Querida Sra. Simó,

Estoy muy mosqueada, y no solo con Usted, sino también con todos los articulistas, tertulianos, opinadores, influencers pedagógicos y otros especímenes, que se han llevado las manos a la cabeza y han levantado un tsunami de indignación a propósito de la eliminación de las lecturas obligatorias al Bachillerato. Francamente, estoy muy harta, porque parece que todos estén en Babia cuando hacen augurios y pronostican un futuro aterrador para la literatura y, en cambio, no se dan cuenta de que el problema viene de muy lejos y ya es catastrófico a estas alturas. Mire, Sra. Simó, el futuro lo tenemos aquí, delante de nuestras narices. Si me he decidido a escribirle esta carta es porque tengo conocimiento de causa por mi oficio y les guste o no a Usted o a los articulistas, tertulianos, opinadores, influencers pedagógicos y otros especímenes, yo les expondré mi opinión entendida y radical. Y digo radical en el sentido literal del término, porque mi oficio sí que me permite ir en la verdadera raíz del problema, tal como diría la grandísima Angela Davis que, como debe saber, nos ha visitado recientemente. ¡Qué ejemplo de resistencia este pedazo de mujer para una bibliotecaria literata como yo! ¡Después de escucharla me invadió su espíritu de lucha y me conjuré por ser la defensora más implacable que haya tenido nunca la lectura en los institutos de este país! Y no, consellera, no se piense que me he trastocado ni se me ha secado el cerebro de tanto leer libros, como al pobre Quijote. La lectura me ha hecho libre y estoy más lúcida que nunca. En todo caso, quienes tienen la materia gris como una pasa son estos pobres adolescentes de ver tantos TikToks.

Perdone, que me exalto y todavía ni me he presentado. ¡Es que la lucha se me lleva! Me llamo Josefina Groguet y soy una rara avis en claro peligro de extinción, porque trabajo en uno de los pocos institutos que milagrosamente ha conservado la biblioteca escolar, gracias a la financiación de la AFA y no al presupuesto de "su" Generalitat. La Asociación de Familias hace años decidió destinar dinero a una servidora como responsable de la biblioteca, todo para corregir el nefasto error que se ha cometido en la mayoría de centros, y que yo siempre califico de acción premeditada y de auténtico atentado terrorista contra la lectura. El mantra decía que, como había que ser absolutamente moderno y la piedra angular de la enseñanza estaba en el uso de la tecnología, en las escuelas había que deshacerse fast and furiously de todo lo que oliera a antiguo o fuera susceptible de acumular polvo. Obviamente, los libros fueron la primera víctima, ya que fueron a parar todos a una hoguera peor que la de los bomberos pirómanos aquellos de Farenheit 451. ¡Qué pesadilla de novela para una bibliotecaria como yo! También había que erradicar los espacios físicos de las bibliotecas para convertirlos en salas polivalentes, ya fueran aulas de proyecciones, espacios de mindfulness y relajación en caso de ataques de angustia, o salas con sacos de boxeo para combatir el estrés de los castigados. Y al final, claro, se prescindió también de las personas encargadas de velar por el funcionamiento de este servicio. ¡Servidora ha sobrevivido a holocausto bibliofòbic todavía no sabe ni cómo!

Tras este flagrante despropósito, a mí, consellera, sí que ya no me sorprenden las medidas que "su" Departamento anunció la semana pasada para las PAU de 2025, y no entiendo que hayan levantado tanta polvareda, ¡que parece que se acaba el mundo! Prescindir de cuatro escasas lecturas en dos años y en dos lenguas distintas es pecata minuta si lo comparamos con la derrota educativa que Ustedes han fomentado durante años en la enseñanza. Porque, a ver consellera, no nos engañemos, seamos honestas y vayamos a la raíz de la cuestión, si Ustedes han eliminado ahora las lecturas es porque aquí ya nadie sabe leer. Se lo explicaré poco a poco, con el método lectura fácil y para que lo entienda mejor: la cuestión no es que si Ustedes eliminan los libros se resentirá en un futuro lejano la comprensión lectora del alumnado, sino que, dado que su comprensión a estas alturas es tan escasa, se tiene que erradicar la lectura de los libros porque hoy ya no hay dios que los entienda. De aquellos polvos, estos lodos, Sra. Simó, y así pues, tras años de impulso a la digitalización y de genocidio lector, hemos llegado al infausto momento en el que nos encontramos.

Prescindir de cuatro escasas lecturas en dos años y en dos lenguas distintas es pecata minuta si lo comparamos con la derrota educativa que Ustedes han fomentado durante años en la enseñanza

Tampoco me venga con monsergas con eso de que las preguntas de literatura de las PAU tienen que replantearse porque tienen que ser competenciales y no memorísticas. Mire que aquí me he perdido, consellera. ¿Desde cuándo la comprensión lectora implica solo habilidades memorísticas? ¿Quién la ha convencido de esta tontería? En realidad, lo que pienso es que Ustedes, para justificar el cataclismo que llevan años perpetrando en las aulas, se han inventado ahora una falsa dicotomía. Sin embargo, sepa que en literatura no existe ninguna disyuntiva entre comprensión y memoria, porque un libro bien leído es todo comprensión: comprensión del lenguaje, comprensión de la época, comprensión del espacio, comprensión de los personajes, comprensión de los temas, comprensión de las voces narrativas... ¿Me puede decir qué tiene eso de memorístico? Todo lo que hace falta para leer bien es un poco de discernimiento, y aquí radica el verdadero problema. Mire, consellera, para que entienda mejor la cuestión, volveré a utilizar el método de lectura fácil: como "su" sistema educativo ha destruido los hábitos lectores y los conocimientos lingüísticos y de los contextos culturales o históricos necesarios para hacer efectiva la comprensión, ahora resulta que no encontramos libros adecuados por estos pobres alumnos, porque ya no tienen ni las destrezas mínimas para leer uno cualquiera. Ergo, déjese de tonterías, ni escoger las lecturas en función de los propios intereses, ni hacer itinerarios lectores, ni jibarizar los textos para dejarlos reducidos a pequeños fragmentos, tal como Ustedes proponen, servirá de nada mientras no vayamos al origen de la cuestión y empecemos por enseñarles a leer de verdad y así cultivar poco a poco la semilla del conocimiento, ¡por cursi que pueda sonar esta metáfora hortícola tan manida! ¿Que no es evidente, Sra. Simó, que quien no sabe leer, no sabe ni podrá saber nunca nada? ¿Hace falta que le explique a Usted eso? A mí me parece de una irrefutabilidad que tumba a un toro en la plaza (con perdón de los toros, que yo soy animalista).

Y mire que todavía no le he hablado de otra de las cuestiones más peliagudas del asunto que nos ocupa. Me refiero a la catástrofe que sufrimos hace años, que no tenemos profesionales bien formados en la tarea de enseñar al alumnado a adquirir destrezas lectoras. Porque, a ver consellera, digamos las cosas sin ambages: ¿no le parece muy sospechoso que haya un número tan elevado de suspensos en las pruebas PAP que evalúan la aptitud de los futuros maestros de la escuela primaria? ¿No es la falta de comprensión en la lectura de los futuros docentes uno de los baremos que debería preocuparle, y mucho? ¿Sabe Usted cuántos de estos nuevos aspirantes a maestros leen regularmente? Con respecto a la secundaria, los datos no son más esperanzadores, pues en muchas de las lenguas, y especialmente en la catalana, ni se encuentran ya especialistas en la materia, por lo que en "su" Departamento se acepta como profesionales a licenciados en otras disciplinas que no tienen que ver propiamente con la lectura. ¿No le parece que este despropósito solo colabora a bajar más el listón y que no ayuda en nada a prestigiar la profesión? Entre Usted y yo, ¿quién nos garantiza que saben enseñar a leer correctamente (ey, suponiendo que sepan leer) y entonces hacer llegar al alumnado el valor de un texto literario? ¡No me extraña nada que Ustedes ya estén planificando las guías de lectura para los nuevos itinerarios optativos! Le harán falta muchas y con urgencia, porque si de verdad tuviéramos profesorado especialista y bien formado, estas guías no solo no serían necesarias sino que más bien les estorbarían. ¡Sra. Simó, en la educación de los alumnos y profesores, el desbarajuste en los resultados no se ve hasta décadas más tarde!

Para ir acabando, consellera, y antes de que se me suba la presión, que cuanto más pienso en esto más me sulfuro, lo que yo le propongo es que hagamos un reset y empecemos de nuevo. Desde la primaria, venga. Si de verdad queremos promover la lectura, eso de la optatividad y de los itinerarios lectores debe iniciarse seria y rigurosamente desde bien pequeños, ¡porque le aseguro que en el bachillerato, ya llegamos tarde! Y no basta con improvisar cuatro bibliotecas de aula mal dotadas, de las que no se cuida nadie, ni están supervisadas por profesionales como yo. Aquí hay que invertir mucha más pasta en libros y no en tantas pantallas; en bibliotecarias y maestros con formación y no en tantos cursillos de innovación; hay que emplear muchas más horas remuneradas y no malgastar dinero en campañas del tres al cuarto como el "Lecxit", que mirándolo bien son cuatro papelitos mojados editados por esos de la Bofill, que siempre va pidiendo voluntarios para no gastar ni un duro. El resto son parches. Y si no revertimos el problema desde la raíz, seguiremos eliminando lecturas para no evidenciar que ya no saben leer, del mismo modo que ya quitaron los exámenes para esconder que los suspendían. Como decía a mi madre, "muerto el perro, muerta la rabia", ¿verdad, consellera?

A veces me pregunto si esta indigencia lectora y esta falta de criterio en los alumnos, que los hace tan manipulables, no será el objetivo que realmente promueven nuestros responsables políticos desde hace años

En conclusión, Sra. Simó, le reitero que la sequía lectora no es un problema del futuro, sino una distopía del presente. Es ahora ya que los alumnos tienen menos concentración delante de un libro que la entrañable pececita Dori, porque les falta la herramienta básica, que es el significado de las palabras; es ahora ya que les falta la imaginación para entender que los libros son herramientas de conocimiento porque te hacen viajar a otras épocas y a otras culturas; es ahora ya que no disponen de referentes literarios que orienten su vida, porque ni saben que el Ulises de Homero (¡que siempre confunden con el de los Simpson!) es un modelo de resiliencia, o que Natàlia dejó llamarse Colometa por el capullo de su hombre y así le arrebató su identidad, o que corren el peligro de convertirse en una cucaracha gigante como el Gregor Samsa kafkiano cuando entren en el mundo adulto individualista y burocratizado. También ignoran que la poesía tiene más ritmo que un reguetón y que Quevedo no es solo un rapero de trap latino. En fin, desconocen que la lectura es una buena compañía porque da sentido al sinsentido del mundo y siempre funciona mejor que una dosis de trankimazín para apaciguar la ansiedad. Vaya y pregúnteselo, Sra. Simó, y verá como todo esto ya hace tiempo que se lo han perdido; pero en vez de culpar de ignorancia a los alumnos, pregúntese cuándo fue que nosotros y "su" Departamento renunciamos a enseñárselo.

Mire qué me ha pasado, consellera, hablándole de los libros se me ha pasado el cabreo, tan típica de una bibliotecaria rottenmeier como yo, y me ha salido un final de carta cargada de trascendencia con un tono un poco ramplón. Tiene razón. Pero la responsabilidad es toda de "su" Departamento, y si Ustedes no actúan de manera radical y no enderezan el problema desde su origen (¡aprendan de Davis, por favor!), yo le auguro que acabarán haciendo guías de lectura no para libros, sino para textos tan insignificantes como las recetas de cocina de las revistas, tan breves como los tuits de solo 140 caracteres, tan banales como los diarios deportivos, o tan prácticos como los manuales de instrucciones de los electrodomésticos. Si no actúan desde la raíz, sus itinerarios lectores se tendrán que llenar de libros intranscendentes, y a menudo mal escritos, como Lo que jode encontrarte un calcetín desparejado o Crónicas vampíricas, que como son inmortales no se acaban nunca; sus temarios, obligatorios o no, los tendrá que rellenar de best-sellers como Cincuenta sombras de Grey o Las bragas al sol (¡que lo está petando!); y para atender los casos extremos, tendrán que recurrir a los libros de autoayuda que no te ayudan nada y todavía te hacen sentir más culpable, del tipo Recupera tu mente, reconquista tu vida o el conocido ¿Quien se ha llevado mi queso?

A ver, Sra. Simó, comprenderá que con este triste bagaje lector no es suficiente, y menos ahora que se acercan las otras elecciones y nos vuelven a amenazar con el lobo de la ultraderecha. Si de verdad quieren que nuestros jóvenes votantes tengan espíritu crítico y no se apunten al carro de las emergentes políticas más reaccionarias, bien que hará falta que los eduquemos bien y les enseñamos a leer lo que hay detrás de los eslóganes más llamativos (¡sobre todo los programas electorales!), no vaya a ser que les pase como a Hanna Schmitz, la protagonista de El lector, que recuerde que era analfabeta y hasta que no aprendió a leer, no entendió que se había posicionado en el lado equivocado de la historia, huelga decirlo, el fascista. Como todo esto que le cuento y de lo que me quejo es tan y tan evidente, a veces me pregunto si esta indigencia lectora y esta falta de criterio en los alumnos, que los hace tan manipulables, no será el objetivo que realmente promueven nuestros responsables políticos desde hace años. Y me pregunto, mosqueada e inquieta, si su mala fe llega hasta este punto. Perdone, consellera, pero esto que muchas lectoras pensamos, alguien se lo tenía que decir. Servidora se vuelve a sacarle el polvo de los libros, a consultar y actualizar los catálogos de novedades, al olor a tinta de los libros nuevos, a hacer recomendaciones en mi blog de lecturas para jóvenes y adultos, al silencio de la biblioteca, que permite la concentración, y a las interesantes conversaciones que surgen entre alumnos en el club lector de nuestro centro. Me gustaría pensar que con esta carta he puesto mi experiencia profesional al servicio de la lectura. Ojalá que Usted y los expertos de "su" Departamento la lean (porque Ustedes sí que saben, ¿verdad?, leer, quiero decir...) y pongan un poco de seny, del catalán y nuestro. Por cierto, como escribir es muy catártico, verá que ya no estoy tan mosqueada... ¡solo alarmadamente preocupada!

Atentamente,

Josefina Groguet