Un año desde el pleno más polémico del Parlament desde la restauración de la Generalitat de Catalunya. El del 6 de septiembre del 2017, cuando se aprobó la Ley del Referéndum de Aautodeterminación, y el del día 7, que aprobó la Ley de Transitoriedad Jurídica y Fundacional de la República. Las dos iniciativas legislativas con las que la sociedad catalana, a través de sus representantes en el Parlament, tomó la iniciativa para dar la voz a la ciudadanía y conocer la voluntad popular, democráticamente expresada a través de las urnas, con respecto al futuro del país, después de que el Tribunal Constitucional del Reino de España, con la sentencia del Estatut, rompiera el pacto constitucional y diera, en expresión del constitucionalista Javier Pérez Royo, un golpe de Estado constitucional.
Un año después, la presidenta de aquel Parlament está encerrada en la prisión, como lo está lo que entonces era el vicepresident de la Generalitat, seis consellers de aquel Govern y los dos máximos representantes entonces de las organizaciones sociales más mayoritarias en el mundo del independentismo. Un año después, el que era el president de la Generalitat está en el exilio, como lo están, también, cuatro miembros de aquel Govern y las entonces dos portavoces más significativas en el Parlament de ERC y la CUP. La furia represiva del Estado español contra representantes políticos y sociales, amplificada a cientos de acusados, encausados y perseguidos en el ejercicio de derechos y libertades básicos, ha modificado las reglas del juego. Hasta hoy mismo, cuando se pide años de prisión para miembros del CDR por manifestarse ante el TSJC.
La furia represiva del Estado español contra representantes políticos y sociales, amplificada a centenares de acusados, encausados y perseguidos en el ejercicio de derechos y libertades básicas, ha modificado las reglas del juego
Y un año después, el actual president de la Generalitat, elegido por la mayoría inequívocamente independentista y republicana del actual Parlament, surgido democráticamente de las elecciones del 21-D, ha dado una conferencia, en el Teatre Nacional de Catalunya, para dibujar el escenario de la nueva situación y algunas de las líneas nucleares que marcarán el actual curso político. Una conferencia. Es decir: un discurso de diagnosis y de perspectiva que sitúa el horizonte político en el que, previsiblemente, se desplegará la acción política de los próximos meses. Pero una conferencia.
La conferencia del president Torra ha sido saludada, como ya era previsible, con una hostilidad manifiesta por buena parte de la opinión publicada en el Estado español. Empezando por el diario El País, Lluís Bassets, en un artículo titulado “Puro teatro”, descalificaba el President como “letraherido y obvio como pocos, salido directamente del Diccionario de lugares comunes del independentismo en la versión del verbalismo más radical” y reducía el discurso a “la soflama y la mentira”. Y destacaba también lo que consideraba una amenaza: “El teatro, por más teatro que sea, cuando es un teatro tan encendido puede encender también las calles”. En el mismo diario, Xavier Vidal-Folch, le recriminaba que “hizo el discurso de un dirigente de parte, no de un presidente”. Por su parte, el editorial de El Mundo, titulado “Torra reanuda el golpe”, destacaba, de la conferencia del presidente Torra, sus “amenazas”, que sugería tomar muy en serio, “precisamente porque controla laso instituciones catalanas, el presupuesto y los Mossos, y solo responde ante Puigdemont, ese mentor cono el que rivaliza en fanatismo”. Y remataba con un inequívoco “el golpe sigue en marcha”.
Desde La Vanguardia, su director Màrius Carol, también insistió en la tesis de que “habló a la mitad del país más que a su totalidad y, por más que insistió en el concepto de un solo pueblo, pareció dirigirse sólo a los independentistas”. En el editorial del diario, titulado “Torra llama a los suyos a movilizarse”, destacó que “no fue una propuesta para todos los catalanes”, sino que “tuvo más de arenga a los suyos”. El Periódico, por su parte, insistía en que “el presidente sigue hablando únicamente a una parte de Catalunya”.
Más duro era lo que podía leerse en La Razón, en el editorial “Torra pierde el sentido de la realidad”, que calificaba la conferencia de Torra de “realmente alarmante”, ejercicio de agitprop” y al Presidente de “iluminado” y de “alguien que desprecia, insulta a y sitúa en el nivel de los regímenes totalitarios a todas las instituciones del Estado. Incluidos a todos los ciudadanos”: “Su exposición fue un ejercicio de odio hacia España que fue más allá de las injurias, de la mentira y de la manipulación”. Las valoraciones del largo editorial tenían el mismo tono: “Tener al frente de la Generalitat a alguien como Torra es un verdadero riesgo para la paz social y para la democracia”. Lo mismo se podía leer en ABC, que dejó a Salvador Sostres hacer de editorialista, en un artículo titulado “El subcomandante Torra” en lo que pretendía ser una parodia comparativa con Marcos, el líder del FZLN: “A Torra sólo le faltó la pipa y el pasamontañas, porque a los indígenas ya los tiene. Y a los zapatistas también". Añadía una caracterización de la situación del país: “El independentismo se ha folclorizado hasta el tam-tam tribal, con su retórica de reserva india”.
La conferencia de Torra no era una intervención parlamentaria, ni un programa de gobierno ni siquiera una hoja de ruta. Como toda conferencia, era una puesta en común de reflexiones
Estas son algunas de las reacciones más significativas entre los medios impresos de más difusión en el Estado español ante la conferencia del president Torra. Ante una conferencia que, quizás hay que recordarlo, no era una intervención parlamentaria, ni un programa de gobierno ni siquiera una hoja de ruta. Como toda conferencia, era una puesta en común de reflexiones. Reflexiones, por otra parte, compartidas por el triángulo formado por el Govern de la Generalitat, que dispone de mayoría parlamentaria, el Govern y los líderes sociales encarcelados y, finalmente, la parte mayoritaria del exilio. Unas reflexiones, por lo tanto, avaladas por los representantes de lo que constituye la mayoría social de Catalunya, como mínimo en tres de los frentes del actual escenario político: Govern, prisión y exilio.
Lo más relevante, quizás, de la conferencia era la apelación a una mayoría social todavía mayor a la representada por esta triangulación: aquella que está por el referéndum de autodeterminación y, por lo tanto, por el ejercicio democrático de la soberanía, aquella que está en explícita oposición a la estrategia represiva de todas las instancias del Estado en contra de los derechos y libertades, y aquella que ya no considera a la monarquía como su institución propia: autodeterminación, convicción antirepresiva y republicanismo. En la apelación a esta mayoría y en la asunción, como punto de partida, del 1-O, el 3-O y el 27-O está el marco del camino a recorrer que el president Torra dibujó para los próximos meses, poniendo como hito clave de la acción política, en el arco temporal que se abría ayer, el momento en que el Tribunal Supremo emitirá el veredicto del juicio a los presos políticos. El president Torra emitió un posicionamiento estratégico que extraña que, en las horas inmediatamente posteriores a la conferencia, haya pasado casi desapercibido: “no es la República la que nos traerá los derechos civiles, sociales y nacionales que anhelamos, sino que es la lucha por estos derechos que nos traerá la República”. La batalla antirepresiva no es contradictoria con la batalla por la República, sino su instrumento.
La batalla antirepresiva no es contradictoria con la batalla por la República, sino su instrumento
Una conferencia. Palabras. Importantes, pero palabras. Habrá que ver, en los próximos meses, de qué manera estas palabras guiarán la acción política y serán conformadoras de iniciativas, sociales y legislativas. Habrá que ver, también, cómo estas palabras orientarán, concretándose donde lo tendrán que hacer por fuerza, con el concurso de los sectores interpelados, las posibles movilizaciones. Habrá que ver, en definitiva, cómo estas palabras alcanzarán la concreción en forma de hechos y acontecimientos. Habrá que ver cómo se determinará todo lo que, en la conferencia, era por fuerza indeterminado, impreciso e incluso ambiguo. Y habrá que ver, finalmente, hasta dónde llegará el consenso necesario, entre la mayoría social expresada en la mayoría parlamentaria, para que estas palabras sean alguna cosa más que palabras.
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