¿Qué sabemos de la gente que conocemos a través de las redes sociales? ¿Son quienes realmente dicen que son? ¿Tenéis algún «amigo» virtual (que nunca hayáis conocido personalmente) al que le expliquéis todas vuestras intimidades? ¿Os es más fácil hablar de cualquier tema con alguien que no está físicamente y que no sabéis quién es realmente? ¿Qué ocurre cuando desvirtualizas una persona con la que lleva meses —incluso años— hablando a través de alguna aplicación? Hoy me he despertado con muchas preguntas sin respuesta que me han dejado pensativa un buen rato.

Cuando conocemos a alguien a través de las redes sociales, solo vemos lo que aquella persona quiere mostrarnos; que, normalmente, suele ser una versión muy muy idealizada de sí mismo o un ejemplo de lo que le gustaría ser si hubiera un genio de la lámpara que lo ayudara. Suelen ser personas muy optimistas, alegres y seguras de sí mismas, que tienen una vida social muy activa, que viajan más que Willy Fog y que se pasan el día celebrando cosas y comiendo en buenos restaurantes con todos sus amigos (porque tienen muchos). Y lo que es más importante, tienen un físico que parece esculpido por los dioses del Olimpo: además de ser armonioso, no se percibe ningún indicio del paso del tiempo. ¿Quién no se enamora de alguien así y le propone matrimonio al día siguiente o quiere conversar con él el resto de su vida? Y, seamos sinceros, ya nos va bien que sean tan perfectos en todos los sentidos, porque nos hacen creer de nuevo —como cuando éramos niños pequeños e inocentes— que un mundo perfecto (sin depresiones, angustias ni celulitis) es posible.

La perfección solo existe en nuestra imaginación, así que mejor no tentar la suerte. Nunca ninguna desvirtualización ha tenido un final feliz.

Cuando aceptas a un amigo virtual, firmas un contrato de negación de la realidad con una letra pequeña que dice que, si decides desvirtualizarlo, el único responsable de la decepción que te llevarás cuando te des cuenta de que tu príncipe azul en realidad es un sapo, serás tú. Lo bueno de todo esto es que, si quieres, tienes un amigo —que en realidad no conoces de nada— que te escuchará siempre que lo necesites (cualquier día a cualquier hora) desde otro lugar. A la mayoría de la gente le resulta mucho más fácil expresar lo que siente desde la distancia que enfrentarse a un cara a cara y a un juicio visual. Pero la principal ventaja de la distancia es que si las cosas se complican demasiado o no te acaba de convencer la idealización que te han vendido, siempre puedes bloquearlo todo y desaparecer; no tendrás que perder el tiempo dando explicaciones.

Pero ahora en serio, ¿se puede llegar a conocer a alguien desde la distancia, sin haberse conocido nunca personalmente, y acabar teniendo un vínculo emocional (sea amoroso o una amistad)? Yo creo que sí, y aún diría más, seguramente lo conoceréis mucho más íntimamente que cualquiera de sus amigos de la infancia y seréis mucho más dependientes de él (porque, antes de haceros ghosting y desaparecer, estará siempre para escucharos). Lo creo porque, según un estudio que acabo de inventarme ahora mismo, las personas tenemos una gran necesidad de expresar lo que sentimos, y es mucho más fácil enviar un mensaje a alguien que no conoces de nada y que puedes bloquear cuando quieras, que quedar con un amigo y decirle a la cara lo que te ocurre y cómo te sientes. Es curioso lo fácil que es explicar tus intimidades a un desconocido y qué difícil hacerlo con personas que sabes que te encontrarás al día siguiente por la calle. También es cierto que se han dado muchos casos de chicas y chicos que, en las redes sociales, decían que eran modelos de pasarela y que, en la vida real, eran hombres peludos y desgarbados que buscaban de todo menos una amistad sincera (todo tiene sus pros y sus contras). Para evitar llegar a extremos como este, lo importante, como ya he insinuado antes, es no desvirtualizarse nunca con nadie. La perfección solo existe en nuestra imaginación, así que mejor no tentar la suerte. Nunca ninguna desvirtualización ha tenido un final feliz, todas han terminado como el rosario de la aurora.