Barbra Streisand publica un nuevo disco, del que ha salido un videoclip con el título Do not lie to me. No me engañes. Y lo dedica a Donald Trump. Es tan poco cariñoso como lo fue su padrastro con la actriz y cantante. Aparte de su célebre nariz y de haber ganado Oscar, Grammy, Emmy y Tony, la celebrity judía da nombre al efecto Barbra Streisand: el fenómeno por el que el intento de ocultar una información produce el efecto contrario. Lo bautizó el experto tecnológico Mike Masnich después de que la cantante demandara al fotógrafo Kenneth Adelman por supuesta violación de la privacidad al publicar una foto aérea de su mansión en la costa de California. El fotógrafo asegura que sólo pretendía documentar la erosión de la costa y, de hecho, antes de la querella, la imagen sólo se había descargado seis veces de su web y porque dos veces lo habían hecho los abogados de la diva. El mes siguiente, la web de Adelman recibió 420.000 visitas. Y de ejemplos como este podemos encontrar un montón cuando la censura intenta esconder cosas que no quiere que veamos. Como aquella portada de El Jueves en el que un preparao dibujado con tinta aparecía fecundando a la entonces princesa Letizia para cobrar los 2.500 euros del cheque bebé de Zapatero. Huelga decir que la orden de secuestro de la revista hizo célebre y cotizada aquella portada. El efecto Streisand es un gran instrumento contra la censura, sí. Pero, en la otra cara de la moneda, también hace reflexionar sobre cómo actuar cuando alguien difama con la facilidad que permite ahora la tecnología. Y no sólo la nueva.
La victoria de Jair Bolsonaro en Brasil ha vuelto a hacer emerger el término fake news del mentiroso presidente de Streisand. Fake news no significa otra cosa que noticias falsas. Fake significa 'falso'. Y aunque sea un término usado de manera particular en el mundo de Internet, no es exclusivo de este ámbito. Cada vez que un personaje como Trump o Bolsonaro ganan unas elecciones, aparecen los profetas que lo atribuyen a la intoxicación de las fake news propagadas vía Facebook o vía grupos de Whatsapp. Preguntado al respecto, Pablo Iglesias dijo esta semana en Can Basté que "la bolsonarització de la política, la estamos viviendo en España". Y remachó: "La caverna utiliza estas técnicas de comunicación". Tiene toda la razón. No es necesario ir a las redes. En España lo hacen los medios convencionales... y los partidos políticos. Y aquí llega otra vez la reflexión sobre el efecto Streisand. Querer desmentir una falsedad, ¿no ayuda precisamente a que se propague?
Del mismo modo que muchos negamos el discurso del adoctrinamiento porque pensamos que la gente de Catalunya no es idiota, también nos negamos a pensar que la gente de España está adoctrinada porque es idiota
Todo ello sería algo trágico y triste si no fuera porque la historia nos demuestra que más que un efecto Barbra Streisand, cuando se ha querido pisar el acelerador de la mentira y la crispación en España, la caverna se ha encontrado con otra variante de la ley de las consecuencias indeseadas. El efecto cobra. Que ya les contaré otro día, ya se lo leerán a Xavier Sala i Martin o ya lo buscarán en Google. Pero en resumen es hacer algo y que el resultado sea lo contrario de lo que esperas. Y así, el cuatrienio de crispación 2004-2008 terminó con la victoria de Zapatero, porque hay políticos que no conocen a su propia sociedad. Y quizás los españoles quieren mucho la bandera cuando se la tocan, pero aún más a las costumbres relajadas y la convivencia.
Podemos decir que el imaginario colectivo que, a través de los impactos mediáticos, recibe un ciudadano de donde ustedes quieran es más parcial que lo que forzosamente tenemos en Catalunya. Simplemente por la existencia de un ecosistema mediático forzosamente más rico. Porque tenemos el que irradia Madrid y el que irradia Barcelona. De acuerdo. Lo podemos decir. Pero del mismo modo que muchos negamos el discurso del adoctrinamiento porque pensamos que la gente de Catalunya no es idiota, también nos negamos a pensar que la gente de España está adoctrinada porque es idiota. Y no perdamos de vista que la caverna no tiene el monopolio de la información. Que la dieta informativa es mucho más variada de lo que pensamos. Y, llamadme naïf, pero una dictadura de 40 años vacuna de muchas cosas y hay un cambio generacional que muchas veces no somos capaces de ver, ofuscados en la acritud del debate político y mediático digno del time line de Twitter y de dos cuñados borrachos. España también es David Broncano, vaya. Y si no, que se lo digan al Rey, que se pensaba que el 3-O sería su 23-F y cada vez lo puede ver menos gente por mucho que su hija haya demostrado que a los 13 años ya sabe leer.