Sobre el caso Errejón, Jofre Llombart ha escrito un artículo para leer de arriba abajo. Sí, hay maltratadores y psicópatas en los medios de comunicación. Como en todas partes. Y con cargos muy importantes. Pero, al margen de este apunte y de toda la literatura que, con razón, se hace sobre las agresiones sexuales, he echado de menos más reflexión sobre la verdadera adición del político de turno. La he encontrado en David Trueba en las páginas de El País. Escribe Trueba “si analizáramos las raíces profundas de algunos episodios que saltan a las portadas, nos encontraríamos con el inconfundible rastro de la cocaína”.
El director de cine afirma que alguien debería estudiar el empeño de muchos creadores para dotar a la cocaína de unos “valores que no posee”. España es uno de los grandes consumidores mundiales de esta droga. Y, como dice Trueba, casi siempre, el relato que le acompaña señala la diversión, la eficacia laboral y el sexo antológico. La realidad, explica Trueba, explican quienes la han dejado y explican los médicos, es completamente opuesta. La pregunta que se hace el autor es por qué todavía tiene una imagen tan buena. Y la respuesta que le da es que la narrativa en el tiempo en que vivimos persigue la explosión del presente, sin profundidad para hablar de las consecuencias en el futuro. Tiene razón, pero no es la única explicación.
Si quieren ser adictos, es su problema, pero que se la paguen ellos, la droga. No con mis impuestos
Trueba se pregunta si esa popularización de las drogas de estimulación y rendimiento no es la culminación de un proceso de transformación de personalidades para convertir la vida íntima en una pieza de consumo más. “Cuando se reducen las relaciones humanas a los hábitos de uso y disfrute, no es extraño que las personas acaben siendo tratadas como muñecos a su servicio”. Es decir, la incapacidad de relacionar el esfuerzo pausado con la satisfacción profunda, que nos entrega en busca de aceleradores, de estimulantes, que acaban confundiéndonos del todo. Y ocurre en la vida como, en muchos casos, en la pareja.
Lo que no dice Trueba es que el consumidor de coca es una persona enferma. El consumo de droga enseña a mentir, lleva al aislamiento, a las relaciones poco sanas o directamente tóxicas, a no ser empático. Y esto es un grave problema, pero es peor si eres político, dada la responsabilidad que tienes. Y si la coca está en todas partes, lo está también en la política. Al fin y al cabo, ni son extraterrestres ni tienen una vida y unos horarios demasiado convencionales. En eso, la clava Errejón.
Yo les haría tests. Porque un consumidor de drogas no puede ser un servidor público y porque si quieren ser adictos, es su problema, pero que se la paguen ellos, la droga. No con mis impuestos. Pero creo que no va a pasar. En Italia, un programa de televisión tuvo la brillante idea de realizar tests de drogas a los legisladores. Organizaron unas entrevistas falsas a cincuenta políticos, que creían que hablarían de temas presupuestarios y, en lugar de eso, las maquilladoras tomaron muestras de sudor para realizar la prueba. El resultado fue que dieciséis habían consumido cannabis o cocaína en las 36 horas anteriores a la prueba. El escándalo fue de tal magnitud, que el episodio nunca se emitió. El canal que lo canceló era propiedad de Silvio Berlusconi.