Estimado Sr. Cambray,
Le escribo desde la biblioteca pública del pueblo, mi auténtico "refugio climático" y cultural, porque es el único lugar donde puedo disfrutar de aire acondicionado para poder leer y estudiar. Me llamo Halima Farouk y justo ayer recogí mis notas de primero de bachillerato en la modalidad de tecnológico. La tutora, emocionada, me felicitó diciéndome que soy una rara avis en los tiempos que corren porque mis calificaciones son excelentes. Estoy tan contenta que las quería compartir con usted, así como hacerle saber en qué circunstancias las he conseguido.
Como puede deducir por mi nombre y apellido, soy de origen magrebí y pertenezco a aquel colectivo que Usted llama de forma genérica y muy paternalista "alumnado vulnerable". Mis padres llegaron a Catalunya ya hace 20 años y soy la tercera de una familia de cuatro hermanos. La subsistencia no ha sido nunca fácil para nosotros con el sueldo precario de mi padre, albañil, y de mi madre, que a veces ha ayudado a la economía familiar con trabajos de limpieza, siempre en negro y mal pagadas. Pienso que el ejemplo del esfuerzo de mis padres por darnos una vida mejor, junto con el del profesorado para formarme, son la causa de mi éxito escolar y no las deficiencias del sistema educativo. Para que sepa que, si soy capaz de escribirle esta carta con este nivel de corrección, no es gracias a la supuesta inmersión lingüística en catalán, ni a la inexistente biblioteca del instituto (convertida hace poco en aula multifunciones, llena de pantallas y sin libros), sino a la relación que tejí con la bibliotecaria del pueblo a quien, desde que mostré mi incipiente interés por la lectura, no ha dejado de alimentarlo con libros que han ido desde Teo va al zoo hasta El cuento de la sirvienta de Margaret Atwood. ¡Nunca le estaré lo suficientemente agradecida!
Cuando usted insiste en que hay que empezar el curso una semana antes en septiembre y no se puede modificar nada el horario en junio, ni en plena ola de calor con aulas por encima de los 30º, siempre nos pone a nosotros, los alumnos vulnerables, como excusa, como si en el colegio estuviéramos mejor
Las muchas precariedades vividas, en casa y en las aulas, y el espíritu crítico que me han aportado todas estas lecturas, me han hecho militar políticamente en un sindicato de estudiantes de izquierda independentista. ¿Cree que en eso coincidimos? A mí me parece que no, porque cuando usted insiste en que hay que empezar el curso una semana antes en septiembre y no se puede modificar nada el horario en junio, ni en plena ola de calor con aulas por encima de los 30º, siempre nos pone a nosotros, los alumnos vulnerables, como excusa, como si en el colegio estuviéramos mejor. Me parece que usted no sabe (o no quiere saber) cuáles son las verdaderas condiciones en que nos achicharramos en la escuela pública, y me parece también que o bien no sabe (o quiere ignorar) que la emergencia climática, que los expertos califican de auténtica crisis de salud pública, es ya una emergencia educativa en nuestro país.
Me juego a que para que usted pueda pasearse por el Parlament con la americana puesta, sin ninguna gota de sudor en la frente, las pobres ujieres deben estar más congeladas que el Amundsen en el polo norte. Y me juego también que los despachos del Departament d'Educació están todos climatizados, mientras nosotros damos las clases bien asados, siguiendo una regla de ratio climática inversamente proporcional a lo que sería el sentido común: a menos gente, más aire acondicionado; cuantos más alumnos amontonados, ausencia total de medidas de refrigeración. No me diga, conseller, que esto no es clasismo, falta de equidad y discriminación.
La gota que colma el vaso y que me hace escribirle esta carta, han sido las declaraciones en Els matins de TV3 de una tal Núria Mora, su secretaria de Transformació Educativa, a quien yo cantaría las cuarenta si tiene ocasión porque rayaban el límite del insulto con un punto de cinismo. ¿Se puede creer usted que su secretaria nos aconsejó como medidas de "climatización no artificial" o "medidas pasivas" que bajáramos las persianas, creáramos corrientes de aire, bebiéramos agua regularmente y fuéramos al patio a jugar porque a estas alturas del curso ya no hay que dar clase? Medidas sostenibles, lo son, ¿pero suficientes? Mire, Sr. Cambray, yo (llámeme rarita) al instituto voy a estudiar y a poder dar clase, no a entretenerme haciendo guerras de agua. La escuela todavía no es un casal, ¡¿verdad?! Le propongo una solución que no implica ninguna carga energética añadida y que revierte la ratio climática que le mencionaba: ¿qué le parecería que se transfirieran todos los aparatos de aire acondicionado de los despachos de las diversas conselleries a las aulas masificadas de la escuela pública del país? Propóngalo en el Parlament, por favor. Además, como tengo muy claro que quiero acceder a un grado profesional para ser "Técnica superior en energías renovables", estoy haciendo un proyecto para el instituto, como trabajo de investigación para segundo de bachillerato, donde demuestro que el gasto energético que estos aparatos generan se podría compensar instalando placas solares sostenibles en todas las escuelas públicas del país. ¿Qué le parece? ¿Lo aceptarían en el Parlament?
Piense que, si las medidas no se hacen efectivas pronto, le espera un inicio de curso muy "caliente", no sólo por la emergencia climática y por las huelgas del profesorado, sino porque mi sindicato y yo estamos preparando una campaña mediática con los hashtags #enssocarremalesaules, #setembresocarradet y #ofegadetsaclasse, que promete ser trending topic entre la comunidad educativa, incluyendo a los padres que han dado el pistoletazo de salida con su hashtag #senscouenelsfills.
Confío en que le llegue esta carta, pero como sólo soy una alumna "vulnerable", tengo muy claro que no espero ninguna respuesta. Tenga usted un buen verano, recuerde ponerse en la sombra, buscar la ventilación cruzada y beber agua frecuentemente.
Halima Farouk