Recuerdo que, después de la caída de Lehman Brothers, en plena crisis financiera, un diario europeo publicó un artículo que se titulaba "The Party Is Over". El articulista cogía España como paradigma, y repasaba las cantidades de dinero que el gobierno de Zapatero había gastado en aeropuertos fantasmas, carreteras vacías y subvenciones gratuitas. El artículo concluía que la fiesta se había terminado para todo el mundo y para España todavía más. Pues bien, si en 2008 se terminó la fiesta económica, ahora se ha terminado la fiesta ideológica.

Guste o no, el PSC y la abstención son, en este momento, las dos únicas opciones políticas sólidas que Catalunya tiene para encarar el tumbo darwinista que ha dado el mundo. El PSC es un partido de mentalidad jesuítica y navegará perfectamente el giro autoritario, aunque Pedro Sánchez sea defenestrado de la Moncloa. Ahora quizás sea difícil de imaginar, pero los socialistas catalanes ganarán votos pactando con el PP y VoX, si Feijóo llega al poder en España. Poco a poco veremos que el peix al cove de Jordi Pujol viene de una tradición más antigua que los Mosos de Esquadra y la vieja Convergència.

En cuanto a la abstención, representa una alternativa difusa y provisoria, pero hasta ahora ha sido la única posición política que ha dado refugio moral y una voz mínimamente influyente a los catalanes independentistas. El impacto que Sílvia Orriols ha tenido en el debate parlamentario no se puede separar de la caída de caretas que la terquedad y la fuerza social de los abstencionistas ha provocado entre las filas de los independentistas pacificadores. La abstención ha servido para empezar a liberar el país de las confusiones del 1 de octubre, y se aguantará mientras no haya una alternativa más creíble. 

Si en 2008 se terminó la fiesta económica, ahora se ha terminado la fiesta ideológica

Los partidos del procés no creo que vuelvan a levantar cabeza nunca más, tal como eran. La única posibilidad que veo a Oriol Junqueras y Carles Puigdemont es ir juntos y demostrar que son mejores —más resistentes y más flexibles— que sus respectivos partidos. La estrategia republicana de ampliar la base no ha servido para absorbir al PSC, pero sí que ha servido para destruir las ficciones convergentes que sostenían el prestigio de la autonomía, y su sistema de equilibrios. Por primera vez desde la Transición, hay espacio para una derecha nacional que haga oposición no solo al PSC, sino también a Junts y ERC, aprovechando que todos beben de la misma ideología progresista.

En un mundo que decae, cualquier idea nueva sonará de entrada como una ficción, o como una imposición inmoral y violenta. Cuando Bruno Maçaes acusa a Donald Trump de vivir en el mundo del entretenimiento, no tiene en cuenta que la creatividad y el progreso salen siempre, igual que las guerras, de la necesidad de los hombres de distraerse. Los países occidentales tendrán que afinar muy bien la relación entre la fuerza y las ideas para que las nuevas ficciones no se salgan de madre. Pero no hay ninguna otra salida. Las viejas fantasías están agotadas, solo hay que ver cómo han acabado políticos como Justin Trudeau o Nicola Sturgeon, intentando sacar rédito de los restos del liberalismo de mediados de siglo XX.

Los años que vienen serán de una realpolitik feroz, pero a la vez no habrá pasmarotes más ridículos y ruinosos que estos fatalistas pomposos que dicen que el mundo es así. El mundo ya no es de ninguna forma. Catalunya ya no es de ninguna forma, y justamente este es el problema. El poder ha abusado tanto del realismo que ya no queda realidad. En ninguna parte se ve tan claro como en nuestro país hasta qué punto el empoderamiento mediático de las víctimas era el último recurso de un mundo debilitado, que se acababa. Si Catalunya no emplea bien su fuerza, repetirá los errores de hace un siglo, pero si no tiene fuerza para imponer una ficción nueva, acabará todavía peor que después de la Guerra Civil.

La fiesta se ha terminado. Y ya solo queda margen para inventar la realidad o resignarse a ver quién vuelve a poner las rayas y dónde se quedan.