La inteligencia artificial ha llegado para quedarse. Y de la misma manera que nos ofrece una cantidad, de momento inimaginable, de posibilidades, también asusta.
Esta semana, Elon Musk daba una entrevista para Fox News donde advertía de que, si no se regula, si no se acota el alcance y uso de la IA, podríamos llegar a la "destrucción de la civilización". Una persona que, debido a las inversiones que realiza en proyectos relacionados con esta cuestión, merece ser escuchada, en mi opinión. "La IA es más peligrosa que, por ejemplo, un mal diseño de un avión o un mal mantenimiento de la producción o una mala fabricación de un automóvil, en el sentido de que tiene el potencial (por pequeña que sea la probabilidad, pero no es trivial) de destruir la civilización". Así se lo soltó a Tucker Carlson el pasado martes por la noche.
Poco estamos hablando, de momento, en Europa, de lo que implica la llegada de esta nueva tecnología. Y prácticamente nada se ha escuchado sobre la pausa solicitada, por parte de un grupo de expertos (entre los que se encuentra Musk), en los avances de la inteligencia artificial. Carles Sierra, presidente de la Asociación Europea de Inteligencia Artificial (EURAI), explicaba en una entrevista en detalle en qué consiste esta petición. La petición que hacen algunos de los nombres más relevantes en el ámbito de la tecnología consiste en que se detengan los entrenamientos de los sistemas de IA más potentes durante los próximos seis meses, alertando de "riesgos profundos para la sociedad y la humanidad". Su escrito se publicó dos semanas después de que OpenAI presentase al ya conocido chat GPT-4, una versión aún más potente del previo Chat GPT.
El planteamiento de la inteligencia artificial desde la perspectiva ética, humana, esencial, requiere de una reflexión que no nos estamos dando tiempo a desarrollar
En la carta de alarma, estos expertos recomiendan que el tiempo de pausa propuesto debería emplearse para "desarrollar e implementar conjuntamente una serie de protocolos compartidos para herramientas de IA que sean seguras más allá de toda duda razonable". Y apuntaban al hecho de que la planificación y gestión no está teniendo lugar, por lo que apelaban a los gobiernos para que intervinieran ante los peligros reales que esto supone.
Es un hecho que las respuestas que están dando herramientas como Chat GPT son sesgadas, muchas veces equivocadas y que pueden generar confusión con graves consecuencias.
¿Qué riesgos presenta ahora mismo la inteligencia artificial?
En primer lugar, deberíamos preocuparnos por el aumento de control que puede suponer para los humanos esta "superinteligencia artificial". El profesor Nick Bostrom, de la Universidad de Oxford, señala que nos encontramos próximos a una "explosión inteligente", que se producirá cuando los aparatos consigan su autonomía. En ese punto, este tipo de instrumentos tendrían capacidad de controlar aspectos de nuestra vida cotidiana y llevar a cabo una vigilancia sobre los humanos sin precedentes. La Comisión Europea ha clasificado, por ejemplo, el reconocimiento facial como una tecnología de alto riesgo que podría repercutir en la libertad y en la privacidad de los ciudadanos. En este ámbito, por lo menos, ya se ha establecido que las empresas que quieran usar el reconocimiento facial deberán obtener, previamente, la aprobación de los órganos reguladores antes de poder trabajar. Y serán necesarios códigos de conducta para sus empleados. Sin embargo, al tiempo que la Comisión regula estas cuestiones, también está desarrollando una base de datos de todos los ciudadanos no europeos mediante el escaneo facial, para poder elaborar listados de personas peligrosas buscadas por la policía en tiempo real. Algo que puede tener fallos, puede ser hackeado y poner en peligro a muchas personas inocentes.
Las armas empleadas mediante este tipo de inteligencia podrían llegar a matar sin que haya una decisión humana detrás (decisión siempre deplorable, dicho sea de paso). La ONU ha alertado ya en varias ocasiones de que países como EE.UU., Rusia y China desarrollen armas que sean capaces de funcionar sin soldados que las supervisen.
Gerd Leonhard, en Tecnología versus humanidad, el choque entre el hombre y la máquina, considera que no falta mucho tiempo para que las máquinas sean capaces de comprender las emociones humanas y desarrollar inteligencia social.
Durante días hemos podido ver imágenes, como la supuesta detención de Donald Trump, que no habían sucedido en realidad, pero que tenían toda la apariencia de ser ciertas. Ya se han denunciado casos de manipulación de imágenes de personalidades conocidas, que han sido utilizadas en videos pornográficos, generando un verdadero problema para ellas y sus entornos. Veremos casos en los que la justicia tendrá que determinar la veracidad de lo que, hasta ahora, se habría considerado una prueba irrefutable. Ya no podemos confiar en lo que nuestros propios ojos ven, y eso es sin duda un serio problema.
The New York Times publicaba el pasado 9 de febrero una interesante pieza donde se desvelaba que una serie de noticias, publicadas como si fueran ciertas, habían sido, en realidad, presentadas por aparentes periodistas que no existen. En los casos señalados, afortunadamente, todavía hay errores que nos permiten "tener la sospecha" de que no eran humanos los que daban las noticias. Pero la IA aprende, mejora, y pronto no seremos capaces de distinguir a un presentador de verdad de uno que no lo es.
Esta semana hemos conocido que Anne Hoffmann, la directora de la revista Die Aktuelle, ha tenido que dimitir después de que se hubiera publicado una presunta entrevista al campeón mundial de Fórmula 1, Michael Schumacher, con respuestas que en realidad habían sido dadas por un programa de inteligencia artificial que contestaba como si fuera él. La realidad es que el conductor está en su domicilio, desde que sufriera un grave accidente, y no da entrevistas. Por eso, además de la manipulación y el engaño, se ha producido una falta de ética atroz, por lo que la familia ha presentado ya una demanda ante los tribunales.
El avance de este tipo de técnica está dando muestras claras de empujarnos hacia sistemas totalitarios, donde los seres humanos pierden su dimensión única, y donde la libertad y la dignidad individual pasan a formar parte de una masa impersonal, sometida al ritmo de las máquinas
La amenaza para miles de puestos de trabajo es otro de los problemas que requiere ser estudiado. La inteligencia artificial es capaz de crear, de inventar y, de esta manera, suplantar el trabajo de creadores del mundo del diseño, de la fotografía, de la pintura. Precisamente, esta semana, Boris Eldagsen recibía el premio Sony World Photography, que no recogió, y aprovechó para denunciar que su obra, en realidad, había sido creada con ayuda de un algoritmo. La imagen Pseudomnesia: The Electrician presentaba un retrato de dos mujeres de dos generaciones distintas, como si fuera una imagen del siglo pasado. Pero esas mujeres no existieron jamás, ni la situación tampoco. Eso el jurado del concurso no lo supo hasta que el galardonado denunció la falta de control por su parte a la hora de llegar a entregarle un premio sin haber podido constatar que, en realidad, no era el autor de la foto, que tampoco era tal cosa.
El autor alemán es uno de los mayores expertos en la aplicación de inteligencia artificial en el ámbito de la fotografía, y precisamente en la exposición que presentó en la Kommunalen Galerie de Berlín, demostró hasta dónde se puede llegar con la inteligencia artificial en la fotografía. "Concursé como un caradura para averiguar si los concursos están preparados para la llegada de la inteligencia artificial. No lo están", denunció.
La irrupción de la inteligencia artificial en el mundo del arte genera también interesantes debates, pues, ¿dónde queda la huella humana, de la emoción, en el proceso de creación? ¿Somos capaces de percibir la diferencia entre una obra elaborada por un humano y otra por un robot? Nuria Oliver, doctora en inteligencia artificial por el MIT (Massachusetts Institute of Technology) recordaba recientemente: "Desde hace años, el mejor jugador de ajedrez es un ordenador, pero eso no quita que siga habiendo campeones mundiales ni campeonatos".
Ahora mismo puedes pedirle al Chat GPT que componga una pieza al estilo de Debussy, con influencias de los Beatles y le ponga una letra crítica contra la industria farmacéutica. Por ejemplo. Y que la modifique, metiéndole más tensión, o suavizándola. Tardará segundos en ofrecerte lo que le pides, sin rechistar. Obviamente, esto abre un mundo de posibilidades que bien pueden ser aprovechadas para, a su vez, servir de base creativa. Pero, sin lugar a dudas, genera terror a quienes sospechan que sus posibilidades laborales, basándose en sus conocimientos actuales, pueden verse reducidas. Y no les falta razón.
No podemos obviar que la inteligencia artificial ofrece también muchos avances y posibilidades. Se supone que uno de sus beneficios es "eliminar el error humano", y claramente, en ámbitos como operaciones quirúrgicas, está dando buenos resultados.
Pueden destinarse a trabajos mecánicos, repetitivos, de los que el ser humano puede ser liberado. El debate ahora es si esta mano de obra robotizada debería contribuir pagando impuestos, para conseguir así que la mano de obra humana eliminada no se vea despojada de sus recursos.
El planteamiento desde la perspectiva ética, humana, esencial, requiere de una reflexión que no nos estamos dando tiempo a desarrollar. Sobre todo, porque el avance de este tipo de técnica está dando muestras claras de empujarnos hacia sistemas totalitarios, donde los seres humanos pierden su dimensión única, y donde la libertad y la dignidad individual pasan a formar parte de una masa impersonal, sometida al ritmo de las máquinas.
Como este fin de semana es fecha de regalar libros, yo quiero ofrecerle uno a mis queridos lectores: Técnica y totalitarismo. Digitalización, deshumanización y los anillos del poder global, de Jordi Pigem, filósofo especializado en el campo de la ciencia, de la editorial Fragmenta. Considero que su lectura, además de ser amena, muy asequible, es necesaria. Para pensar, reflexionar y comprender hacia dónde nos llevan todos los avances que nos están imponiendo. Cuando lo lea, seguro que también disfruta del olor de la rosa.