Hay sushis de una calidad suprema y los hay que utilizan unas carnes de un pez que parece haber sido pescado en el lago artificial del parque de la Ciutadella. No es nuevo. Hubo un tiempo en el que desaparecían las carpas del Estanque Grande de El Retiro, y la leyenda urbana decía que los peces acababan en los platos de algunos restaurantes de Madrid. Quién sabe si me comí una.
El sushi ha entrado a formar parte de la historia del Barça después de que el president Laporta decidiera la continuidad de Xavi en una cena en que la resolución tuvo el amoroso rito de deshojar la margarita. Lo amo|, no lo amo, lo amo, no lo amo y, al final, la estima se escenificó en una rueda de prensa en la que se declararon amor eterno y la confianza mutua para una nueva temporada. Eternidad es una palabra que significa espacio de tiempo sin fin, y si existe un sentimiento mutable es el amor, como ha quedado demostrado tres semanas después de la cena del sushi, tan célebre ya como el histórico encuentro de Núñez y Cruyff en torno a una mesa llena de sangus. Núñez dixit.
Todo lo que sucede en Can Barça ya no asusta a nadie. Mi hijo mayor, culé irredento desde la época de Guardiola como entrenador, estaba acostumbrado a la buena vida futbolística y, como miembro de una generación Z de barcelonistas, vivió el Barça con los ojos y el corazón de un nuevo rico acostumbrado a coleccionar trofeos. Y mira que yo le avisaba de que vendrían tiempos de escasez y de hambre deportiva, y le explicaba la idiosincrasia autodestructiva del club, y él me miraba como se trata a las personas mayores que cuentan historias de la puta mili. No me creyó y así está ahora, desconcertado y cabreado, mientras yo vago con la fe del barcelonista que ha picado mucha piedra antes de la llegada de Messi, Dios nuestro Señor.
En lo que sí que soy un neófito es en la situación económica del club. El Barça está sin un euro y la solución no parece que tenga un final feliz, o, al menos, como los más ortodoxos de la fe barcelonista querrían. La herencia de Bartomeu ha sido demoledora, pero las decisiones posteriores tomadas por Laporta y su directiva parecen determinadas desde la improvisación constante, y el Barça parece condenado a acabar convertido, desgraciadamente, en una S.A.E. para poder competir con los grandes de Europa. Si tiene que perder sus orígenes identitarios, yo preferiría que fuera como sociedad mixta, con el Bayern de Múnich como referente.
Si la única solución del club está en su conversión en una S.A.E., habría que empezar a decirlo
Yo soy laportista, pero como no reconozco del todo a este Laporta, me declaro grouxomarxista. En el sentido de que "estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros". Y a pesar de caminar por este paseo entre el todo y la nada, me declaro laportista aunque no entienda ciertas opacidades por parte de una directiva que tiene como oráculo a Alejandro Echevarría, un hombre al que ningún socio invitó a la fiesta cuando se celebraron las elecciones que derrotaron a Víctor Font. Hay tantas cosas que aclarar, que muchos culés no sabemos si es bueno ponernos la venda antes de la herida por falta de información. Una de las grandes preguntas es con quién estamos en deuda por culpa de los avales y de las gestiones que nos han permitido tapar los agujeros económicos. Sería bueno saberlo para tener una muerte digna y una mejor resurrección.
Esto de que el Barça sea de los socios es una verdad a medias. No es un club tan presidencialista como el Real Madrid, otro club aparentemente de los socios, pero las asambleas de compromisarios del Barça —tres, cuatro o quinientos socios extraídos de la máquina del tiempo— no parecen lo suficientemente representativas como para tomar decisiones fundamentales para el devenir del club. Algunas intervenciones de los compromisarios son un espectáculo vergonzoso y la del presidente de turno, de un paternalismo heliocéntrico propio de un gobernante de una república bananera. No es solo una calidad del F.C. Barcelona, todo sea dicho.
Tanto si sigue Xavi como si no, todo seguirá igual y el Camp Nou en obras es altamente representativo de la situación. A mí, Xavi me parece más una pizza congelada todavía por hornear que un buen sushi, pero Xavi es más la víctima de la situación general del club que el culpable. Miquel Martí i Pol, uno de los poetas más admirados por Pep Guardiola, escribió ese famoso verso Tot està per fer, tot és possible. Un verso efectivo aunque sobrevalorado y que, trasladado a la actual situación del Barça, podría tener una versión del tipo: Todo está deshecho, nada es posible. Esta visión catastrofista de un culé como yo, de los de antes, se contradice con una institución que tiene la capacidad animal de supervivencia de Barcelona, la ciudad, como decía Núñez, "que lleva el nombre de nuestro club". El Barça y Barcelona son ciclotímicos.
Si la única solución del club está en su conversión en una S.A.E., habría que empezar a decirlo. Al socio —otro dicho de Núñez— "no se le puede engañar", al menos ahora, tanto como parece que nos toman el pelo. Convencido como estoy de que la situación de los clubs que tienen a los socios como propietarios es un cuento en el que el lobo se come finalmente a la Caperucita, creo que la mejor solución sería el modelo mixto que ha convertido al Bayern de Múnich en lo que es: 75% del club propiedad de los socios, 25% de la Triple A (Allianz, Adidas y Audi). No tengo claro si los socios querrían perder poder y qué empresas inversoras jugarían el papel de la Triple A, pero antes de ser el último en tocar el violín en la cubierta del Titanic y que Laporta sea el capitán Smith, no estaría mal ponerse la venda antes de la herida y encontrar una salida digna. Pura supervivencia. Como una pizza congelada.