Quiero compartir contigo una emoción, para ver si también te pasa. Es la pereza sectorial, aunque no sé muy bien cómo definirla. El quid de la cuestión es que da cierta pereza acudir a los acontecimientos hábiles. Es una mezcla a los que tienes que ir por contactos y para quedar bien, pero que te provoca cierto azoramiento, y cuando vuelves a casa, te sientes como si te hubieran chupado la energía. ¿Por qué nos da pereza ir a actos de nuestro propio sector? Seguramente debería añadir "tras veinte años de profesión", aunque en mi investigación empírica tengo declaraciones que con una decena de años ya se despierta esta sensación. A ver si me compras esta teoría. Cuando estás en tu ambiente, te comparas, te sientes juzgado y estás harto de ciertas dinámicas. Es verdad que, a veces, ves más a gente de tu entorno laboral que a tus amigos, y esta familiaridad también cansa. Pongo un ejemplo: me apetece más asistir a una gala de cine que a una cata de vinos. Y es posible que a un actor le pase al revés.
La presión de la alfombra roja, encontrarse con gente de la profesión a la que prefiere no ver, es menos interesante que hablar de cuatro vinos distintos y aprender sobre los distintos terroirs. Aunque a algunos les parezca una fiesta, se trata de trabajo. ¡La degustación de vino también! Seguramente, si estuviera trabajando en un desfile, no me parecería tan glamuroso como cuando voy solo de visita. Pasar un día en una feria vinícola no tiene nada que ver con hacer unas copas para alguien que no se dedica a la enología. A veces, ser una rara avis en una congregación te hace sentir especial. A mí, cuando estoy inmersa en el mundo de la moda, me gusta que me pregunten qué vino casa la 080. También nos pasa cuando nos alejamos de nuestro grupo de amigos y nos integramos en un colectivo nuevo. Como recién llegados, no nos comportamos de la misma forma y adoptamos nuevos roles que muestran otras partes de nosotros mismos.
Me gusta pensar que más que el espejo de Stendhal reflejando el camino nuestra personalidad, es más parecido al espejo roto de Rodoreda, donde cada trozo muestra partes que ni conocías. Nadie ve la viga en su propio ojo, y muchas personas son maestras de vida por las lecciones que acabas aprendiendo sobre ti mismo. Se habla muy poco del divorcio entre amigos o de compañeros laborales. Es como separarse de un gran amor en todos los sentidos. Y cuando acudes a estos acontecimientos y te encuentras a exjefes, excompañeros... a personas con las que has compartido muchos años, escuecen esas heridas dormidas. También tienes ese momento en el que quieres que X te vea como si fuera tu ex del cole. Tienes ganas de pavonearte. De que vean que te va mejor que a ellos, y que hay gente que te valora. Y por qué no decirlo: ¡que has envejecido mejor que ellos!
Cuando estás en tu ambiente, te comparas, te sientes juzgado y estás harto de ciertas dinámicas
Tras este apunte presumido, volvamos a mi teoría, que se basaría en una versión actualizada de lo que "nadie es profeta a su tierra". Los del mundo de la cocina parecen más unidos que los del vino. Esta percepción se parece a ese dicho americano que reza que "la hierba de tu vecino siempre parece más verde". Pero creo que no me equivoco demasiado. Bastaba con ver cómo Fina Navarro, Nandu Jubany y Joan Roca vinieron a abrazar a Carme Ruscalleda por su Premio Honorífico. Los premios MIS y BITE quieren resaltar el trabajo de los influenciadores de la gastronomía catalana, y más este 2025, en el que Catalunya es capital de la gastronomía. Los del vino, al menos los que estaban en esta segunda Gala Nacional de la Gastronomia i l’Enoturisme, también parecían hermanados, y señalo directamente al experto en enoturismo Lluís Tolosa y al admirado Pitu Roca, a quien debemos felicitar triplemente. Por el premio de #wineinfluencer, por el nuevo proyecto con sus hermanos, denominado Esperit Roca, y por los Roca Awards que acaban de crear. Unos galardones que, junto con Òscar Broc y Pep Prieto, fomentarán la literatura y el vino.
En la semana más mortal del conflicto israelí-palestino, solo se habla de Taylor Swift y de la merecidísima victoria del Barça, que ha servido para que mis admiradas compañeras Imma Sust, Samanta Villar, Anna Manso y Marta Pontnou escriban sus buenísimas columnas de opinión. Creo que me siento más a gusto en el mundo de la comunicación que en el del vino, seguramente por mi teoría, y porque no llevo los 128 años del otro (sí, soy la quinta generación en el mundo del vino).
Al día siguiente, en la gala de los 26 Premios Continuarà de RTVE celebrada en Casa Fuster, estuve observando a los periodistas y también se notaba este aroma de mezcla de palo-placer. Hace unos años, tuve una crisis con mi profesión. Me cansé de los "señoros", de hablar solo para los expertos, de que no se me valorara y me alejé física y emocionalmente del gremio. Hace seis años, ganaba en China el Gourmand Award por el mejor libro de bebidas, en este caso, sin alcohol. Esta semana recogí el de Dones del Vi porque mi socia y más amiga, Anne Cannan, me adoptó para ayudarla en su proyecto que empezó en 2009 en Gratallops, cuando todavía no se hablaba del #metoo. Este grupo de mujeres profesionales hizo que volviera a enamorarme de mi vocación. La única cura a la pereza sectorial es volver a tu sector con una mirada distinta.