De algún lugar profundo del inconsciente, enterrada desde hace 20 años, ha emergido por culpa de David Broncano Clavado en un bar. En La Resistencia entrevistaron al guitarrista de Maná, el que hacía el riff inicial, tras el cual viene “aquí me tiene bien clavado, soltando las penas en un bar, brindando por su amor, bebiendo tequila pa'olvidar y sacudirme así el dolor”. Culpa del deseo insatisfecho de los bares cerrados, supongo que diría Freud. Que sí, que están abiertos por la mañana y al mediodía. Pero todos sabemos que beber tequila para olvidar un amor, más bien se hace de noche.
Qué diferente sería la historia de la música si el bicho hubiera estado entre nosotros toda la vida. Fue más visionario Albert Pla, que situó la historia de El bar de la esquina en un “oscuro mediodía”. El problema es que follar sobre la mesa del “bar que hace esquina con la calle mayor” cuando una borrosa silueta se convirtió en princesa, estaría mal visto en tiempos de distancia social. Y ya no digamos invitar “a todo el mundo” a una copa para celebrar la boda oficiada por el camarero allí mismo. Pero cuidado, los 15 días de luna de miel “encima de la mesa de ese bar y de esa calle” ya cuadra más con la cuarentena y con un bar cerrado.
Quizá no recuerde la fecha, pero fue el 12 de febrero de 2020 cuando se suspendió el Mobile World Congress. Fue por culpa de lo que todo el mundo decía que sólo era una gripe. Bueno, todos, excepto Oriol Mitjà
Si nos hubieran dicho cómo nos cambiarían las costumbres por favor y por fuerza, no nos lo hubiéramos creído hace ahora exactamente un año. Quizá no recuerde la fecha, pero fue el 12 de febrero de 2020 cuando se suspendió el Mobile World Congress. Fue por culpa de lo que todo el mundo decía que sólo era una gripe. Bueno, todos, excepto Oriol Mitjà. Repasémoslo. El 10 de febrero, Oriol Mitjà escribe un hilo en Twitter donde dice que hay que aplazar el congreso porque con un solo caso habría un 30% de posibilidades de generar un brote. Tenían que venir 20.000 personas de Asia, 5.000 de las cuales de China. Con tres casos, decía el experto en salud pública, ya habría un 50% de posibilidades de un brote. Y explicaba algo que ahora ya hemos aprendido. Que en un espacio cerrado y abarrotado, un virus respiratorio se encuentra como Pedro por su casa. Y terminaba: el coste de renunciar al Mobile es inferior a tener que controlar una epidemia. ¿Cómo os quedáis?
O. M. veía el peligro que también veían empresas como LG —que fue la primera-, Ericsson, Sony o Amazon, que decían que no venían a Barcelona para preservar la salud de sus empleados. En cambio, al día siguiente, 11 de febrero, la consellera de Salut, Alba Vergés, decía en TV3: "No estamos en una emergencia sanitaria para aconsejar cancelar el Mobile, todo lo contrario. La emergencia está en una zona de China". Que está muy lejos, se ve. Y el día 12 de febrero, el ministro de Sanidad de entonces, un tal Salvador Illa, decía en una visita al Clínic: "Ninguna razón de salud pública nos aconseja tomar medidas adicionales respecto a ningún evento previsto en Barcelona, Catalunya o España". O. M. i LG sabían de qué hablaban. Los políticos, no. Pero son los que le han cogido afición a decir a qué hora abren y cierran los bares o si tenemos que vivir en la comarca como los hobbits.
Ahora Illa es candidato a presidir la Generalitat —gracias a su probada capacidad para gestionar la salud pública— y antes del debate de TV3 rechazó hacerse una prueba de detección de la Covid, como sí que hicieron el resto de candidatos, porque "los protocolos no lo aconsejan". Vistos los precedentes, nos quedamos muy tranquilos. Aquí sólo echan al pobre trabajador de TVE que escribió el rótulo "Leonor se va de España, como su abuelo". Y eso que no encontrará ninguna mentira.