Si —tal como dice la leyenda no escrita de los catalanes— tenemos el pacto en el ADN, ahora es el momento de demostrarlo. Si de los últimos años convulsos algo ha quedado claro, es que no podemos pasar página sin saber adónde queremos ir. Pero para saberlo, primero hay que poner paz en nuestras vidas políticas. Y eso lo tenemos que plantear a todos los niveles.
En primer lugar, tenemos que dejar que haga efecto la amnistía jurídica que, con todos sus defectos, es un paso de gigante para darnos con el Estado español un difícil pero necesario derecho a volver a empezar. Se ha hablado mucho de ella y se hablará aún más mientras su aplicación no sea una realidad. En todo caso, es seguramente el más importante de todos los pactos. Necesitamos cerrar la herida con el Estado español. El Estado español tiene un peso tan importante en la vida de los catalanes que necesitamos que juegue a favor de nuestro bienestar, y de la construcción de todas y cada una de las políticas públicas que nos constituyen como nación. Tanto en el marco legislativo como en el de las políticas públicas es, junto con el marco europeo, nuestro referente. Y ahora parece que, por fin, podemos volver a hablar con él de cara. La propuesta de la financiación singular va en este camino, por ejemplo. Todo es empezar.
La otra amnistía es la que debemos construir entre partidos hermanos y vecinos. Compartir fronteras electorales nos enfrenta, afortunadamente, cada vez que vamos a votar. Y digo afortunadamente porque damos por supuesto que se vota. Si la extrema derecha se acaba imponiendo, y ejerce de extrema derecha, esto ya no está tan claro. No sabemos cómo actuarán las extremas derechas del mundo occidental del siglo XXI. Parece que se adaptan al entorno democrático y no quieren cambiar las reglas. Con la Italiana Meloni, el argentino Milei, e incluso con Trump, no ha llegado la sangre al río. Pero no las tenemos todas con nosotros, ya que el recuerdo del desastre europeo de la Segunda Guerra Mundial inducida por Estados fascistas está todavía muy presente en nuestro imaginario. Recoser y dialogar como ahora están haciendo los partidos para formar gobierno de coalición es una buena noticia. En Catalunya, querríamos que se resolviera ya la cuestión y saber quién estará al frente de la Generalitat los próximos años. Sin embargo, habrá que tener paciencia porque todavía hay algunos escenarios abiertos: puede ser que Illa convenza a ERC o que ERC prefiera arriesgarse a unas nuevas elecciones en solitario, o —y aquí ha saltado la sorpresa— de la mano de Junts. La elección de Rull como president del Parlament, entre otros mensajes de acercamiento, refuerza esta idea. En todo caso, es una buena noticia que los partidos dialoguen y estén abiertos a alianzas nuevas o antiguas sin tener que cuestionar el sistema.
No me imagino que ERC plantee una nueva dirección en un proceso de lucha interna deliberadamente destructivo
Y, finalmente, hay que rehacer la más dolorosa de las amnistías: la que se tiene que llevar a cabo para evitar que los partidos se abran en canal. No me imagino que ERC plantee una nueva dirección en un proceso de lucha interna deliberadamente destructivo. Es solo en esta lógica constructiva que se puede interpretar el manifiesto de los principales cuadros del partido. Un manifiesto que pide juicio y muchas horas de diálogo y reflexión. Y muchos cafés, en algunos casos; si hacen falta, muchas copas. Son tantas las horas de trabajo y lucha que han unido a ERC como partido en los últimos años, que no tendría ningún sentido que todo acabara en un congreso de eclosión. Seis meses de reflexión son suficientes como para reconducir las emociones y las decepciones. Y si, finalmente, hay un nuevo proceso electoral en la Generalidad antes de noviembre, será una buena ocasión para volver a empezar. Junts también tiene que actuar de manera parecida, preparándose para los años venideros, donde serán necesarias todas las complicidades entre las distintas familias convergentes. Se ha hablado poco de la llegada de un inevitable nuevo liderazgo de extrema derecha a Catalunya, emulando la realidad europea. Pero en las sucesivas elecciones, Orriols y Aliança Catalana pueden acabar teniendo un papel relevante si los partidos rehúyen el debate de la inmigración y se refugian en proclamas buenistas o simplemente lo ignoran.
Es este camino de Paz y Tregua totalmente necesario para construir un futuro que se acelera. Necesitamos los viejos liderazgos para acompañar la llegada de los nuevos. No podemos echar a los que han dado años de cárcel y exilio porque ahora queremos, lícitamente, mirar sobre todo hacia adelante. Tenemos que volver a construir desde la gratitud y la confianza, no desde el rencor y el miedo. Hagámonos nuestro el espíritu de los cafés de Junqueras y del manifiesto de ERC, amplio como nunca: "Con generosidad, apertura y voluntad inclusiva y no excluyente. Con unidad interna y contando con el enorme capital político acumulado en los últimos años". Paz y Tregua. Y tantos cafés como haga falta.