La estrategia de la dirección nacional del PP de apoyar públicamente a Carlos Mazón antes y después de su comparecencia es incomprensible y suicida para Alberto Núñez Feijóo. Por más reparto de culpas que intente hacerse, para la mayoría de los valencianos el impacto emocional del desastre señala al president valenciano como el máximo responsable. Y a su equipo, cuya gestión es insalvable. La remodelación del Govern es tan contradictoria como pedir la dimisión de Teresa Ribera y salvar a Mazón. El cese de Nuria Montes, la consellera que mandó a los familiares no buscar a sus víctimas, es insuficiente. Mantener a la consellera Salomé Pradas, responsable de Emergencias, retrata la cobardía para reconocer los errores más allá de un rumor borrado. Dejar a Pradas en el Govern pasa por silenciar su versión, es decir, la cantidad de veces que tuvo que salir de la reunión del CECOPI para intentar localizar sin éxito a Mazón hasta que apareció más de dos horas tarde.

Todo lo que pudo hacerse mal, se hizo mal. Y después de la comparecencia de Mazón, todas las instituciones le desmienten. De las propias, no hay una sola conselleria que pueda alegar que hizo su trabajo. La UME ha difundido imágenes de rescates la tarde de la DANA. También la AEMET. Es una evidencia que avisó, hay registro público de las alertas. Y Mazón llegó a confundir la declaración de su responsable sobre la actualización habitual de la alerta a las seis de la tarde con un supuesto cese de lluvia a esa hora. Él mismo reconoció en su comparecencia que los dos días anteriores el servicio de emergencias 112 de València emitió “en 59 horas, 24 avisos a la población”. Con esta batería de alertas, Mazón no cambió su agenda ese día y el resto es conocido. Un black out durante las cuatro horas que tenía que tomar decisiones. Y su incapacidad para demostrar dónde estuvo y qué hizo. 

La comunidad que da 30 diputados al PP, joya de la corona y anticipo de la Moncloa, tiene a un president muerto políticamente con una izquierda sin candidatos claros

Con un relato claro en la jerarquía de responsabilidades, es Feijóo quien decide atarse a Mazón. Y toma dos decisiones que acabarán en fracaso: avalar al president valenciano e intentar desbancar a Teresa Ribera como comisaria europea.

El reparto de culpas de la gestión de la DANA, mientras tanto, continúa moviendo el tablero. La comunidad que da 30 diputados al PP, joya de la corona y anticipo de la Moncloa, tiene a un president muerto políticamente con una izquierda sin candidatos claros pero con oxígeno electoral. 

Más movimientos. En la exportación del conflicto nacional, el PP ha metido a la Comisión Europea en un bloqueo del que Ursula von der Leyen intenta salir. Los populares europeos esperan a la comparecencia parlamentaria de Ribera de este miércoles. Mientras, los socialistas mantienen el veto al candidato de Georgia Meloni, el ultraderechista Raffaele Fitto. Y entre tanto, el PP frivoliza con un PSOE que homologaría a la extrema derecha votando a Fitto. De esta operación, Feijóo no sale más fuerte y sigue construyéndose por la debilidad del contrario.

Esa flaqueza sigue anclada en el Congreso. La agónica Comisión de Hacienda de más de siete horas, tras semanas de negociaciones cruzadas con Junts y PNV por un lado y los socios de izquierdas, ha devuelto la fotografía de la dificultad del Gobierno para sacar acuerdos adelante. Una jornada agónica pero con algunas luces verdes. Hacienda puede salvar el impuesto a la banca a cambio de la recaudación para las comunidades autónomas. Un tanto que pueden apuntarse los soberanistas con un impuesto ya asumido por las grandes entidades. También han aprobado cuestiones relativas al tabaco, rebajas fiscales y el impuesto de sociedades. 

Los 7.200 millones pendientes de la reforma fiscal comprometida por el ejecutivo pueden salir adelante. El vicio es el de siempre y de origen. El ejecutivo decidió presentar la reforma vía enmiendas y no mediante proyecto de ley.  Ahora, si no salía parte del paquete fiscal, era un portazo al debate sobre el sistema de financiación autonómica o el concierto fiscal para Cataluña. 

El escenario post-DANA ha dado otro vuelco a la dinámica nacional. Y mientras el ejecutivo camina a ritmo de sus socios, el PP sigue avanzando solo por esos baches.