean las atrocidades y hacen de la mentira, ideología.

En el reportaje emitido por TV3, "Florida, el laboratori de Trump", una fanática del expresidente afirma que los comunistas controlan el mundo y hay que intervenir inmediatamente volviendo a colocar a Donald en la Casa Blanca. "Lo votaré aunque esté en la cárcel", dice sin tibiezas. Este es el nivel moral de los trumpistas, hijos políticos de Donald, hijos putativos de Steve. Sin este, no tendrían la Biblia ideológica de la que extraen sus sermones vomitivos, su odio hacia todo lo que es progresismo.

Como asesor, Bannon ha estado a sueldo del Frente Nacional de Marine Le Pen, de la Fidesz de Viktor Orbán, de Alternativa para Alemania de Alice Weidel, de Vox de Santiago Abascal, de Fratelli d'Italia de Giorgia Meloni y del Partido Libertario de Milei. La lista es más larga, pero, como se puede comprobar, Bannon escoge lo mejor de cada casa, lo instruye políticamente y del ultrapopulismo hace virtud, dejándolos que extiendan su discurso con un supremacismo moral inoxidable. Evidentemente, Bannon también tiene en su agenda a Vladímir Putin, a Xi Jinping y a Netanyahu. La simbiótica del poder.

La expansión del ideario Bannon tuvo en Trump su piloto de pruebas, aunque ahora se observan mutuamente como dos ciervos macho en celo. Dicen que, en la Casa Blanca, encontraban al amigo Steve demasiado radical y lo echaron. Libre de servidumbres, Bannon no se ha cansado de conspirar refundando la extrema derecha internacional, yendo, como una larva carnívora, allí donde los principios totalitarios tenían una potencial aceptación entre votantes desencantados de los valores democráticos tradicionales. Quien no vea paralelismos entre Bannon y Blofeld, le iría bien repasar algunas películas de 007. El ideario Bannon se extiende como un poder vírico silente, y los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo son la prueba.

Todos los políticos de nueva generación que lideran los partidos de ultraderecha son hijos putativos de Bannon. Le deben la vida, el presente y quién sabe si el futuro. Algunos de estos lobos con piel de lobo ya gobiernan, y otros ya están preparados para ocupar puestos de poder. Y andan chillones y sigilosos a la vez, como el Sr. Wint y el Sr. Kidd, dos agentes de Spectre especializados en buscar diamantes para la eternidad. Ahora les toca a Abascal, Meloni, Le Pen, Orbán, Weidel o Milei estar a la altura de los postulados de Blofeld-Bannon, y para combatir esta pandemia ultra, se necesitarán agentes al servicio de su Majestad, la Democracia.