La razón por si sola es prácticamente inútil. Creer que lo que se quiere es justo y que los astros ya harán el trabajo de concederte todo aquello que crees merecer es pereza. De entrada, la razón otorga a quien cree tenerla una perspectiva de cómo son las cosas y de cómo tendrían que ser. Por si sola, la razón no otorga derechos, sin embargo. Tampoco los quita. Tan solo dota de una legitimidad moral que, puesta en su sitio, puede capacitar para la acción, porque lo único que importa de tener razón es qué haces para conseguirlo. No es suficiente con tener razón igual que no es suficiente con amar porque, como en el amor, el plano teórico solo es importante cuando el plano práctico ha funcionado. Tener razón sirve para alimentar el sentimiento de merecer todo aquello que se desee, pero no hace falta mucha madurez para darse cuenta de que este es un planteamiento infantil de la vida y del mundo. Los catalanes somos los Zennials de Europa porque creemos que la injusticia que sufrimos nos hace dignos de todo aquello que anhelamos. Somos los niños que, por miedo o por pereza, esperamos cómodamente en la creencia que el bien siempre gana. Es maravillosa, la fantasía. Tiene una lógica perfecta que trabaja sola y tú no tienes que hacer nada.
Los catalanes creemos que la injusticia que sufrimos nos hace dignos de todo aquello que anhelamos. Es maravillosa, la fantasía. Tiene una lógica perfecta que trabaja sola y tú no tienes que hacer nada
Antes de que se destapara que todo fue un engaño y que utilizaron las ilusiones de muchísima gente como moneda de cambio para lo que les interesó, en nuestro país se utilizaba mucho la proclama "porque tenemos la razón y porque tenemos la fuerza". Es una consigna que más o menos se apropió todo el mundo —he descubierto que incluso Marta Pascal la entonó alguna vez— y que explica bien hasta qué punto la política catalana se ha convertido en un negocio de aspavientos. La diferencia entre la fuerza y la razón es que la fuerza puede trabajar sola. Quien tiene la fuerza puede conseguir sus objetivos, incluso aunque no tenga razón. Un aspaviento no es nada contra una amenaza, siempre que no confundas la realidad del poder con la manera en que tendría que funcionar el poder. Si lo haces, la razón no te dará nada más que una prisión de superioridad moral desde donde emitir juicios firmes y dar lecciones, el pecado original de una manera de hacer que hace demasiado tiempo que se asocia a la catalanidad y que parece que se ha convertido en la única manera de ser independentista.
Cargarse de razones no sirve de nada si las razones te chafan más de lo que te espolean y te conforman más de lo que te alimentan la imaginación para cambiar
Cuando la ONU censura España por vulnerar los derechos de los líderes del procés, cuando Giró habla por enésima vez del déficit fiscal de millones de euros que sufrimos o cuando la policía española parte cabezas a las personas mayores del país por resistirse a entregar unas urnas, tenemos razón. Esta es nuestra condena porque es la excusa eterna de los que, por temor o por poltronería, lo relegan todo al ámbito de la fe. Pero incluso en la fe está la plegaria de la serenidad de Reinhold Niebuhr: "Señor, concédeme la serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, el coraje para cambiar lo que puedo cambiar, y la sabiduría para entender la diferencia". Incluso los que creemos que el curso de los acontecimientos viene dictado por una fuerza que nos sobrepasa y que no podemos controlar somos llamados al coraje y al sentido de la responsabilidad. Dios no trabaja solo igual que nada cae por el solo peso de la razón —en el plano político tampoco. Por eso, cargarse de razones no sirve de nada si las razones te chafan más de lo que te espolean y te conforman más de lo que te alimentan la imaginación para cambiar aquello que puedes cambiar. Se trata de entender la razón como una casilla de salida y como una herramienta para dotar de sentido los actos, no como un destino. No se trata de cargarnos de razones, se trata de no permitir que las razones nos justifiquen las cobardías.