A Carles Puigdemont ya solo lo llaman prófugo en el Tribunal Supremo. Con el cortejo a Junts a dos bandas, el cierre de año y sus balances a izquierda y derecha han dejado al juez Pablo Llarena solo en su rechazo a pasar página y aplicar la ley de Amnistía. Aunque la hemeroteca es cruel con el PP, la centrifugadora política va más rápido. Hace menos de un año los de Feijóo concentraban su apocalíptico anuncio de la “demolición del Estado de derecho” en la futura ley, las llamadas a manifestarse y la propuesta de ilegalizar partidos soberanistas por “deslealtad constitucional”. Hace no tanto Miguel Tellado lamentaba que “un prófugo decida el futuro de España” y repetía el mantra de “la fuerza de Puigdemont se la da Pedro Sánchez”, un presidente “secuestrado por los independentistas”. La enajenación parlamentaria no podía durar para siempre y hoy la fuerza de los siete votos de Junts se la da también el portavoz del PP, Miguel Tellado. La dirección nacional de Génova ha decidido considerar a los de Puigdemont un interlocutor válido, con afinidad en temas económicos y fiscales y en la declaración de intenciones de 2025 Feijóo quiere profundizar en la relación y abrazar los escaños tan denostados. “El triunfo de la ley de amnistía”, remataba Pedro Sánchez en su propio balance.

Junts tiene la llave de esta legislatura y Feijóo admite que también tiene la suya. Miguel Tellado ahora está “tremendamente satisfecho y orgulloso” del viraje materializado en tumbar el impuesto a las eléctricas. Pero va más allá, tiende la mano y los deja el volante de su próxima estrategia parlamentaria. “En todo lo que coincidamos, Junts encontrará nuestros votos”. No viceversa, serán los del PP los que acudan al encuentro. “Construir mayorías que mejoren la vida de las personas”, repite Tellado en una declaración que es firma y sello de Pedro Sánchez. 

Los apoyos del Congreso no están asegurados para casi ninguna medida y tampoco para nadie

Esa conquista no será tan rápida y Sánchez todavía tiene algo de ventaja. La esperada foto con Carles Puigdemont es un gesto que el PSOE da por descontado. Antes de la gran negociación de 2025 —aprobar unos presupuestos generales— el Gobierno ha dejado impresas las medidas que ha podido sacar adelante en el último Consejo de Ministros precedido por el paquete fiscal. No ha habido triunfalismo en el discurso de final de año de Sánchez, pero ha desplegado el escudo social salvado en el último Real Decreto-Ley escoba. Parte de las ayudas derivadas de la inflación continúan, desde evitar los desahucios a familias vulnerables, las ayudas al transporte, la revalorización del salario mínimo vital y la subida de las pensiones mínimas y las no contributivas. 

El tacticismo de Junts y PNV con el PP ha tenido efecto rebote en los socios de la coalición. Podemos cada vez aprieta más con la fiscalidad y Sumar pretende llevar la reducción de la jornada laboral al Consejo de Ministros en enero. Es la medida estrella de Yolanda Díaz, ya pactada con los sindicatos, heredera de la reforma laboral y broche de Sumar, desdibujado desde el hundimiento electoral de las europeas y descompuesto desde la expulsión de Íñigo Errejón. Podemos aprieta y también se recompone. En 2025 Irene Montero irá calentando su vuelta a Madrid para liderar la formación morada y el difícil control de los partidos que comparten la lista electoral a la izquierda del PSOE. 

Los apoyos del Congreso no están asegurados para casi ninguna medida y tampoco para nadie. Por eso el arranque del próximo curso será todavía más tenso que su cierre.